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viernes, 21 de noviembre de 2014

MÉDULA Con violencia no hay diálogo Por Jesús Lépez Ochoa

Hay una confusión cuando se le exige a Rogelio Ortega que en unos cuantos meses resuelva todos los problemas del estado, en especial, los que motivaron que su antecesor, Ángel Aguirre Rivero, se viera forzado a pedir licencia. Su figura es la de un gobernador de transición cuya razón de ser es que el gobierno siga operando en tanto se elige a un nuevo gobernante.
El gobernador interino se encuentra en el reacomodo de las piezas que requiere sustituir para efectuar lo necesario para la entrega del gobierno a la próxima administración. Esa es su tarea. Lo demás que logre será ganancia.
Su interinato, a diferencia de un gobernador electo, inicia en medio de un descontento social con aires de insurrección no sólo estatal, sino nacional y hasta mundial.
La construcción del diálogo no necesariamente empieza con el acercamiento frontal a los protagonistas del movimiento que integran los normalistas de Ayotzinapa, la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación y otras organizaciones sociales cuya exigencia de que aparezcan con vida los 43 estudiantes desaparecidos por las narcopolicías de Iguala y Cocula en abierta colaboración con un cártel criminal es totalmente legitima.
Reprimir sus manifestaciones empeoraría cualquier posibilidad de diálogo, mismo que las organizaciones han dificultado al radicalizar posiciones, no realmente hacia el actual gobernador, sino hacia el gobierno federal.
Exigir la renuncia del interino en cuanto asumió el gobierno es una manera de presionar al gobierno de Enrique Peña Nieto a que deje de simular y armar shows y que realmente se aboque a decir al pueblo de México, pero sobre todo a los padres de los muchachos desaparecidos dónde están sus hijos.
Una negociación desde posiciones es imposible. El movimiento social por la aparición con vida de los 43 normalistas tiene una posición radical pero además, justificada ante la ineptitud del procurador Jesús Murillo Karam para darles resultados, lo cual deja en medio del conflicto al resto de la sociedad que hay que decirlo, nos quejamos porque nos toman las casetas pero jamás lo hacemos cuando los policías protegen a los delincuentes o colaboran con ellos, como pasó en Iguala y en Cocula.
Tal vez por eso Rogelio Ortega ha optado por reunirse con las fuerzas políticas del estado, empezando por los alcaldes del PRI y el Verde. Seguramente pronto lo hará con los de izquierda para buscar por todos los canales que pueda activarse el diálogo con los manifestantes.
La forma de hacerlo no es a garrotazos como muchos quisieran, pero con violencia, no hay diálogo y el gobernador Ortega lo sabe y aplica su propia manera de hacer las cosas. Hay que dejarlo tejer.



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