A la memoria del Maestro Nelson Valle López, iniciador de
la recuperación institucional y académica de la Universidad Autónoma de
Guerrero.
El
salinismopeñanietista se las está viendo difícil. Ya no siente lo duro sino lo
tupido. No acaba de salir de una, o mejor dicho de ninguna, y ya le llega la
siguiente.
Los
priistas pensaron que el retorno de los brujos a Los Pinos era como un paseo de
domingo por la Alameda del Distrito Federal; pero ya las Alamedas en ninguna
parte del país son seguras.
Las
acusaciones y destapes de corrupción los asedian por todos lados; su consuelo
es que no son los únicos a quienes se señala, también al resto de la clase
política le toca lo suyo.
A los
“Chuchos” y la “Nueva” Izquierda del PRD; al gobernador de Sonora Guillermo
Parres; a Elías Azar, presidente del tribunal de justicia del DF; al presidente
y a su mujer por la compra de casas de excesivo lujo, al secretario de Hacienda,
se les ha venido encima el escarnio popular.
Pero
ni así les arde la cara de vergüenza; tienen la piel más dura que los
rinocerontes.
Los
resultados de la reciente Encuesta Nacional de Satisfacción
Subjetiva con la Vida y la Sociedad, realizada por la UNAM, si bien muestra que
la mayoría de la gente dice ser feliz; también pone de relieve, “entre otros datos, que 41.4 se declara insatisfecho con la situación
económica, que casi 25 por ciento no considera que las personas se traten como
iguales en sus ciudades, y que aproximadamente 80 por ciento de la población
considera que el gobierno nunca o pocas veces lo toma en cuenta para tomar
decisiones.”
Lo
interesante de esta encuesta es la actitud positiva de la gente que lo único a
lo que aspira realmente y con todas sus fuerzas es a ser feliz, a disfrutar del
derecho a la felicidad, que es de lo que se aprovechan los politicastros que
nos mal gobiernan para arrebatarle a la gente el derecho a decidir sobre los
asuntos públicos.
Desde
que apareció el Estado en la vida de las comunidades humanas, los que se
dedican profesionalmente a “la política”, consideran que el gobierno es su
propiedad, un patrimonio personal del que pueden disponer a su antojo.
Por
eso, los delitos contra la integridad del estado, la malversación de fondos, el
enriquecimiento ilícito, el tráfico de influencias y los ahora llamados
conflictos de interés, no pueden ser realmente castigados ni erradicados,
porque las leyes que debieran sancionarlos están hechas para simular que se les
persigue, cuando en realidad están estructuradas para propiciar y proteger la
impunidad de los políticos.
Por
eso cuando se llega a castigar a alguien que ha sido parte del gobierno, es
porque de plano es muy pendejo o porque se peleó con alguien de más arriba,
como es el caso del actual gobernador de Sonora, al cual las autoridades
federales traen como trapeador.
Mueve
a risa loca, el que Peña Nieto reviva la Secretaría de la Función Pública y que
le dé como primera tarea el investigar si existe conflicto de interés en la
compraventa de la Casa Blanca de la Gaviota, la suya propia y la del secretario
de Hacienda. Quiere que los patos le tiren a las escopetas.
Loa
antiguos eran más sencillos y eficaces. Sabían perfectamente que el único
antídoto real y efectivo contra la corrupción, en cualquiera de sus
manifestaciones, es la honestidad. Así de simple.
Por
eso daban tanta importancia a la formación integral del ser humano, al
desarrollo multifacético de sus conocimientos y personalidad; los grandes
genios de la humanidad siempre han aspirado a la formación de hombres libres y
con valores éticos, lo cual permitiría que el libre y multifacético desarrollo
de cada persona sea la condición imprescindible para el desarrollo integral de toda
la sociedad.
En
cambio, a los detentadores del poder eso no les interesa; no quieren que la
gente piense y actué por su propia cuenta, con autodeterminación; menos aún que
lo haga con honestidad, porque cuando la deshonestidad florece y se convierte
en el juego que todos jugamos, la impunidad no tiene límites.
Necesitamos
implantar la honestidad en la vida pública, en el gobierno, en todas y cada una
de las instituciones, en toda la sociedad, para erradicar la corrupción y para
que podamos alcanzar el efectivo derecho a la felicidad.
Febrero
8 de 2015
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