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miércoles, 26 de noviembre de 2014

MANGALICA, EL CERDO QUE PARECE UNA OVEJA


Esta es la peculiar historia de un cerdo que quedó drásticamente reducido tras la II Guerra Mundial. En 1990 quedaban en toda Hungría menos de 200 animales por lo que fue declarado en peligro de extinción.
La mangalica es una mezcla de la primitiva raza de tronco mediterráneo, Sumadia a la que también pertenece nuestro maravilloso cerdo ibérico, con las razas semisalvajes de los Cárpatos.
La historia de esta raza es la historia de un descubrimiento. Todo empezó en 1990 cuando una empresa segoviana de jamones, Monte Nevado, asentada desde finales del siglo XIX en Carbonero el Mayor, ante el cambio genético que en los últimos años había sufrido el cerdo blanco (cada vez con más carne en detrimento de la grasa), intenta buscar fuera de España cerdos más grasos para mejorar la calidad.
Encuentra en China un tipo de cerdo que podía valer, pero era imposible traerlos a España. Y empieza a buscar en los países del Este.
En una de ellas, en Debrecen, cerca de Rumanía, de repente, ve unos cerdos sueltos por el campo, absolutamente desconocidos y que no había visto ni estudiado en su vida, que más que cerdos parecían ovejas. Eran morfológicamente especiales, rústicos, que aunque no eran gordos se les veía grasos, con poco hueso... Los mangalica era la raza húngara de toda la vida, pero que estaba a punto de desaparecer, pese que hasta principios de siglo XX se contaban millones de ejemplares.
Empezó a buscar estos cerdos por todo el país pero sólo encontró 160, de los que el 30 por ciento estaba cruzado con otras razas. Los compró todos y también una finca donde reproducirlos. Empezó sacrificando ese 30 por ciento que no tenía pureza de raza y, al cabo de 15 años, tenía 4.500 ejemplares repartidos en tres granjas. Estos cerdos tienen un modo de vida parecido al ibérico, al aire libre,moviéndose a su aire. Están acostumbrados al pastoreo, incluso en invierno; es fácil verlos metidos entre la nieve hechos una bola. Comen lo que encuentran, y maíz o cebada. No se alimentan de bellota porque en Hungría no la hay.

Y como del cerdo se aprovecha todo, el mangalica no se iba a quedar atrás. Durante el invierno tiene un pelo largo, una especie de lana como las ovejas, con la que se protege del frío, pero que cambia en primavera por unos curiosos rizos (como si le hubieran puesto los rulos) claros y brillantes que los húngaros aprovechan para hacer fundas de coches o mantas. La última tendencia húngara es hacer con estos rizos un tejido al más puro estilo tradicional, como se hace con la lana de las ovejas. Será entonces cuando -por primera vez- el pelo de un cerdo entre en el mundo de la moda.

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