Esta es la peculiar
historia de un cerdo que quedó drásticamente reducido tras la II Guerra
Mundial. En 1990 quedaban en toda Hungría menos de 200 animales por lo que fue
declarado en peligro de extinción.
La mangalica es una mezcla
de la primitiva raza de tronco mediterráneo, Sumadia a la que también pertenece
nuestro maravilloso cerdo ibérico, con las razas semisalvajes de los Cárpatos.
La historia de esta raza
es la historia de un descubrimiento. Todo empezó en 1990 cuando una empresa
segoviana de jamones, Monte Nevado, asentada desde finales del siglo XIX en
Carbonero el Mayor, ante el cambio genético que en los últimos años había
sufrido el cerdo blanco (cada vez con más carne en detrimento de la grasa),
intenta buscar fuera de España cerdos más grasos para mejorar la calidad.
Encuentra en China un tipo
de cerdo que podía valer, pero era imposible traerlos a España. Y empieza a
buscar en los países del Este.
En una de ellas, en
Debrecen, cerca de Rumanía, de repente, ve unos cerdos sueltos por el campo,
absolutamente desconocidos y que no había visto ni estudiado en su vida, que
más que cerdos parecían ovejas. Eran morfológicamente especiales, rústicos, que
aunque no eran gordos se les veía grasos, con poco hueso... Los mangalica era
la raza húngara de toda la vida, pero que estaba a punto de desaparecer, pese
que hasta principios de siglo XX se contaban millones de ejemplares.
Empezó a buscar estos
cerdos por todo el país pero sólo encontró 160, de los que el 30 por ciento
estaba cruzado con otras razas. Los compró todos y también una finca donde
reproducirlos. Empezó sacrificando ese 30 por ciento que no tenía pureza de
raza y, al cabo de 15 años, tenía 4.500 ejemplares repartidos en tres granjas.
Estos cerdos tienen un modo de vida parecido al ibérico, al aire
libre,moviéndose a su aire. Están acostumbrados al pastoreo, incluso en
invierno; es fácil verlos metidos entre la nieve hechos una bola. Comen lo que
encuentran, y maíz o cebada. No se alimentan de bellota porque en Hungría no la
hay.
Y como del cerdo se
aprovecha todo, el mangalica no se iba a quedar atrás. Durante el invierno
tiene un pelo largo, una especie de lana como las ovejas, con la que se protege
del frío, pero que cambia en primavera por unos curiosos rizos (como si le
hubieran puesto los rulos) claros y brillantes que los húngaros aprovechan para
hacer fundas de coches o mantas. La última tendencia húngara es hacer con estos
rizos un tejido al más puro estilo tradicional, como se hace con la lana de las
ovejas. Será entonces cuando -por primera vez- el pelo de un cerdo entre en el
mundo de la moda.
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