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sábado, 15 de septiembre de 2012

EL DOLOR Y EL PLACER, NO TAN DISTANTES COMO PARECE.


Placer y dolor


Podemos imaginar un punto medio en nuestro cerebro, que diagramaríamos, en forma de esfera, donde alli comienza el dolor, a medida que se acrecienta, ya que se lo permitimos, empieza a llenar esta esfera generando más pequeñas dentro de otra, incrementándose mientras la consciencia sea plena de la emoción. Los grados del dolor se producen como una cascada en expansión que va acaparando de a poco diferentes recursos de nuestra mente, anulando la mayoría pretendiendo que únicamente prestemos nuestra atención en aquel niño que se queja y se retuerce pidiendo a gritos que pongamos sus ojos en él. Deberiamos estar agradecidos al dolor, ya que cumple una funcion primordial: por el hecho de su existencia permite al cuerpo defenderse de la parte sensible al daño.

Algunos de las formas de defensa pueden ser las siguientes:

- El dolor hace que nos centremos en las partes del cuerpo afectadas.
- Hace que nos resulte difícil pensar en cualquier otra cosa.
- El dolor nos hace huir de su causa.
- Nos hace desear que esa situación termine, al tiempo que nos enseña a no repetir la misma equivocación en el futuro.

Ahora bien , refiriéndonos al placer podríamos decir lo siguiente:

- El placer hace que nos centremos en las partes del cuerpo implicadas.
- Hace que nos resulte difícil pensar en cualquier otra cosa.
- El placer nos hace acercarnos a su causa.
- Nos hace desear que esa situación se mantenga, al tiempo que nos enseña a seguir repitiendo lo mismo en el futuro. 

Esto nos sugiere que tanto el placer como el dolor son recursos que utilizan los mimos tipos de mecanismos, ambos tienen relación con nuestros modos de aprendizaje, limitan nuestro nivel de atención y ambos reducen las prioridades de nuestros principales objetivos.

En cuanto al dolor y al placer Daniel Dennet nos decía hace 32 años:

"Si somos capaces de obligarnos a examinar nuestros dolores y nuestros placeres (incluso algunos de ellos bastantes intensos), descrubriremos que, por asi decirlo, no ha lugar ha preocuparnos por ellos. Sin embargo, examinar un dolor o un placer aburre enseguida y en cuanto dejamos de examinarlo, vuelve y lo sentimos de nuevo, lo cual, aunque parezca raro, resulta a veces menos aburrido que dejar que su estudio nos aburra y por lo tanto, hasta cierto punto, es preferible."

Fuente original: Texto de Marvin Misnky, "La maquina de las emociones"

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