Moisés Sánchez Limón |
Perogrullada
es decir que en política no hay casualidades. La decisión de firmar el Pacto
por México es ejemplo de lo que se puede lograr cuando las voluntades de todos
los colores y siglas convergen, sin arriar banderas propias.
Aquella
expresión de “¡estamos hasta la madre!”, que se repitió en los últimos meses de
la administración de Felipe Calderón, dejó de ser coloquial, se convirtió en
grito de hartazgo de los mexicanos por las condiciones económicas, políticas y
sociales que privan en todo el país. Y todo incluye a la ciudad de México.
Porque
la capital mexicana es rehén de grupos de una “izquierda” comodina y
beligerante, distante de los auténticos y respetables objetivos de esa
corriente ideológica que aboga por el bien común y la estabilidad y prosperidad
social, donde el espíritu de la inclusión y la tolerancia son factores
elementales.
La
ciudad de México fue, el sábado último, escenario de contrastes entre quienes
apuestan a la civilidad y el diálogo y los que, escudados en el gatopardismo y
el deslinde simplista, salen a las calles a protestar contra la toma de
posesión del presidente Peña Nieto y se desbordan violentos en busca de un
muerto para enderezar la campaña contra el nuevo gobierno, acusándolo de
represor y asesino.
Mientras
los grupos de profesores beligerantes de la CNT, atencos e integrantes de
#Yosoy132 despliegan actos de absoluto vandalismo, Enrique Peña Nieto, ungido
Presidente de México abandona el salón de plenos del Palacio Legislativo de San
Lázaro, detiene el paso y reconoce la tarea de Manlio Fabio Beltrones Rivera,
operador indiscutible de una fiesta republicana que comenzó y terminó sin
sobresaltos en el recinto oficial.
Y la
izquierda que se respeta, se disciplina consigo misma y atiende el
requerimiento, la propuesta de sumarse al primer gran pacto nacional planteado
por Enrique Peña Nieto.
Es
esta izquierda, de Miguel Barbosa, Jesús Zambrano Grijalva, Armando Ríos Píter,
Benjamín Robles Montoya, Silvano Aureoles Conejo y, en fin, los firmantes de un
desplegado en apoyo a la dirigencia nacional del PRD, la que asume
responsabilidades con México.
Contrasta
con la dizque izquierda que idolatra a Andrés Manuel López Obrador, quien desde
la plaza pública defiende lo indefendible, a los bárbaros que han apedreado y
enfrentado a la fuerza pública y saqueado comercios, e incluso demanda la
renuncia del debutante secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong.
Esa
no es izquierda, es chueca y sus promotores y financieros son los mismos que
desde hace doce años traen las ganas de joder al vecino, porque el poder les
está negado. Digo.
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