Moisés Sánchez Limón |
Hace 13 años, al término de
una ceremonia luctuosa en memoria de Luis Donaldo Colosio Murrieta, a la
entonces lideresa nacional del PRI, Dulce María Sauri Riancho, le incomodó el
planteamiento de que el malogrado candidato presidencial se convertiría en efeméride.
Palabras más, palabras
menos, Dulce María endureció la mirada y, molesta, respondió: “no, eso nunca”.
Corrían los últimos meses
del PRI en el poder. Abandonada por Ernesto Zedillo Ponce de León, como
presidenta del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario
Institucional se encaminaba, en aquellos días de marzo del año 2000, a la
derrota en las urnas, a entregar la Presidencia de la República al Partido
Acción Nacional.
Ernesto Zedillo, candidato
sustituto que, bajo el manto de la memoria de Colosio ganó de calle la elección
federal de 1994, abandonó al PRI, con la frase de la sana distancia entre el
Presidente y el PRI en el discurso definitorio, traicionó el ideal colosista y
se echó a los brazos de la componenda política que le otorgó un singular
espacio en la historia, un nicho con la placa alusiva al priista Presidente de
la República que acabó con una historia de poder de más de 70 años.
Y Dulce María asumió la
responsabilidad histórica de no haber contenido a los grupos de poder que se
generaron dentro del PRI cuando Zedillo abandonó al partido a su suerte. Y en
once años se cerró la pinza de la concertacesión iniciada en 1989 en Baja
California con un gobernador panista, Ernesto Ruffo Appel, bajo cuya
administración creció y sentó sus reales en esa entidad el crimen organizado.
Condición similar ocurrió en
el gobierno de Vicente Fox, con destacado desarrollo de la corrupción y los
delitos de cuello blanco vinculados a la delincuencia organizada que, con
Felipe Calderón eclosionó con las funestas consecuencias de miles de muertos.
Sin lugar a dudas, a partir
del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, 1994 fue el año en el que
la bestia del crimen organizado se extendió por el país, cebada con la
impunidad prohijada desde la Procuraduría General de la República, en la
supuesta investigación y conclusión de los asesinatos del prelado, el 24 de
mayo de 1993 en el aeropuerto internacional de Guadalajara, y los de Luis
Donaldo Colosio Murrieta, el 23 de marzo de 1994 en el suburbio tijuanense de
Lomas Taurinas, al que siguió el de José Francisco Ruiz Massieu, el 28 de
septiembre del mismo año, a unos metros del Monumento a la Revolución, sobre la
calle de José María Lafragua, el ilustre poblano liberal.
Coincidentemente, todos los
caminos llevaron a Tijuana, cuando esta ciudad fronteriza se convirtió en plaza
en disputa por los cárteles de la droga y las bandas de traficantes de seres
humanos. Tijuana como centro de la investigación de los asesinatos del cardenal
Posadas y de Colosio. Tijuana como escenario histriónico de la dizque
investigación de Pablo Chapa Bezanilla y los acuerdos y sobornos entre quienes
supuestamente representaban al largo brazo de la ley y los delincuentes que
poco a poco se volvieron algo más que sanguinarios.
Mientras, la política se
salpicó de la impune adquisición del poder y el PRI se fue con la memoria
perdida de lo que un día pudo ser y no fue. ¿Dónde enterró el tricolor las
propuestas colosistas? ¿Quién de sus prohombres en el poder central puede
recitar de memoria la parte medular del discurso de Luis Donaldo Colosio aquel
mediodía del 6 marzo de 1994 en el Monumento a la Revolución, en ocasión del
LXV aniversario del PRI?
En unos días más, el PRI, de
vuelta en la Presidencia de la República, buscará en las urnas el triunfo en
los comicios que se celebrarán en 14 estados de la república. En Tijuana,
singularmente, se libra la batalla por Baja California. El PAN ha echado su
resto de la mano del PRD, el PANAL y el Partido Estatal Baja California para
mantener el poder en esa entidad.
El PRI va en busca del
tesoro perdido. Todo cambia para seguir igual; el discurso es el mismo por más
que digan que se modernizan porque la modernidad democrática la dejaron en el
atril cuando Colosio ya no estuvo para cohesionar al partido.
Las siguientes líneas han
sido recitadas mas no aplicadas por los prohombres del PRI durante los años que
corrieron desde aquel 6 de marzo de 1994 cuando Luis Donaldo cimbró al partido
y los analistas consideraron que había roto con Carlos Salinas de Gortari. A
saber:
“Hoy somos la opción que
ofrece el cambio con responsabilidad. Somos la opción que mejor conoce lo que
se ha hecho. Que sabe de los resultados de sus programas, de sus aciertos y de
sus errores.
“Somos la opción capaz de
conservar lo que ha tenido éxito y somos la opción de encontrar nuevos caminos
de solución para los problemas pendientes.
“No entendemos el cambio
como un rechazo indiscriminado a lo que otros hicieron. Lo entendemos como la
capacidad para aprender, para innovar, para superar las deficiencias y los
obstáculos.
“¡Cambiemos, sí! ¡Cambiemos!
¡Pero hagámoslo con responsabilidad, consolidando los avances reales que se han
alcanzado, y por supuesto, manteniendo lo propio: nuestros valores y nuestra
cultura!
“¡México no quiere aventuras
políticas! ¡México no quiere saltos al vacío! ¡México no quiere retrocesos a
esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron ser ineficaces! ¡México
quiere democracia pero rechaza su perversión: la demagogia!”
¿Tienen algo nuevo estos párrafos?
Ojalá y este PRI que retorna al poder entienda el concepto en toda su amplitud.
Ni más ni menos. Conste.
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