Rogelio Martínez Faz/ Si el mexicano de nombre Enrique Peña Nieto, que es el actual presidente de los Estados Unidos Mexicanos es tan inteligente como para salvar a México de sus crisis, según la revista Time, debería de ser irrelevante para el resto de los mexicanos, al menos para no mortificarnos por eso. Es algo parecido a lo que le dijo el ex presidente Carlos Salinas de Gortari al ex aspirante a lo mismo, Manuel Camacho Solís, que se disputan quién es el irrelevante o el más gandalla.
Aunque se desconoce el texto del artículo del Time sobre Peña Nieto, ‘Saving Mexico’, se da por asentado su contenido tomando en cuenta lo que han escrito otras publicaciones a su favor. Hay quienes piensan, sobre todo los de la izquierda, que el apapacho se debe a querer sacar ventaja a su falta de intelecto, y así estimular su ego y la de los mexicanos para seguir “vendiendo” a México.
De ser esto afirmativo, entonces Peña Nieto no es tan ignorante como lo pintan, para bien o para mal, al menos no inocente. Con sus reformas políticas supuestamente está sacando a México de una política endémica que lo ha llevado a una crisis crónica, al menos en apariencia. Y contrario a sus críticos está generando una imagen positiva en el exterior.
Peña Nieto, a pasar de ser de esas personas no dadas a la lectura (con excepción de la Biblia), quizás se le debería dar el beneficio de la duda y tenga un sentido natural de “intelectualidad del bien”, a comparación de otros que se pasaron de listos, de ingeniosos, de morales, de solidarios, hasta de amor y la paz. Como lo que pregonó Andrés López Obrador “amlove”, que amar al país era suficiente para ser un digno representante mexicano como para ser querido por propios y extraños y llegar a la Presidencia.
Los mexicanos tenemos obsesión por el perfeccionismo desde la intelectualidad hasta las poses nacas. ¿Si no cómo explicamos esta reacción de inconformidad tras la opinión de una revista que por muy importante que sea, nos moleste le de publicidad a un inculto y lo califique de ser un “mexican” salvador? Le estamos dando una relevancia a las irrelevancias como la que se disputan Salinas y Camacho, o la de Felipe Calderón y Vicente Fox.
El “mexican savior”, después de todo fue elegido por la mayoría de los mexicanos, entre tontos, listos y cultos para llegar a la Presidencia. Con o sin transa, pero es como lo han intentado casi todos los políticos mexicanos que quieren llegar al poder. Entregándose a la perfección en palabra y obra, e imagen; factor muy importante para el ego del estadista y satisfacción del pueblo. Pero cuando llegan al poder se les acusa de imperfeccioncitas, y eso nos expone a todos ¡huyuyui no!
No se trata de ocultar la incapacidad mexicana en una persona o exaltar lo que no se tiene, ni siquiera de buscar los defectos políticos a falta de cultura. La mayoría de los políticos mexicanos expresan por conveniencia la conciencia del mexicano común, a ellos se dirigen y como ellos actúan.
Decía Octavio Paz en su ensayo Posdata: “el carácter de México, como el de cualquier otro pueblo, es una ilusión, una máscara: al mismo tiempo, es un rostro real. Nunca es el mismo y siempre es el mismo. Es una contradicción perpetua: cada vez que afirmamos una parte de nosotros mismos, negamos otra”.
En México hemos tenido y tenemos a cada representante de elección popular que mancha la intelectualidad política mexicana, pero ahí están, como parte de nuestra cultura. El más reciente ejemplo la dio el Senador Jorge Luis “el candelebrio” Preciado, de Acción Nacional, que supuestamente festejó el Día de la Candelaria con unos ‘pomos’ en las instalaciones del Senado y de paso celebró el cumpleaños de su esposa.
Peña Nieto podrá ser lo que se diga de él, pero es un reflejo de la cultura mexicana. Una distinción más o una crítica certera no cambarían nuestra realidad.
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