El
presidente Felipe Calderón exigió a los candidatos a la Presidencia de
la República dar continuidad a su estrategia de combatir al crimen
organizado y, en específico, al tráfico de drogas ilegales. Lo dijo
convencido, con vehemencia y seguro que ha hecho lo correcto. Ni un
músculo de sensibilidad se movió ante los hechos objetivos de 80 mil
muertos, miles de huérfanos y millones en el desempleo.
El
Presidente de México dice que su guerra es el camino correcto. ¿Tiene
razón? Seguramente en su yo interno está convencido de su lucha. Pero el
complejo problema que pretende solucionar a balazos es aun mas difícil
de comprender y solucionar a como él mismo lo imagina.
Leamos, por ejemplo, lo que se dice del mismo problema en el ámbito internacional (La Jornada. 27-06-12).
Según
la ONU una de cada 200 personas es adicta a los estupefacientes, según
el informe mundial presentado en Nueva York por la Oficina de Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc), el cual destaca también el
auge de las sustancias sintéticas y el aumento del consumo en países
emergentes.
En
total, 230 millones han usado drogas prohibidas alguna vez, mientras 27
millones –una de cada 200– son adictas. Según pronostica el informe, a
finales de este siglo el número de adictos podría elevarse a 300
millones.
En
las cifras de la muerte, el organismo internacional reveló que cada año
mueren 200 mil personas a consecuencia del uso de estupefacientes
ilícitos, por alcoholismo 2.3 millones y 5.1 millones por tabaquismo.
Aunque
el mismo tema del narcotráfico es abordado en México como un mal que
debe erradicarse a balazos, a todos sorprendió la difusión de la noticia
de una balacera entre policías federales en el Aeropuerto Internacional
de la Ciudad de México. Noticias posteriores sostienen que esa terminal
aérea es usada a nivel internacional por los cárteles de las drogas
para sus operaciones internacionales. Entonces ¿policías son parte de
esas células del crimen organizado?
Otros
medios escribieron que desde ahí son enviadas toneladas de droga a
Estados Unidos y España. Y nada mas ha pasado. Los muertos ahí quedaron.
Y el aeropuerto seguirá con sus vuelos.
Leemos
y leemos otra vez las palabras de un Presidente que ha dejado al país
al borde de la guerra civil. A la ciudad asustada y temerosa y él
insistiendo con los balazos como la única salida a un problema global
que deja millones en ganancias, es menos letal que el tabaco y el
alcohol y ha enamorado a su policía federal para ser dueños del corredor
del narco en el aeropuerto mas importante del país.
Como que algo no checa entre el discurso y nuestra realidad. Algo no checa y urge cambiarlo. Pero ya.
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