Antes de ser condenada a 22 años de prisión acusada de abortar cuando en realidad perdió a su bebé, Adriana Manzanarez fue humillada ante su comunidad por su propio padre que la sometió a ser apedreada por el “terrible” pecado de tener una nueva pareja.
Los usos y costumbres son una forma de conservadurismo social. En las comunidades indígenas a las que no llega la educación, existe una sociedad conservadora y machista incapaz de conceder el más mínimo avance a los derechos de la mujer. En las zonas urbanas y no indígenas la situación no es diferente.
Adriana estuvo presa 7 años hasta que fue dejada en libertad. Pero las mujeres indígenas como ella, viven cotidiana y añejamente una de las peores prisiones, la de una sociedad que criminaliza a toda mujer que no ocupe el lugar que ésta le ha asignado arbitrariamente sin considerarla como una persona con goce de derechos.
Recuerdo este caso en relación al tema de la despenalización del aborto, en la que coincido con los grupos Provida, en que lo ideal sería que la mujer no tuviera que recurrir al aborto, pero revisando casos como el de Adriana, y el de muchas mujeres que han pasado por esas lamentables situaciones ante la incapacidad de los gobiernos por llevar educación a las comunidades y acercar los métodos anticonceptivos a éstas.
Ambas cosas deben ponerse en la balanza por los legisladores antes de aprobar este tema.
Hablando de mujeres y traiciones…
La cosificación de la mujer sigue estando presente no sólo en la sociedad, sino también en el ámbito político.
En la campaña de Enrique Peña Nieto vimos como sus promotores lanzaron una campaña basada en un club de fans que portaban pancartas en las que expresaban querer un novio como él y hasta sacaron una arenga: “Peña bombón, te quiero en mi colchón”. Claro que con el voto “arrecho” (apropiándonos de una frase gubernamental), no lograron llevarlo a su cama, sino a la silla presidencial, para desgracia de los mexicanos que hoy pagamos más impuestos.
Por cierto que uno de los votos decisivos para el aumento de impuestos fue el del senador Armando Ríos Piter, Lo que le gano el sitio de “traidor a la patria” y hasta de “achichincle de Peña Nieto” por parte de Andrés Manuel López Obrador.
Ríos Piter emprendió una campaña narcisista similar a la de Peña, con el uso de jovencitas y el logo de un corazón y todo, misma que fue repudiada por mujeres en las redes sociales por considerarla denigrante para el género femenino.
Aunque Ríos Piter trató de deslindarse de esta burda imitación de la campaña del PRI, pero en el PRD, así como su red de Mujeres Jaguar intentó desviar el tema acusando una supuesta guerra sucia, nadie les creyó.
Y es que nada hay más sucio que tirar la piedra y esconder la mano como Armando Ríos Piter hizo cuando quería ser diputado con la campaña Territorio Jaguar, la cual también negó y se terminó descubriendo –y resulta obvio- que si era y es suya.
¿Quién le cree que esa campaña es un apoyo “espontáneo” y no una muestra de su vanidad y arrogancia cuando ya es conocida su tendencia a negar sus campañas? Los y las guerrerenses tenemos memoria.
Juzgue usted
Lo que me extraña es que para más en el PRI del Distrito Federal se haya armado un escándalo al saberse que su dirigente Cuauhtémoc Gutiérrez contrataba escorts para el partido y que en un partido como el PRD, no investiguen ni llamen a cuentas al senador Armando Ríos Piter por el uso de jovencitas en su campaña de redes sociales. ¿De dónde las sacó? ¿Acaso el PRD olvidó que la izquierda reivindica la lucha feminista? ¿Acaso están de acuerdo en que aquel al que hicieron diputado federal y también senador exhiba sus modos priístas de hacer política? ¿Es pragmatismo, indiferencia o complicidad?
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