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martes, 20 de agosto de 2013

UNA MUERTE MÁS POR NEGLIGENCIA MÉDICA · *EL PECADO DE SER INDÍGENA AMUZGA ¡Y POBRE! Por Karmelynda Valverde/ Yoloxóchitl, Mpio. De Tlacoachistlahuaca, Gro.

La abuela materna María  contiene el dolor delante de sus nietecitos, Roberto, Esmeralda Gildardo y el bebé que dio a Luz Rafaela Mares durante el trayecto de Yoloxóchitl a Ometepec, en  medio de insoportables dolores de cabeza, pero se topó con la insensibilidad y la falta de misericordia del personal del Centro de Salud y del Hospital Regional.
Yoloxóchitl, Mpio. De Tlacoachistlahuaca, Gro.
Tal pareciera que de muy poco ha servido el ejemplo de extrema sensibilidad que en todo momento ha demostrado doña Laura del Rocío Herrera de Aguirre, sobre todo cuando de aplicar los Programas sociales desde la dependencia que preside, se trata. Ella, que ha implementado un frontal combate contra la muerte materna, seguramente ignora que en los centros de salud y hospitalarios de la tierra que vio nacer a su esposo, muy a pesar de ella y de la noble labor que la ocupa en salvar vidas a través de los servicios de Salud, continúan prevaleciendo la insensibilidad y la negligencia médica.

La prueba más reciente de ello es el caso de Rafaela Mares de 22 años de edad, originaria de la comunidad de Yoloxóchitl quien murió el jueves de la semana pasada en el Hospital Regional de Ometepec, (al que propios y extraños han dado en llamar ‘’El Hospital de la Muerte’’) luego de un episodio antecedido por la discriminación, insensibilidad y una buena dosis de negligencia.

La historia no podía ser más dolorosa y triste. Rafaela, quien ya era madre de 3 pequeños de 6, 4 y 2 años, estaba embarazada de su cuarto hijo y próxima a su fecha de alumbramiento en el mes de julio, cuando el día 16 se comenzó a sentir mal. Pero no eran los dolores de parto la causa de su enorme malestar sino un fuerte dolor de cabeza que había comenzado a aquejarla varios días atrás. Fue llevada por sus familiares  a la comunidad de Rancho Viejo donde fue atendida en el Centro de Salud de esa localidad., pero como no mejoraba su estado de salud ese mismo día por la noche fue trasladada a Ometepec donde cerca de la media noche y ya con su pequeño en brazos: Rafaela,  había dado a luz dentro del vehículo que la conducía a dicho centro con la esperanza de encontrar alivio a su tremendo dolor de cabeza. Sin embargo, ahí se topó de entrada con la insensibilidad  e indiferencia del personal de guardia que ni siquiera en Urgencias la quisieron recibir alegando que ya no había cupo y la mandaron al Hospital Regional donde  luego de ponerle mil trabas, la recibieron a eso de las 4 de la mañana, solamente para mandarla de regreso a su casa a las 12 del medio día siguiente.

Durante casi una semana la joven madre intentó seguir su vida normal, criando a su recién nacido  aunque los dolores de cabeza lejos de disminuir iban en aumento. El 23 de julio se puso muy mal y de nueva cuenta fue trasladada al Hospital Regional de Ometepec, por el abuelo de su marido que en ese día se encontraba trabajando en la comunidad de Jicayán. 3 días después sin darle muchas explicaciones, les informaron que tendría que ser llevada al Hospital General de Acapulco para ‘’ser operada de la cabeza’’. En efecto, Rafaela fue llevada a Acapulco pero  tampoco ahí fue atendida debidamente y sin diagnosticarla todavía 5 días después la remitieron una vez más de regreso al Hospital General de Ometepec, donde primero sufrió muerte cerebral para finalmente fallecer el jueves primero de agosto, sin que los familiares hayan tenido absolutamente ningún diagnóstico de la causa que la llevó a la tumba.
Ausencia de explicaciones para los deudos de Rafaela Mares. Absoluta ausencia también de sensibilidad y misericordia, para esta mujercita que no fue merecedora del precepto divino que mandata amar al prójimo, pero a ella no la consideraron ni merecedora de un poco de compasión  ya  que no era ni recomendada de algún influyente y mucho menos contaba con dinero que ablandara las conciencias de los que ya han botado y dado una patada al  juramento de Hipócrates. Total, no se trataba más que de una pobre indígena y aunque La Biblia nos enseña que Cristo no hace acepción de personas los seres humanos, incluyendo a Médicos y Enfermeras ¡si!.

Hay mucho de fondo en lo que a todas luces parece ser un nuevo caso de negligencia médica. En efecto, el juramento de Hipócrates puede ser ignorado pero la cobija alcanza para que los involucrados se tapen con ella. Para empezar el director del Centro de Salud, el  Dr. Geovany Anica Moreno, al ser cuestionado acerca de tan inhumano episodio dijo a esta reportera que no tenía conocimiento del mismo. No se si en realidad este funcionario y Galeno haya sido honesto, pero me cuesta trabajo creer que el personal a su cargo lo menosprecie de forma tal al grado de ningunearlo ocultándole información tan relevante. Aunque luego el mismo funcionario dijera sin dejar de fruncir el ceño que él no estaba autorizado para dar este tipo de información, pues el único que podía hacerlo es el Jefe de la Jurisdicción el Dr. Gustavo Ángel Cruz Zárate,  quien no se encontraba en su oficina sino en una recorrido por algunos Centros de Salud de la Costa Chica, al momento de ir a solicitarle una entrevista para LA VOZ.  Sin embargo, algunos trabajadores de Jurisdicción que por obvias razones prefieren omitir sus nombres, aseguraron a este medio que en una reunión reciente el Jefe Jurisdiccional les había pedido absoluto silencio y cero información a los medios. Incluso uno de estos trabajadores afirmó tajante que un conocido reportero al enterarse de los acontecimientos acudió a la Jurisdicción dizque a investigar pero 5 mil pesos fueron suficientes para silenciarlo.

El que tampoco estuvo localizable para que hiciera alguna declaración acerca del porque le negaron reiteradamente atención médica a Rafaela Mares fue por supuesto del director del Hospital Regional, Dr. Manuel Campos Benitez.  El personal que labora en este Nosocomio se limitan a alzarse de hombros fingen demencia y sonríen maliciosamente,  pero se cuidan de hablar.

En las polvorientas calles de la abandonada comunidad de Yoloxóchitl, resalta una plástico amarillo que cuelga del techo de dos humildes viviendas y que señala el lugar exacto donde familiares y vecinos, se reúnen tarde según su creencia –aunque anti bíblica-se reúnen a rezar un novenario  para pedir por el eterno descanso de Rafaela Mares. La lloran su esposo, su madre y sus pequeños hijos Roberto, Esmeralda y Gildardo. El bebé aún no tiene nombre, y aunque extraña el calor y el olor de su madre, sonríe en su inocencia, mientras la confusión, el dolor y la impotencia sobrepasan el anhelo por la ayuda gubernamental, tanto a nivel municipal como estatal, para que María, la abuela materna, viuda y madre de 8 hijos, acceda a algún apoyo para sacar adelante a sus huérfanos nietos que en su infantil inocencia esperan que su mamá regrese de Ometepec, donde ‘’fue a ver al Doctor’’.

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