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viernes, 9 de enero de 2015

“EL TITI” DICEN QUE DIJERON QUE ANDAN DICENDO QUE… Por Margarito López Ramírez

Han existido, hay y habrá “Piteros”, pero don Reyes García Muñiz, El titi, por su forma de ser y actuar, ha quedado en la memoria de quienes vivieron en los últimos años de la primera mitad del siglo XX. Era un hombre de mediana estatura, tez morena clara, cabellera y bigotes hirsutos y en sus ojos resplandecía el color café claro, facciones de auténtico mestizo hijo de la noble tierra que vio nacer a Ignacio Manuel Altamirano, oriundo del barrio de Santiago en la ciudad de Tixtla estado de Guerrero.
El Titi calzaba huaraches y en su vida otoñal se le vio ocasionalmente usar zapatos choclos. En las muñecas de los brazos se liaba brazaletes de cuero semejantes a los que usaban los gladiadores. Llevaba un paliacate enredado al cuello y en la cabeza una cachucha beige semejante a la que portaban los gendarmes guardianes del orden comunitario en aquellos tiempos. Era de pocas palabras y en su expresión oral se notaba cierta timidez y tartamudeo cuando veía o conversaba con una dama.
El sobrenombre de “Titi” se debe a que a la par de que hacía resonar un tamborcillo, ejecutaba una flauta hecha de carrizo para marcar el acompasado transitar de quienes participaban en los jolgorios populares.
A don Reyes García, heredero y a la postre maestro de “Piteros” , ser probo cabecilla de una dinastía de “Titis” representativos de generaciones que trascienden en el entorno social, se le considera un ícono en el ámbito de las tradiciones tixtlecas: ya en  “El porrazo de Tigres”, ya en el ir y venir de procesiones,  en El encuentros de la Cera y demás paseos en los que participan mayordomos y devotos del santo patrón del barrio; bullicios populares en los que descuellan danzas, mojigangas y huesquixtles que dan colorido y alegría.
Quienes guardan reminiscencias de su persona han dado en afirmar que, en ausencia o desuso del ancestral teponaxtle, transitaba emitiendo su sonsonete inconfundible para convocar a los pobladores. Y he allí que por ello, cuando hay ecos que trastocaban silencios en la amplitud de calles, callejones y plazuelas, procedentes de alguien que divulga lo que debía guardar, los pobladores susurren: “anda como el Titi, con su pito y su tambor”. Aunque no falta quien diga: “desbocado, boquifloja,… anda de argüendero,… deslenguado,… chismoso,… mitotero,…”

*Fragmento:

Libro, “Personajes pueblerinos”, mismo autor.

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