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viernes, 4 de octubre de 2013

ATOYAC, ENTRE LA BONDAD, LAS DESGRACIAS Y LOS DESGRACIADOS. Por Jorge Luis Falcón Arévalo

“Perdónalos Dios mío, no saben lo que hacen” 

Atoyac de Álvarez, provincia cafetalera, cuya sierra guarda el mejor café del mundo, fue severamente golpeada por dos tormentas acuíferas de gran potencia que afectó a las comunidades que se han edificado algunas en los lechos de ríos y lagunas antiguas; otras, en sitios de verdadero riesgo. Recordemos Tlapa, que está construida sobre el cauce del río Jale.
Históricamente las grandes ciudades están construidas sobre esos lechos de viejos ríos que han cambiado sus cauces por formas físicas del globo terráqueo. Pero la propia naturaleza busca sus antiguas formas; de ello, el hombre debe entender, pero son más grandes sus ambiciones y perversidades, que alcanzar un grado de amor a la humanidad.

Desde la Colonia Central, ahí el río El Cucaracho; hasta el Iris, pasando por La Pintada, El Paraíso y demás comunidades, pueblos y ejidos que se tejen sob
re la montaña del Sur. Todos afectados por las corrientes de agua que arrastró lodo, árboles y animales y se inundaron esas poblaciones.

Nadie se prepara, nadie está competente para entender a la naturaleza; porque son las leyes propias de esa orografía hidráulica; pero además no se ha aprendido de otras desgracias en esos mismos lugares. Entendiendo que las tormentas, huracanes, ciclones, trombas o lluvias atípicas son propias de la naturaleza misma de nuestro planeta; ante ello, no hay poder ni espiritual o humano que las detenga. Nada, ni nadie por sobre esas  causas físicas. Son impredecibles. Recordemos “Paulina”.

"La tormenta del Pacífico se mantuvo estacionaria sobre Guerrero durante horas, en vez de moverse. Eso hizo que cayera mucha agua en una de las zonas más pobres del país”, cuenta Benjamín Martínez López, doctor en Ciencias Naturales e investigador del Centro de Ciencias de la Atmósfera de la Universidad Nacional Autónoma de México..
Cuatro días, implacables que se cernieron sobre Guerrero. Cuatro noches que de manera inclemente se tupieron sobre la sierra suriana. En Atoyac, se desplomaron sus cerros y sus montañas cambiaron de morfología. Heridos y muertos, saldo de esa salvajada de la natura, en el aspecto físico de precipitación de uno de los elementos más despiadados y contundentes: la lluvia.

Con fuerza y de gran volumen, el aguacero: aplastó, inundó, taló, arrasó, hundió, y enterró esperanzas, enseres, ilusiones y vidas…

Es la naturaleza la que regula el cambio climático, no el hombre.

Jorge Zavala Hidalgo, del Centro de Ciencias de la Atmosfera, de la UNAM destacó, que si bien se anunció este meteoro, es necesario mejorar la red de monitoreo y la calidad de los pronósticos para conocer con más precisión y tiempo los posibles impactos. Esto nos recuerda, el Huracán Catrina en los Estados Unidos, que destrozó severamente diversos estados fronterizos.
Daños incuantificables en la sierra de Atoyac, principalmente en los hogares de madres solteras y ancianos cuya fortuna era su casa y sus escasos enseres domésticos, que hoy viven en la nada y arrimados con parientes, lo cual es un crimen de lesa humanidad sino hay la ayuda y contestación  ineludible para esas personas.

La tormenta produjo precipitaciones de 795 milímetros en cuatro días, tres veces la cantidad promedio la lluvia esperada en el mes para el estado de Guerrero.

Guerrero es una zona con altos índices de pobreza. Eso se traduce en malas infraestructuras, asentamientos muy irregulares y una mala planeación de construcciones, propiamente en Acapulco y Chilpancingo, donde cientos de casas en el puerto, están construidas en el agua; en Chilpancingo, miles de familias están en peligro de deslave de cerros con casas, edificadas por gobiernos que han sido identificados plenamente el de Zeferino Torreblanca Galindo con el alcalde Mario Moreno. Y en Acapulco, aparece de nuevo Zeferino y dos alcaldes Alberto López Rosas y Félix Salgado Macedonio.

Durante la Reunión Anual de la Sociedad Geofísica Mexicana, que tuvo lugar en octubre de 2012, el doctor Víctor Manuel Velasco Herrera, del Instituto de Geofísica de la UNAM, comentó que en 2013 iniciaría una temporada de huracanes de categoría 5, que afectarían el Océano Atlántico hasta el 2018.

Imaginemos esas zonas endebles, blandengues, flojas, la hecatombe, en próximas lluvias. Por ello, no se debe dejar sin compromiso ni respuesta jurídica, a los responsables de los que han hecho negocios por sobre las vidas de los guerrerenses e inversionistas de otras latitudes de México y el extranjero.

Las ayudas no se hicieron esperar. . .

Atoyac, recibe ayuda de facto de hombres y mujeres allende las fronteras. Centros de Acopio en la propia ciudad dejan almacenada ropa, comida, medicinas que los propios residentes aportan para los desamparados que empieza a ser recibidos en los albergues.

La joven Anel Reyes Martínez,  al frente de un grupo de jóvenes que desde la ciudad de Piedras Negras, Coahuila, “se jala pal pueblo” con grandes toneladas de alimentos para la paisanada. Un pedazo de sus corazones albergó esperanzas y satisfacciones.

Lo mismo realiza desde lejos,  Julio César Ocaña Martínez con su familia, sus amigos y la banda que es solidaria en estos aciagos momentos, llevan a la sierra víveres, ropa y medicamentos. Entregaron, además,  esfuerzos, lágrimas y dolor ante los deudos de allá arriba de la Sierra del Sur.

Roxana Paco, otorga dos plantas de luz, como parte de su  integridad humanitaria, sin buscar la pose o la foto. Digno entre los favores que es ser perceptivo.

Ante las eventualidades y sucesos del meteoro que acarrean las inundaciones, se truncan y desaparecen los caminos para la Costa Grande de Guerrero, escasean los alimentos; y, surgen los hambreadores que aumentan hasta un 300 por ciento los abastos alimenticios. Surgen las codicias y ambiciones de los Galeana y Fierro, empresarios del abarrote que se encajan en el nombre de Dios contra el pobre y hambriento atoyaquense  y venden a ese precio el alimento. La necesidad del hambre, es implacable.

A esto, le agregamos la lengua viperina, la maldicente actitud de muchos, que desde su hamaca, sillón o sitio predilecto para despotricar donde sus manos ausentes por envilecidos no saben socorrer; o, porque su aptitud no les da para mostrar el ímpetu del ser humano, se dedican a blasfemar, maldecir, injuriar, insultar y ofender. De esos hay diversos, allí se observan sus nombres en los twitters y los facebooks. Gente que pasa de ser despreciable a miserable y ruin. Esos cobardes que ofenden, hoy buscan a los insultados para que le resuelva su situación  alimenticia y médica. Vaya desfachatez.

Las mujeres y hombres del Ticuí, se empeñaron en el puente de “hamaca” que hoy sirve para trasladarse a Atoyac o de un lado a otro. Una proeza que se sublima, se reconoce y se dice: ¡Gracias Carlos Martínez Fierro, por actuar con un grupo de seres humanos llenos de amor y sensibilidad!


Ante la esperanza y llegada del recursos económicos y materiales, el gobierno de Ediberto Tabarez Cisneros, sigue haciendo su trabajo, en la medida que el pueblo se solidarice, también, que es una forma de hacer progresar a un pueblo en desgracia.

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