Lo grave de esta cresta de violencia azuzada en escenarios de oportunismo e intereses bastardos, es la ausencia de la autoridad que aplique la ley sin medias tintas.
Válida e incuestionable, sin duda alguna, la protesta de padres de normalistas desaparecidos, procedente la defensa estudiantil del status que ha dado prestigio al Instituto Politécnico Nacional.
Sin embargo, ambos movimientos –que han recibido respaldo nacional e internacional porque sus fundamentos tienen raigambre social y de auténtica exigencia de justicia—amagan con rodar por la pendiente del descrédito y enlodarse con la turbiedad de la violencia primitiva, ésta que en un acto de cobardía impune se esconde bajo máscaras de supuesto anarquismo, aunque más carente de valor, no del que se presume en hombría, sí el moral, civil, el que da la cara porque defiende su estanco.
Por eso, es un despropósito, evidencia de desmemoria histórica que se cubre con el botepronto de acusar por acusar de la manera más imberbe cuanto igual de impune, a supuestos responsables del caso Iguala, en un insultante proceso de linchamiento contra dirigentes partidista e incluso legisladores que han dado la cara desde el Partido de la Revolución Democrática, mientras otros de la misma bandería aprovechan el viaje en la primitiva idea de alimentar sus espacios políticos.
Y luego suman los asesinatos o ejecuciones registradas en otras entidades como Tamaulipas, Chihuahua, Nuevo León, Jalisco y Veracruz, como si ello fuera nuevo, vaya, consecuencia del caso Iguala, o Ayotzinapa.
Involucrar al PRD cómplice absoluto de la pareja imperial y luego azuzar al linchamiento para quemarlos en leña verde en la peana frente a Catedral, en el corazón del poder político y religioso de México, es una de estas aberraciones que desgraciadamente se cumplen con los ciclos en los que, modernos e invisibles Torquemadas de la Internet, el Twitter y el FaceBook, enjuician y sentencian como agentes del ministerio público y jueces de distrito.
Cuidado, cuidado con esos diputados y dizque líderes de opinión, amanuenses de intereses de elemental ascenso político, que pretenden comparar al movimiento estudiantil de 1968 y el cerrojazo del 10 de junio de 1971, con el movimiento de los politécnicos o las protestas de los normalistas de Ayotzinapa que demandan la aparición de 43 de sus compañeros, pero cuyas marchas en Guerrero tenían aterrorizados a comerciantes de Chilpancingo, Acapulco, Tixtla e Iguala y que resintieron vacacionistas varados en El Ocotito o Palo Alto cuando los muchachos cerraban la autopistas del Sol.
Por eso, porque son esas voces y actos como los de incendiar un vehículo articulado del Metrobús y una estación de este sistema de transporte de la ciudad de México, justamente en los linderos con Ciudad Universitaria. Por eso, el rector de la UNAM, el doctor José Narro, ha deslindado a la máxima casa de estudios del país de este tipo de actos violentos, a los que ha condenado de inmediato.
Por eso, porque mientras miles de estudiantes, padres de familia de los normalistas, ciudadanos solidarios, marchaban sin vigilancia policiaca y en paz desde la residencia oficial de Los Pinos y hasta el Zócalo, no cabe duda de la existencia de intereses que buscan generar una espiral de violencia en el país con individuos encubiertos que despliegan violencia y vandalizan espacios públicos.
Cuidado. El movimiento de padres de familia y estudiantes de la Normal de Ayotzinapa tiene fundamentos; los estudiantes del IPN han recibido respuesta formal y concreta, sin letras chiquitas, a sus demandas. ¿Quién o quiénes, entonces, pretenden desprestigiarlos, enlodarlos y enfrentarlos con la fuerza pública, despeñarlos y con ellos despeñar al país?
En esto, empero, el gobierno tiene los mecanismos para identificar a los responsables. Sabe, merced a los cuerpos de inteligencia que operan, y bien, lo mismo desde la Secretaría de la Defensa Nacional y de la Armada de México, cuanto más del CISEN, tanto que han dado buenos golpes con la captura de delincuentes como El Chapo Guzmán.
¿Por qué la tardanza en dar con los 43 normalistas? ¿Por qué detienen a una mujer de La Tuta mas no a éste? En efecto, la caída de Ángel Heladio Aguirre Rivero como la captura del matrimonio Abarca-Pineda no soluciona de fondo el conflicto Iguala-Ayotzinapa. Entonces, por qué no aplican la ley como está, sin barroquismos, y satisfacen la demanda de justicia.
En todo caso, a quien se le haya ocurrido crear escenarios de conflicto porque tiene la solución de antemano, está en un tris de rebasar las expectativas. Como le pasó a Manuel Camacho Solís, cuando jefe del Departamento del Distrito Federal. Se creó tantos escenarios de crisis que de pronto los muchachos, como las asambleas de barrios o el profesor René Bejarano y los Pancho Villa, le salieron respondones. Aunque al final del día han servido a los intereses del partido del que hoy es senador.
En este tenor, bien vale referir lo dicho por Manlio Fabio Beltrones, que de asuntos de manejo político y escenarios de crisis sabe un rato, cuando este jueves le requirieron opinar acerca de lo dicho por el ex presidente Ernesto Zedillo Ponce de León, de que en México hay un problema de falta del Estado de Derecho y de desigualdad, de ricos y pobres.
“Creo que él debe saber bastante de ello, de la desigualdad y del Estado de Derecho”, respondió Manlio con ironía política elemental. Pero, recordó, “lo he dicho y lo comento nuevamente: el problema de México no es la falta de leyes, sino de que éstas se cumplan.
“Y creo que no es con más leyes como vamos a mejorar la justicia, sino esmerándonos en política pública que privilegien el sentido justiciero de cada una de las acciones de gobierno”.
¿Anarcos? ¿Casualidades? ¿Violencia pre fabricada? Cuestión de aplicar la ley. Y punto. Al que vandalice, a prisión; al que incendie, prisión; al que demande justicia, justicia. ¿Dónde está la fuerza pública en la ciudad de México? ¿Dónde los federales? Los mexicanos estamos hasta la madre de impunidad, huérfanos de autoridad que cumpla las leyes que nos rigen. Digo.
VIERNES. Hoy he cerrado un ciclo. Hace un rato la impronta de la desventura tocó a mi puerta, cuando le abrí desaté la estampida de los desacuerdos y las falacias. Bien, porque se irrumpe en el espacio de lo real, básico y elemental. Lo dicho, he llegado a la edad de las ilusiones. Conste.
@msanchezlimon
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