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domingo, 2 de febrero de 2014

Rogelio Martínez Faz/Residencia o ciudadanía/Cartas desde Chicago

Rogelio Martínez
Rogelio Martínez Faz/ Republicanos y demócratas parecen no ponerse de acuerdo para una reforma inmigratoria, donde si coinciden es para confundir a la comunidad inmigrante con respecto a la residencia legal y ciudadanía. Y la comunidad inmigrante en lugar de unirse se contradice entre sí.

Esta polémica volvió a tomar fuerza tras de que los republicanos ratificaron la semana pasada su postura de “negar” la ciudadanía a los posibles candidatos a una legalización; claro, de acuerdo a algunos demócratas y activistas pro migrantes.

No hay que perder de vista que este tema va a servir para definir el voto en la comunidad inmigrante en las próximas elecciones de noviembre cuando se elegirá la Cámara de Representantes y parte del Senado estadounidense. Llevando el debate político a las calles entre grupos antagónicos.  

Las críticas en contra de los republicanos por parte de los demócratas se presta a creer se trata de una  táctica de desprestigio ante la comunidad latina que es de donde surgirían la mayoría de los votos inmigrantes. La intención es restar credibilidad a los republicanos que han hecho lo mismo al señalar a los demócratas como culpables por no haber presentado una iniciativa cuando tenían mayoría en las dos Cámaras con Barack Obama en la presidencia.

Hay líderes sindicalistas y activistas comunitarios que se disputan ser los defensores de los inmigrantes exigiendo la ciudadanía con la reforma, como el inmigrante zacatecano Eliseo Medina, que promueve ayunos en apoyo a una aprobación de reforma incluida la ciudadanía, y advierte: de no darse la ciudadanía se crearían ciudadanos de segunda y sería un mal precedente para los Estados Unidos, que es un país de inmigrantes. ¡Ah!, ahora resulta que Medina es el vocero de los padres de la nación. Salió más papista que el Papa.

Mientras los líderes se rasgan las vestiduras como defensores de los inmigrantes, algunos miembros del Partido Demócrata como el congresista por Illinois, Luis Gutiérrez, a la ciudadanía la ven como la mejor opción pero no como una condición, lo que parece prudente.
Dar la ciudadanía por la vía corta no es la regla común en el Departamento de Inmigración. Pero quienes quieren la enchilada completa con todo y soda, tildan de antiinmigrante a todo aquel que no apoye su propuesta, ya sean republicanos o cualquier voz que se pronuncie a favor de primero la residencia y después hacer línea para la ciudadanía, como el resto que está en espera.

Para los republicanos con su postura no necesariamente significa estén fuera de lo razonable. Una legalización otorgando primero la residencia legal no es una propuesta descabellada, porque no niega una ciudadanía en el futuro. Negar todo se cae en extremismo como pedir todo o nada. 

Además, los requisitos legales para calificar para una residencia no son los mismos para una ciudadanía, lleva un plus, un juramento de lealtad, un compromiso con el país más allá del interés propio, un compromiso ciudadano de buena fe. A ningún país le conviene tener ciudadanos renegados.  Esto es fácil entenderlo si vemos a los países de donde somos, donde a los inmigrantes no se les otorga la  ciudadanía tan solo por pedirla (al menos que quiera jugar en la selección mexicana de futbol), o como sucediera en América del Sur que para colonizarla se invitó expresamente a los europeos a establecerse en la región regalándoles tierras y exentos de impuestos. Pero esos tiempos ya pasaron, insistir es ser impertinente.

Si a los republicanos y demócratas la comunidad los atiza con críticas y exigencias extremas, gustosos no se pondrán de acuerdo y se correrá el riesgo de que los inmigrantes nos quedemos como el perro de las dos tortas, en este caso, sin enchiladas.  

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