Collar de hierro que
llevaba colgado del cuello, un esclavo romano de hace 1700 años. Fotografiado
en el Museo Nacional Romano, en su ubicación de las ruinas de las termas de
Diocleciano.
En el medallón se puede
leer la siguiente inscripción en latín, con la típica escritura continua
(Scriptio continua): FVGITENEME CVMREVOLV VERISME DM ZONINO ACCIPIS
SOLIDVM, "He huido. Cógeme. Si me
devuelves a mi dueño Zonino, te recompensará con un sólido" (moneda de
oro)".
Los esclavos romanos que
trataban de escapar solían ser marcados en la frente, con la letra F de
fugitivus (fugitivo). Cerca de 36 collares han llegado hasta nuestros días.
Los romanos desarrollaron
un tráfico de esclavos a escala masiva. Los generales victoriosos en las
guerras que Roma condujo por todo el Mediterráneo hacían miles de prisioneros
que vendían como esclavos en subastas públicas, a empresarios esclavistas.
Éstos llevaban contingentes de esclavos a Roma y otras ciudades, donde los
compraban los ciudadanos, no sólo los ricos. Se calcula que al final de la
República los esclavos constituían un tercio de la población.
En el derecho romano de la
República, los esclavos tenían la misma consideración que los animales de labor:
eran propiedad absoluta de su dueño, que podía venderlos, castigarlos e incluso
matarlos sin rendir cuentas a nadie. Los esclavos no podían tener propiedad ni
formar una familia legal, aunque se permitía la cohabitación bajo el nombre de
contubernio. Los niños nacidos de estas uniones, llamados vernae, solían
recibir mejor trato de sus dueños, que les adjudicaban
El dueño proveía a los
esclavos de comida y vestido, ambos reducidos a la mínima expresión: una túnica
cada año, y un abrigo y un par de sandalias de madera cada dos años. A cambio,
les podía infligir todo tipo de castigos. Las villas tenían una prisión, el
ergastulum, donde se mantenía encadenados a los esclavos indisciplinados y se
les obligaba a trabajar. Si alguno agredía al amo y escapaba, eran castigados
sus compañeros. En una ocasión fueron ejecutados 400, con la excusa de que no
habían socorrido a un propietario a quien había asesinado uno de sus esclavos.
Dos esclavos sirven vino a
sus amos, mosaico romano del siglo II d,C. de Dougga, Túnez.
Los esclavos domésticos,
comparados con los que trabajaban en el campo, tenían una vida más llevadera.
Los ricachones romanos podían tener decenas de ellos, cada uno dedicado a una
sola tarea a sus servicio o al de su esposa o hijos: maquilladores, peluqueras,
nodrizas, pedagogos, portadores de litera, músicos, lectores... Aún así, consta
que a veces a los porteros (ostiarii) se les encadenaba a la puerta como si
fueran perros guardianes.
Cuando algún esclavo se
escapaba, su dueño ponía todos los medios para recuperar su
"propiedad". Contrataba a cazadores de esclavos profesionales y ponía
anuncios con la descripción del huido. Si éste era capturado, lo azotaban hasta
casi morir y lo condenaban al trabajo en las canteras.
Vía: Reddit, Historia National Geographic
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.