Rosario García Orozco |
CHILPANCINGO, GRO., 18 DE
OCTUBRE DEL 2012.- En la región de la Montaña del estado de Guerrero, las niñas
son vendidas como esposas o para ser utilizadas en labores domésticos; mientras
más jóvenes más alto es su precio.
Enriqueta García Mateos,
dirigente de la Organización de Mujeres de Acatepec; explica que cuando nace
una mujercita, el papá se pone contento “porque cuando crezca la podrá vender o
intercambiarla por una res, una hectárea, café, chocolate, cervezas o dinero”;
y es que las niñas desde los 11 años ya pueden ser intercambiadas o vendidas
entre 20 mil y 50 mil pesos, depende de su edad, porque mientras más chicas más
alto es su costo.
La lideresa indígena señala
que los señores hasta se ponen contentos cuando nace una niña porque saben que
si la venden bien van a tener beneficios. “Y muchos lo hacen solo para mantener
su vicio, porque hay una alta incidencia de alcoholismo y el dinero que
obtienen de la venta de sus hijas lo utilizan para mantener su vicio”, asegura.
Lamentablemente, dijo, las
mujeres que son vendidas en esas condiciones a los hombres de sus comunidades o
bien a los que llegan a esos lugares para trabajar en el mantenimiento de
carreteras o cualquier otro tipo de actividades no tienen el respaldo de los
familiares, así se den cuenta de que son maltratadas, humilladas, golpeadas o
que no las alimenten bien; “porque como fueron vendidas, no tienen derecho a
reclamar nada”.
Y mientras más retiradas
están las comunidades de la cabecera municipal la situación es peor. El
maltrato y las condiciones de vulnerabilidad son más graves.
“Algunos hombres no son de
la misma comunidad, llegan de fuera y dicen que se enamoraron de las chicas,
las compran y luego se las llevan”, explica García Mateos.
Algunos son trabajadores de
las empresas que abren caminos y construyen carreteras así que no se quedan a
vivir ahí y con el paso del tiempo “hemos sabido de varias de las niñas de las
comunidades que los hombres que se decían enamorados de ellas se las llevan a vender
a otros lugares para ser utilizadas en el servicio doméstico y en los peores
casos en la prostitución”.
En el municipio de Acatepec
se inauguró recientemente la Casa de la Mujer Indígena donde se canalizarán a
mujeres con embarazo de riesgo y víctimas de violencia; sin embargo cuando las
activistas hacen promoción de este espacio para apoyar a las mujeres indígenas
desprotegidas, las autoridades las bloquean.
Refiere Enriqueta García que
los comisarios no las dejan entrar a sus
comunidades para platicar con las mujeres y darles a conocer sus derechos. “No
quieren que las organizaciones vayan y hablen de esos temas porque dicen que
uno les va a abrir los ojos a las mujeres y luego andan reclamando que no les
deben pegar y cosas por el estilo”.
Y es que en esos lugares,
para las autoridades las mujeres no tienen derechos. Si en algún momento una
mujer quiere denunciar un acto de violación, no es tomada en cuenta su versión
y el esposo –agresor- puede excusarse con facilidad solo diciendo que la esposa
no le quería servir de comer; situación que en algunos momentos puede
revertirse seriamente contra las señoras, por no cumplir con una obligación con
su marido.
Lo inconcebible, expresa “es
que al rato hasta las propias mujeres del lugar las señalan porque no cumplen
con sus responsabilidades”. No hay una cultura de solidaridad entre las propias
mujeres “y son las primeras en juzgar”.
La lucha es difícil, dice la
activista indígena, porque “hay muchas cosas que lastiman y es desesperante
saber todas estas injusticias y no lograr cambiar la mentalidad de los
habitantes de las comunidades para que haya más respeto a las mujeres”.
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