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miércoles, 20 de mayo de 2015

El Escuadrón de la Muerte, fase quinta y última, DICEN QUE DIJERON QUE ANDAN DICIENDO QUE…Por Margarito López Ramírez

 
… Aunque fue breve la estancia de doña Mariana en la casa de Virgilio Apreza Espíritu, ésta dejó resquicios de alborotos entrampados, propiciando que la señora Pretronila Tlatempa Basilio, su vecina, intrigada por lo que oía y las más de las veces no entendía, preguntara: “vecinito, qué pues tanto hablan  y hacen que parece avispero tu casa”; a lo que Virgilio, poseído de pasmosa calma, contestó al tiempo que dirigía sus pasos al interior de su covacha: “no está usted para saberlo ni yo para contarlo, vecinita Petros, pero debe saber que hablamos de todo y nada hasta arreglar las cosas”. La respuesta sucinta del Enchilado produjo más confusión en quien por naturaleza era de poco entender pero de pico ligero, sácalepunta, chismosa y mitotera a más no poder. Y ésta, a manera de desquite por la respuesta que la había dejado más atolondrada de lo que era, se echó a cuestas la tarea de decir a medio mundo que allí, en el interior del refugio de El Escuadrón de la Muerte, la gente invocaba a no sé quién y bebía mezcal hasta hartarse.

No causó sorpresa entre el vecindario el parloteo mal intencionado de doña Petronila, pero sí despertó curiosidades. Originando que, animado por jefes o jefas de otras cofradías y patriarcas de encumbradas familias dominantes en el entorno social, haya aparecido en la escena del hacer bohemio del Escuadrón un enviado, un “colado” que, supo cómo entró pero hasta la fecha desconoce en qué circunstancias abandonó la convivencia a consecuencia de ponerse al tú por tú con quien fue comisionado para darle la bienvenida, y de refilón saber si daba la medida… Según afirmaciones de Francisco Santos Corrales, sólo recuerda que amaneció despernancado y orinado en la esquina cercana a la Calle de la Igualdad que conduce al Camposanto; y que, ante tal hecho que le produjo una cruda moral, hubiese querido refundirse entre los trebejos de su casa para ocultar su vergüenza, mas como casi de inmediato fue requerido por aquéllos que lo indujeron y le habían pagado para que fuera de metiche, dio la cara, apareció ante sus contratantes, y desembuchó lo que escasamente recordaba.
         
Ahora el vulgo, amén de festejar la excepcional borrachera que pescó Pancho el entrometido de quien se dice que por su inconsciencia le queda eso de “cuerpo dormido, fundillo perdido”,  lleva y trae el supuesto comportamiento de los integrantes del citado Escuadrón; afirma   que no obstante su adicción al vino y la parranda, quienes integraron El Escuadrón de la Muerte en Tixtla de Guerrero, fueron hombres del buen decir y beber, porque, además de ingerir bebidas embriagantes a lo bestia sin llegar a la inconsciente, amparados de la mucha o poca sabiduría que les había  proporcionado la vida o el conocimiento adquirido en las aulas destinadas a la educación superior, discernían sobre diversos temas: hablaban de la pobreza extrema de la gente asentada en los pueblos abandonados por el gobierno a la voluntad de dios; lanzaban maldiciones a los politiqueros que se enriquecían  de la noche a la mañana robando dineros del pueblo ; decían de ellos que, cada vez que había elecciones  para ocupar puestos gubernamentales, convencían a la peonada con promesas, y que cuando habían logrado su propósito, apenas si se habían encumbrado en su “puesto”, se desentendían de lo dicho, sufrían de amnesia, se les olvidaba todo lo dicho a sus electores, y con desfachatez “salían con su domingo siete” diciendo para sus adentros: “El prometer no empobrece, el dar, aniquila”… “O´ verán si les cumplo”… “Con fe que tengan, dios los socorrerá,…”;  expresa la paisanada, a manera de desahogo, que, ungidos de poder y prebendas gubernamentales, los “electos” alzan los brazos para anunciar su credo: “Dios, no me des, sólo ponme en donde hay… que de los demás yo me encargo”. Se escucha, en el decir de hombres y mujeres, que no dejaban títere con cabeza en sus discusiones, que ponían en el tapiz de la discusión las peculiaridades de ciertos personajes malosos enquistados en el entorno social, político y económico del suelo mexicano; y que, cuando el hartazgo se apoderaba de ellos, retomaba su actitud de bohemios delirante, como antaño lo hacían: Cirenio González Morales(+), Lorenzo Astudillo Alcaraz (+), Esteban García Cervantes (+), Vicente GonzálezAlejandro, Jesús Ojeda (+), Rodolfo Vélez García (+), Leobardo Ángeles Aparicio (+), entre otros; testifican y dicen que Virgilio Apreza Espíritu, El Enchilado y compañía renovada concluían sus alegatos: entonando canciones, declamando poemas y trovando versos bajo los arpegios de guitarras o arpa parranderas, a la par que levantaban sus copas rebosantes de néctar extraído del maguey, y repetían viejos y elocuentes decires mundanos: “Agua de la verdes matas tú me tumbas y me matas, y me haces andar en cuatro patas”,… “dulce vino, divino tormento, ¿qué haces afuera? ¡Vamos pa´dentro!” 

Impera la luminosidad de un atardecer primaveral, y, en tanto que en el interior de la morada de El Enchilado imperan bullicios, y afuera de ésta doña Petronila y Pancho Santos cuchichean discerniendo no sé qué, el Canelo aparece por el rumbo del arroyo de Jaltipan, cabalga vigoroso a lo largo de la Calle de los Huajes, avanza emitiendo sonidos provenientes de su acostumbrado trotar y alocado rebuznar de burro manadero, viene seguido de su ama, la señora Mariana Tizapa Chomolco quien con andar zarandeque intenta guardar compostura de mujer modosita… y de buen ver.    


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