"Ser", significa
ser percibido. Así lo definió George Berkeley (1) en su obra "Tratado
sobre los principios del conocimiento humano", al afirmar que la
existencia es el estado de ser percibido por un cognoscente. Según él, sostener
que algo existe equivale a decir que el objeto en cuestión es percibido por los
sentidos. Pero, aunque el conocimiento a través de los sentidos nos permite
definir aquello que percibimos, nada nos dice sobre lo no percibido. ¿Y qué
implica esto? ¿Es posible que nos equivoquemos al afirmar que lo no percibido,
en efecto, no existe? Lo cierto es que la mente no puede concebir ideas
abstractas que sean equivalentes a objetos particulares en el mundo concreto; y
si sucede, es pura coincidencia. ¿Qué probabilidad hay de que la idea de un
dios coincida con su equivalente en la realidad?
No podemos afirmar que
haya un dios porque no lo hemos percibido de modo alguno y la idea que del
mismo hemos construido nada nos dice sobre su existencia o inexistencia; sólo
se trata de una concepción arbitraria que deviene de imágenes mentales sin un
referente en la realidad. De hecho, una idea abstracta resulta insuficiente
para extrapolar cualquier cualidad de la misma en términos concretos, ya que la
afirmación de existencia requiere, indefectiblemente, que los sentidos y la mente
estén en conciencia de ella.
Sin embargo, ha habido
quienes restaron importancia a la percepción sensorial e idearon sistemas para
fundamentar la existencia de Dios, únicamente basados en la idea del mismo.
Tomemos, por ejemplo, al autor del argumento ontológico: Anselmo de Canterbury.
(2)
Él interpretó que la idea
de un Ser sumamente perfecto deriva necesariamente de su esencia, ya que el ser
capaces de imaginarlo implica que éste existe. Además, supuso que la existencia
es una condición necesaria para alcanzar la perfección, y por lo tanto, sólo es
posible que esa perfección se manifieste en un Ser existente. Pero, en
definitiva, este no es más que un razonamiento hueco. El sólo hecho de concebir
al Ser más perfecto que se pueda imaginar, no implica, necesariamente, que el
mismo exista fuera del entendimiento. (3)
En resumidas cuentas,
debemos concluir que la existencia no es una cualidad que pueda añadirse a
cualquier concepto. De hecho, una idea afirmada como cierta no es más relevante
que una idea simplemente pensada. Las afirmaciones deben probarse, no
simplemente sostenerse. (4) Por lo tanto, el enunciado “Dios existe” debe
considerarse absolutamente irrelevante hasta no ser demostrado empíricamente.
Referencias:
1. George Berkeley (1685 –
1753), también conocido como el obispo Berkeley, fue un filósofo irlandés muy
influyente cuyo principal logro fue el desarrollo de la filosofía conocida como
idealismo subjetivo. Su doctrina también se conoce como inmaterialismo, dado
que negaba la realidad de abstracciones como la materia extensa.
2. San Anselmo de
Canterbury (1033 – 1109), fue un monje benedictino que fungió como arzobispo de
Canterbury durante el periodo 1093-1109. Destacó como teólogo y filósofo
escolástico.
3. “Para Tomás de Aquino,
el supuesto de que todos conciban a Dios como el Ser más perfecto que se pueda
pensar, no implica que lo sea en la realidad. Debe haber conformidad con el
nombre de la cosa y la cosa nombrada. Y de que concibamos intelectualmente el
significado del término Dios, no se sigue que Dios sea sino en el
entendimiento.” Extracto de la obra “Suma contra gentiles” por Clemente
Fernández, libro I, cap. XI.
4. “Cien táleros en el
bolsillo valen lo mismo que cien táleros pensados; pero éstos no existen,
aquéllos si, aunque que existan debe probarse, no simplemente pensándolos, sino
a través de la experiencia.” Extracto de la obra “Crítica de la razón pura” por
Immanuel Kant.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.