Los pueblos originarios de
México mantienen una lucha incansable por conseguir del resto de la población
el respeto a sus usos y costumbres y por ser incluidos en los programas
sociales.
La plena conciencia de la
existencia de los pueblos originarios es la cuestión que los mantiene en pie de
lucha, una lucha que pide a gritos se haga permanente la mirada natural y de
reconocimiento hacia los pueblos originarios y no una mirada que excluya,
margine, humille y viole sus derechos
humanos.
Constantes actos de
violación a sus derechos humanos y de justicia significan y acompañan el pan diario de su vida: Niños, niñas,
jóvenes, hombres y las mujeres, que desde la perspectiva de género son quienes
reciben aún más el rechazo y señalamiento por la cuestión histórica de la
cultura patriarcal: Ser mujer y además indígena tiene un alto costo en la
sociedad.
Magdalena Hilario Petra, es
una mujer auténtica integrante de Pueblos originales, nació en el municipio de
Tlacochistlahuaca, Guerrero, y como muchas de su género llegó al Puerto de
Acapulco con la esperanza de alcanzar una vida mejor.
Entrevistada antes del
inicio de una marcha en el Puerto de Acapulco por el Día Internacional de
Pueblos Originarios, el diez de agosto del 2012, comentó sobre sus vivencias: “Viví
treinta años en mi tierra natal en extrema pobreza y sin aspirar más que a la
crianza de hijos, la cual me resultaba más difícil, sin tener la experiencia de
mi madre biológica quien murió al darme vida”.
Sin embargo expresa que corrió con suerte, su padre siempre cuidó de sus hermanos y de ella a quien de herencia le dejó el
aprendizaje de la elaboración del telar de cintura, de manta, y artesanías de aretes, collares y
bolsas de chaquira, lentejuela, bordado, chaquiron, entre otras propias que se usan en sus tradiciones:
“Mi padre pagó mi enseñanza a una mujer con hilos de tejer y fue así que con
estos conocimientos me animé a dejar un lado los trece años de vida servil en
diferentes hogares del Puerto para dedicarme a realizar mis labores, tuve que
sentirme orgullosa de mi gente y mi cultura para dejar una subsistencia donde
lo único a que aspiraba era un sueldo pequeño y un plato de comida”.
Explica que su nuevo cambio
de vida económica, fue diferente y difícil, inició una etapa donde lo primero que tuvo que
contemplar fue la fabricación y posteriormente la venta de las prendas y
artesanías que le llevaban varios días y meses de esfuerzo, estos meses de
arduo trabajo representan para ella el costo de elaboración el cual va
implícito en el costo de la prenda donde inicia también la venta del concepto
una vez que los clientes cuestionan sobre lo que consideran un caro precio por
una prenda que es elaborada por un miembro de un pueblo original a los que
excluyen, humillan, maltratan y no valoran.
Para ella es importante
ofrecer una artesanía, un vestido, por
el costo de elaboración y producción, por el tiempo empleado en hacerla. “Un
traje de Chaquira con manta me ocupa tres semanas de tiempo de elaboración y
tiene un precio en el mercado de quinientos pesos, uno de telar de cintura
cuesta trescientos pesos y varía según la calidad de hilos y tela en poliéster u
algodón, otros como los huipil finos llegan a costar hasta dos mil pesos”.
Para los demás, que no
conocen el esfuerzo de sus manos, dejan de observarla con ojos de
vulnerabilidad cuando cuestionan con mirada de incredibilidad al cuestionarla: “¿Por qué es tan caro este
vestido, que esta hecho con hilo de oro?”
Ella solamente exclama. “Me
molesta y muchas veces contesto: “Si
quieres saber de que material esta elaborado te doy clases hasta una semana
gratis para que aprehendas este oficio y lo valores, pero casi siempre les
explico en el momento pues lo que importa es vender no discutir, muchas veces
cuestionan porque no conocen y hay que explicarles”.
Magdalena Hilario Petra es
una mujer que ha tenido que aprehender a vender el concepto de sus prendas de
tal manera que el cliente elija comprar y lucirlas con tanto orgullo como el
que a ella le representa la fabricación y de cultura de vestirse con sus trajes originales:
“Me gusta mi ropa porque no cualquiera lo hace, me siento orgullosa de portar
mis trajes regionales, así me cueste mucho trabajo y tiempo hacerlo y sobre
todo aguantar que la gente menosprecie mi trabajo”.
Al igual que ella, sus
compañeros hombres y mujeres de los pueblos originarios tienen miedo de
producir mercancía de su tierra natal porque tienen miedo de enfrentarse a la
discriminación de la gente y que no le compre, pues entonces tendrán que
dedicarse a otras actividades, pero en ella permanece una esperanza constante y
sonríe cuando expresa: “Si algún día se acaban
las fábricas de ropa común, cierran
y dejan de producir, yo no me quedo
encuerada porque se hacer mi propia ropa”.
La organización de las
Naciones Unidas instituyó el diez de agosto el día internacional de los Pueblos
Originarios, en Acapulco la Presidenta de la Asociación de Mujeres Indígenas
Magdalena Valtierra García organizó una marcha en un clima de paz para decirle
al pueblo de Guerrero que los pueblos originarios “existen” y que están
presentes y en la lucha constante por la construcción de una sociedad justa y
con equidad y ahí en ese lugar en las afueras del Ayuntamiento de donde partió
la marcha después de colocar una ofrenda al monumento a Cuauhtémoc quien
prefirió padecer el dolor de sufrir quemadura de sus pies antes que traicionar
a su gente, ahí conocí a Magdalena Hilario Petra quien con mucho agrado me brindó
la entrevista.
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