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martes, 24 de febrero de 2015

PALABRA DE ANTÍGONA. Desaire a la democracia, Por Sara Lovera

SARA LOVERA
Déjenme decirlo en palabras de Laura Méndez de Cuenca quien escribió en 1907: “Por ahora a los señores no les queda sino el derecho al pataleo”, a propósito de lo que hoy día sucede en los entretelones de las asambleas de los partidos políticos debido a la Constitución y a las leyes que les obligan armar sus listas electorales con 50 por ciento hombres y 50 por ciento mujeres. La paridad, parafraseando otra vez a Laura Méndez de Cuenca, ha llenado de “alarma al sexo masculino”.
La escritora, que según sus exégetas es cronológicamente la segunda gran escritora mexicana después de la décima musa, Sor Juana Inés de la Cruz, aludía en 1907 al hecho palmario de que las mujeres habían iniciado su camino a la toma del espacio público y lo escribía en un artículo en el Periódico el Imparcial (1896-1914) resaltando que las cosas habían cambiado, que había una rebelión femenina y describía cómo las mujeres demandaban ser profesionistas y ostentar un título, un empleo bien remunerado y derechos.
Nutrida en su vida por la etapa romántica de la literatura decimonónica, por sus viajes por Europa y Estados Unidos, se sorprendió de esa reacción negativa de los hombres alemanes, franceses, ingleses y estadounidenses. Cuando eso escribió todavía la inmensa mayoría de las mujeres en el mundo no teníamos derechos electorales.
Poniendo de lado a esta magnífica escritora, sostengo ahora que a pesar del tiempo, los progresos y las normas que han dado a las mujeres estatura política, en México sucede una silenciosa y profunda revolución. Se diría que entramos en un proceso de grandes cambios no percibidos, en una revolución pacífica. Hay discusiones retóricas y decisiones trascendentes en tiempo  electoral, que no reciben ni la atención ni el análisis necesario.
Discusiones profundas no miradas, donde seguramente hay oposiciones agrias, incómodas, irrespetuosas que podrían generar acciones violentas del verbo al homicidio.
Apenas ayer se informó que en la ciudad de San Luis Potosí, la Procuraduría General de Justicia del Estado (PGJE) investiga el asesinato de Cecilia Izaguirre Camargo (60 años), lideresa del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el municipio Lagunillas. Aparentemente el principal sospechoso es el diputado suplente por el PRI, Francisco Javier Patiño Arellano, quien durante la contienda interna del tricolor agredió verbalmente y la amenazó de muerte.
Si fuera cierto lo que ahora se investiga, estamos en presencia del significado de la paridad para muchos militantes de muy diversos partidos. Naturalmente el tema no es analizado y con frecuencia la comentocracia no analiza los entramados de lo que puede ser un jalón para mejorar la calidad de la democracia: tomar en serio que este país pronto será gobernado y dirigido, por más y más mujeres y que en la cabeza del atraso y la estulticia, esto es inaceptable.
Por eso creo que esta es una revolución profundamente democrática. Por desgracia no tengo a mano las crónicas que me cuenten qué sucede en las asambleas partidarias a propósito de la paridad. Lo cierto, sorpresivo e inquietante, es que se elegirán 500 personas  para renovar la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, nueve jefaturas ejecutivas en igual número de entidades, 661 diputaciones locales y mil 15 jefaturas de ayuntamientos en 17 entidades federativas.
Es decir, se repartirán dos mil 185 puestos de representación. Idealmente 50 por ciento de cada sexo. Eso significa que podrán ser elegidas mil 92 mujeres. Me explican las especialistas que los partidos harán trampa. Eso no tiene duda, ya hay barruntos de reacciones en contra, como el relatado, no obstante el último informe del Instituto Nacional Electoral (INE) muestra que están cumpliendo, porque esta vez si no cumplen no serán registradas sus listas.
En cambio lo que salta al público, como una enfermedad en los medios, son notas y reportajes  que o bien sólo hablan de grupos, descalifican procesos partidarios y dan gran despliegue a los que definen como personajes, a los pleitos partidarios, o bien se refieren a invitaciones a mujeres que dicen que no, difusión que abona la conservadora e ignorante idea de que no hay mujeres por el poder o  se habla de ellas,  como las crónicas de 1953 cuando logramos la ciudadanía, dónde nos ven sólo como subordinadas a los hombres, prospectos de “juanitas” e incapaces. Se equivocan.
Una amiga con gran experiencia política me comentó que desde luego la selección de candidaturas forma parte de imposiciones de grupos hegemónicos, dirigentes autoritarios y poderosos que al final decidirán. Obviamente se trate de hombres o mujeres. Pero la prensa se ocupa sólo de los hombres y cuando hablan de ellas, lo hacen marginalmente o para sacar, como se dice, sus “trapitos al sol”.
Pero lo que sucede desde hace meses, en el interior de los partidos políticos, es algo verdaderamente fascinante, porque están obligados a considerar a sus compañeras militantes, a mirarlas y elegirlas. También desairado por la inmensa falta de credibilidad que nos acosa y solo nos hace mirar las desgracias, realmente existentes, pero no únicas.
Seguro, porque esta es la vida, hay que saber que en algunos casos por primera vez exigen perfiles y notas curriculares, demostración de habilidades, que jamás piden a los hombres: hojas de ruta y títulos, que nunca han pedido a cientos de hombres diputados, regidores o gobernadores.
No está mal recordar un antiguo reportaje donde una aguda periodista nos contó como los señores diputados no saben leer y hay una organización que reporta cuántos señores diputados o senadores, jamás realizan una labor parlamentaria de consideración.
Hay quienes afirman que las legisladoras –ahora unas 200 en la cámara federal- “nunca se han subido a la tribuna”, significado simbólico de la presencia política, sin la crónica de la tarea cotidiana y otras voces ignorantes se han atrevido a señalar que la llegada de más y más mujeres a la tarea legislativa, disminuirá la calidad de la vida en el congreso.
Tendremos gobernadoras  
Por lo pronto es una novedad. Para Sonora ya hay dos mujeres candidatas: Claudia Pavlovich por el PRI y Ana Gabriela Guevara por el PRD; en Guerrero el PRD ya se decidió por Beatriz Mojica; en Nuevo León, el PRI propone a Ivonne Álvarez, y en Michoacán por el PAN está perfilada Luisa María Calderón. Existe una posibilidad del 90 por ciento de que en 2015 habrá al menos dos mujeres gobernadoras, entre nueve entidades donde habrá elecciones.
¿Qué es lo que preocupa? Primero que efectivamente las dirigencias partidarias hagan maniobras a la hora del reparto de candidaturas, maniobras que serán sofisticadas y es probable que no se analice lo que sucede por un pensamiento retrógrado y anticuado, y lo más grave es que el hilo de los cambios, la oportunidad de relatar el proceso democrático, quede en sólo anécdotas que escenifican las personas de poder, sin ahondar en lo sustantivo. Como en el pasado se corre el riesgo de ocultar entramados y consecuencias que podrían significar nuevos cambios a favor del progreso, la igualdad y la paz. No abundaré más, quienes si saben, conocen la importancia de las bancadas feministas señaladamente propulsoras del progreso legislativo.
 La paridad ocupa un lugar predominante en los debates sobre el enriquecimiento de la democracia. A diferencia de la cuota, que es una medida temporal de ajuste cuyo propósito es reducir la subrepresentación de las mujeres en la política, la paridad constituye un acelerador de la igualdad de facto y es una medida definitiva que busca que el poder político sea compartido por hombres y mujeres.

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