MOISÉS SÁNCHES LIMÓN |
No existe evidencia documental de que, por lo menos en el
último medio siglo, la Procuraduría General de la República haya sido ajena,
cuando no instrumento, de persecuciones políticas, del cobro de facturas. La
PGR ha corrido en rieles del desprestigio y la corrupción, escaparate
justiciero con los sótanos llenos de podredumbre.
¿Cuántos cadáveres encontrará Jesús Murillo Karam bajo la
alfombra de la PGR? Cualquier novela de terror e intriga se quedaría corta.
Desde Lázaro Cárdenas del Río, que metió a la Procuraduría en el combate al
tráfico de enervantes y luego Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría Álvarez que
la usaron como cadalso para quienes llamaron “enemigos de México al servicio
del comunismo internacional”, la PGR ha transitado en el desprestigio.
José López Portillo la utilizó para amnistiar a sus enemigos
potenciales; Miguel de la Madrid, en aras de la llamada “renovación moral de la
sociedad”, la usó para meter a prisión a los prohombres del lopezportillismo.
Aleccionadora la praxis de Carlos Salinas de Gortari que de la PGR hizo el puño
para someter a Joaquín “La Quina” Hernández Galicia y derrumbar el cacicazgo
del sindicato petrolero.
¡Ah!, pero Salinas de Gortari fue víctima de la máxima “el
que a hierro mata, a hierro muere” y su hermano Raúl fue el objeto de la
venganza de Ernesto Zedillo Ponce de León, que quiso jugar al justiciero y
designó procurador General de la República al entonces diputado federal del
PAN, Fernando Antonio Lozano Gracia, vinculado al abogado Diego Fernández de
Cevallos.
Vicente Fox y Felipe Calderón tienen sus historias. La
procuradora Marisela Morales dejó tal batidillo en la PGR que cuando Jesús
Murillo Karam se horrorizó cuando corrió las cortinas de esa dependencia teóricamente
asiento del abogado general de la nación. ¡Já!
Vaya, Murillo Karam ordenó la libertad de Beatriz Elena Veramendi
Martínez, arraigada por denuncia de un testigo protegido, conocido por el alias
de “Jennifer”.
Veramendi Martínez, luego de ser reconocida por sus tareas
policiacas por la embajada de Estados Unidos en México, e incluso secretaria
particular de Marisela Morales, fue detenida y arraigada, una figura que ha
sido utilizada con exceso e impunidad para cobrar facturas, como el testigo
protegido.
La PGR estaba desmantelada, acotó Murillo Karam, cuya tarea
es precisamente reestructurarla, cuando no volverla a construir con el basamento
de la legalidad y procuración de justicia, que es su espíritu fundamental.
Recuerdo cuando, al anochecer del 9 de octubre de 1996, el
entonces procurador General de la República, Fernando Antonio Lozano Gracia, me
respondió molesto a una pregunta obligada, a partir de que la tarde lluviosa de
ese día, un grupo de médicos legistas y agentes encabezado por Pablo Chapa
Bezanilla, “encontró” en terrenos de la finca El Encanto (rumbos de Cuajimalpa,
D.F.), unos restos que anunciaron eran los del diputados Manuel Muñoz Rocha,
presuntamente asesinado por Raúl Salinas de Gortari.
--Procurador, ¿utilizar los servicios de una vidente para
localizar esos restos, no implica el riesgo de meter en el tobogán del
desprestigio a la PGR?--, pregunté.
Palabras más, palabras menos, Lozano Gracia respondió con
una negativa tajante. Nada de videntes, e incluso dijo que la investigación se
había realizado con elementos técnicos que prestigiaban a la PGR.
La historia siguió su curso. Fueron presas Francisca “La
Paca” Zetina y cómplices, incluida María Bernal, la sevillana que fue pareja
sentimental de Raúl Salinas; Lozano Gracia despedido y Chapa Bezanilla
procesado, aunque las bondades del poder lo pusieron en la calle. ¿Qué se
encontró Murillo Karam? ¡Vaya trabajo que tiene enfrente! Digo.
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