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domingo, 28 de julio de 2013

Urge el Papa Francisco al Finalizar la JMJ: Rescatar la Iglesia y Promover el Cambio, Tarea de Jóvenes Por Rodrigo Huerta Pegueros*

Rodrigo Huerta Pegueros
Todos los esquemas de la antigua iglesia católica que representaba el último Papa Benedicto XVI, han sido, no solo hechos a un lado, sino que han sido transformados desde la raíz por el nuevo pontífice Francisco, el primer papa de Roma que llegó desde el fin del mundo para colocarse a la cabeza de lo que es hasta hoy la religión con el mayor número de fieles en el planeta y la que se ha alzado como la heredera del legado de Jesucristo, el hijo de Dios el Todopoderoso.

Proclamado hace unos meses atrás como el primer Papa latinoamericano de la historia, el émulo de Francisco de Asís ha logrado ganar la simpatía de quienes estaban alejándose de la iglesia católica y apostólica por sus serios desvíos en su función de orientar y catequizar a sus seguidores al actuar de manera inversa a los cánones de la propia institución eclesiástica.

Sin manifestarse abiertamente como miembro de la teología de la liberación pero sí como un seguidor de la compañía de Jesús, el Papa Francisco ha dispuesto desde el primer día de su ascensión al trono de San Pedro, terminar con la fastuosidad de los llamados príncipes de la iglesia y dejar en el guardarropa las vestimentas y alhajas ostentosas que solo provocaban la irritación de los fieles pobres, humildes o marginados a los que la Iglesia católica decía representar.

Atrás quedaron la pomposidad, los autos último modelo, las mansiones multimillonarias que ocupaban a los largo y ancho de la tierra los cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes. Hoy tendrán que adaptarse a los nuevos usos y costumbres impuesto por el nuevo pontífice de Roma, el argentino, Jorge Mario Bergolio, quien cumplirá el próximo mes de Diciembre 77 años de edad.
La recomposición de la estructura y el poder de la iglesia tardará seguramente mucho tiempo más en efectuarse, pero en lo que respecta a su función como representante de la iglesia y su responsabilidad de lograr evitar que se vaya a pique y retome su fortaleza +ética y moral que está hasta ahora demasiado resquebrajada, la tarea realizada en pocos meses ha dado ya sus resultados positivos, particularmente al mantenerse abierto y cercano a la gente y con un diálogo constante con quienes son parte de la iglesia y con quienes tienen reservas para con esta. La apertura del papa Francisco no tiene límites y cada día sorprende mas en su forma de actuar y de decir las cosas tal y como las piensa, pero sobre todo, como las siente en el momento de externa sus ideas.
Este domingo 28 de julio del 2013, el Papa Francisco dio por concluida la trigésima octava Jornada Mundial de la Juventud, iniciada por el hasta ahora beato y dentro de poco tiempo santo, Juan Pablo II, ocurrida en Río de Janeiro, Brasil, lugar que se cuenta como el arsenal mayor de feligreses de la iglesia católica en el mundo. Ahí, el papa Francisco desplegó todq su energía para atraer no solo la simpatía sino la atención de los jóvenes concurrentes y hacerlo partícipe de las tareas que se tienen que realizar en el renglón de la evangelización a fin de que la institución recobre su vitalidad y su prestigio y sea punta de lanza para los cambios que se requieren hacer en estos tiempos en que el neoliberalismo ha impactado negativamente los valores e ideales de las personas.
En este tenor, el papa Francisco llamó a los neoliberales como representantes de la nueva civilización y denunció que éstos ‘’se han pasado de rosca’’ al tratar de imponer como culto ‘’al dios dinero’’ y que ¿está excluyendo a los dos polos de la vida de los pueblos como son los anciano y los jóvenes’’.
Frente a esta situación tan preocupante, el pontífice solicitó a la juventud reunida en Brasil y a los que están dispersos en todo el mundo, que ‘’no se dejen excluir’’ y o mismo solicitó a los ancianos para que ‘’sigan enseñando y transmitiendo la sabiduría de los pueblos y orientando a la juventud’’.
Sin embargo el papa de Roma hizo además en esta Jornada Mundial de la Juventud un diagnóstico de la realidad que enfrenta la iglesia católica frente a otras religiones, particularmente frente a los evangélicos, quienes mientras ellos incrementan su feligresía, la iglesia católica enfrenta una ‘’sangría’’.
Por lo tanto mencionó que a la iglesia católica y apostólica le hace falta enfrentar sin miedo su tarea de dialogar con aquellos que han huido y vagan sin una meta, solos, con su propio desencanto, con la decepción de un cristianismo considerado ya estéril, infecundo e impotente para generar sentido’’.
Reveló que tan solo en Brasil, los fieles de la iglesia representaban en los años 70 el 91.8 por ciento de la población y para el 2010 representan el 54.6 por ciento, mientras que los evangélicos han incrementado su feligresía en ese mismo lapso del 5.2 por ciento al 22.2 por ciento, representando ahora más de 42 millones.
La crítica del pontífice fue severa ya que dijo que la iglesia en todo ese tiempo se ha mostrado no solo débil sino lejana a las necesidades de la población, pobre para responder a las inquietudes sociales, fría, autorreferencial y prisionera de un lenguaje rígido.
Por lo tanto urgió a los sacerdotes, a los jóvenes a que salgan a las calles a evangelizar, superando apatía y dando respuestas cristianas a las inquietudes sociales y políticas en sus respectivos países.
Nunca antes, ningún papa, incluido Juan Pablo II, había hablado con tanta claridad y crudeza sobre lo que sucede dentro y fuera de la iglesia católica y las tareas que se requieren realizar, no solo por quienes tienen la responsabilidad de representarla sino por los fieles, particularmente los jóvenes, que representan el futuro del planeta y quienes necesitan ser los protagonistas del cambio y quienes con la fortaleza que da la fe en Jesucristo, puedan no solo convencer sino servir al prójimo.
Reiteró una y otra vez que no se tenga miedo de ir y llevar la palabra de Cristo y que no olviden que  ‘’ la fe está viva mientras se comparte’’.
Concluyó el Papa Francisco su participación frente a los millones de jóvenes congregados en la playa de Copacabana, Brasil, haciéndoles un llamado para que comprendan que el llevar el evangelio ‘’es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia, para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio para edificar un mundo nuevo’’.
Seguramente lo ocurrido en estos días en Brasil, produzcan los efectos positivos deseados por el Papa Francisco a fin de que la iglesia católica y apostólica logre enmendar sus errores y conducir sus esfuerzos para crear una sociedad mas justa, libertaria, pero sobre todo igualitaria.

Periodista/Analista Político*

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