Miguel A. Rocha Valencia/ Quienes podrían poner orden en el país, desde luego si se parte del principio de que hay desorden, serían los legisladores y como no hacen nada al respecto, entonces debemos pensar que existe un acuerdo o complicidad de toda la clase política para mantener las cosas como están e incluso empeoren. O bien, todo se trata de una ficción o mito.
Partimos del principio de que los legisladores representan los intereses del pueblo y de la República. De tal suerte que si hoy se devanan los sesos y se enfrascan en profundísimas discusiones en torno a los asuntos relevantes del país, dejando de lado la crisis económica que aqueja y cuestiona todo el quehacer nacional, es que “todo está bajo control”.
También puede suceder que esa crisis, cada vez más profunda y amenazante de la estabilidad social, sea un mito y un desvarío mental de periodistas y uno que otro despistado.
Bueno ni siquiera la declaración o advertencia del titular de Hacienda respecto a que el presupuesto 2016 partirá de cero, o mejor dicho de menos 135 mil millones de dólares parece hacer mella en nuestros distinguidos legisladores, especialmente diputados, quienes se regodean en la aprobación “temática” de reformas para según ellos, fortalecer la estructura del país.
Olvidan aparentemente que sin dinero no “baila el perro”. Es decir, cualquier asunto abordado en tribuna, análisis y aprobación se enfrentan a un asunto llamado viabilidad, donde necesariamente el ingrediente “dinero” es primordial, incluso en la impartición de justicia o el cuidado, protección y fomento de los derechos humanos de niños, adolescentes y adultos.
Pareciera no caernos el “veinte” o a la mejor exageramos quienes vemos un presente difícil y un futuro inmediato complicado.
Los hechos a pesar del discurso y la publicidad nos plantean una realidad angustiante, con un desempleo cada vez mayor y que en cifras se refleja en informalidad, piratería en todos sentidos y delincuencia.
Bueno hasta las actividades empresariales se practican en informalidad como medida de sobrevivencia, para no pagar impuestos y se van a la “banqueta” para competir con productos que no dan de alta ni facturan o que fingen les son robados.
Cada vez es mayor número de empresas grandes medianas y pequeñas que cierran o reducen personal y actividad. A ello no son ajenas las de comunicación, impresos, radiodifusoras y electrónicos.
La crisis golpea con severidad, pocos resisten y otros de plano, buscan alternativas, esperan momentos que no llegan y se “hacen fuertes” reduciendo plantas laborales”, llevando a la informalidad a sus trabajadores para no pagar prestaciones y sobrevivir en espera de oportunidades.
Pero esos mejores tiempos no van a llegar, no al menos en un año; la crisis se acentuará, los despidos aumentarán y los salarios disminuirán. Veremos quiebras, gente que trabaja con la esperanza de la comisión o simplemente por tener una actividad, a dónde llegar.
Frente a esto, vemos una pasividad un “me vale” de la clase política que no se preocupa pues del presupuesto, de los ingresos impositivos, asegura su salario y los demás, sólo cuentan como voto y a veces ni ese valor le dan.
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