Uno de los graves
problemas o vicios que se cometen en las instituciones (esas que Andrés Manuel
López Obrador mando al diablo) es el nepotismo. Para algunos, es un orgullo;
para otros, es algo condenable.
El
nepotismo es una vieja práctica de los que llegan al poder. Data,
incluso, hace miles de años. En la República Romana, por ejemplo, el cónsul Pompeyo legó a su suegro Quinto Cecilio Metelo Escipión dos
legiones aunque éste mostraba una gran ineptitud en ámbitos militares. Y, a
pesar de la oposición de Marco Antonio, quien desde la tribuna del Senado
denunció esta situación, no pudo hacer nada debido a que el Senado era dominado
por los boni (“hombres buenos” en
latín) y que fue utilizado por importantes líderes políticos en la época final
de la República.
En la Iglesia Católica
tampoco cantan mal las rancheras. En la Edad Media, algunos Papas y obispos
criaban sus hijos naturales como “sobrinos” y les daban preferencia. De hecho,
esos sobrinos fueron elevados a ser cardenales. El caso más emblemático fue el
del Papa Calixto III quien convirtió a dos de sus sobrinos en cardenales; uno
de ellos (Rodrigo) llegó a ser Papa (Alejandro VI). El mismo Alejandro VI
promovió desde El Vaticano a Alejandro Farnesio, hermano de su amante Julia
Farnesio, como cardenal, y que años después llegó a ser Papa (Pablo III).
El
gran Napoleón Bonaparte siendo emperador de Francia, también practicó el nepotismo.
A su hermano José Bonaparte, mejor conocido como “Pepe Botella”, lo convirtió
en rey de España.
En México tenemos muchos
casos. Y en Guerrero, ni se diga.
Ángel
Aguirre Rivero y Rogelio Ortega Martínez son dos casos.
Claro, el más descarado fue Aguirre, quien acomodó a un centenar de sus
parientes en puestos claves de la administración estatal, a tal grado de
manejar recursos públicos sin que nadie les dijera nada.
Carlos
Mateo Aguirre Rivero, quien estuvo recluido durante unos meses
en el penal de máxima seguridad de El Altiplano por los delitos de peculado y
lavado de dinero, actuando en los hechos como vicegobernador de la entidad
desde su cargo como coordinador general del Ejecutivo. Incluso, es conocido
como “El Señor Diez por Ciento” por los diezmos que les pedía a empresarios
constructores que ejecutaron obras y a proveedores de medicamentos en el
gobierno de su hermano.
En
la administración de Rogelio Ortega también hubo casos al respecto. El
pasado 23 de junio, la Agencia Apro dio
a conocer que 40 familiares y amigos del
gobernador sustituto cobraban en el gobierno del estado y de manera
simultánea en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAGro). Uno de ellos, fue su
tío Rubén Fuentes Alarcón, quien
ganaba 11 mil pesos como jefe de la Coordinación General de la Zona Sur de la
UAGro, y 40 mil como su asesor.
En
el Congreso local se sabe que en cada Legislatura los diputad@s han dado de
alta a sus espos@s, hijos, hermanos y concubin@s.
En
el Tribunal Superior de Justicia (TSJ) también es descarado el nepotismo.
Los magistrados tienen a sus hijos y esposas en puestos claves, sin tener
antigüedad de nada. Es el derecho de
sangre, pues. La carrera judicial para ascender a otros cargos, es una
falacia. O, bueno, a lo mejor son contados los que llegan por méritos
profesionales.
En anteriores entregas he
abordado en este espacio los nombres de algunos magistrados que hacen de esta
práctica un orgullo o algo normal.
El 14 de agosto, por
ejemplo, señalé que la magistrada Lambertina Galeana Marín (en ese
entonces presidenta del TSJ), tenía o sigue teniendo como secretaria particular
a Paloma Oviedo Galeana, y colocó a Kenia Oviedo Galeana como proyectista
de la Sala Familiar. Resulta que ambas jóvenes son sus hijas. Y eso no es todo.
A su sobrina Lorena Benítez Radilla
la colocó como juez de Primera Instancia de lo Familiar del Distrito Judicial
de Hidalgo.
El 11 de agosto designó a Berenice Jáuregui Alarcón como coordinadora
de la Unidad de Igualdad de Género, área que funciona como enlace entre el
Poder Judicial y las instancias involucradas en la Igualdad de Género y
Derechos Humanos en el estado.
Berenice Jáuregui no es
consanguínea de ella, pero sí del veterano magistrado Julio Lorenzo Jáuregui García. ¡Zas!
Me llama poderosamente la
atención una declaración que dio el recién estrenado magistrado presidente del
TSJ, Robespierre Robles Hurtado,
quien reconoció el nepotismo y amiguismo
que impera en esta institución, comprometiéndose que su meta “será
erradicarlos una vez que el pleno apruebe el Reglamento Interno de la Carrera
Judicial”.
Esto lo dio a conocer este
martes durante un encuentro que sostuvo con legisladores en la Sala José
Francisco Ruiz Massieu del Congreso local.
Se
escucha bonito, pero es necesario que lo refleje en los hechos. Hay
que darle el beneficio de la duda, porque ya basta que empleados del TSJ con
antigüedad y experiencia sean hechos a un lado por los recomendados de los
magistrados. Es cuanto.
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E-mail: efrain_flores_iglesias@hotmail.com;
Facebook: Efraín Flores Iglesias;
Twitter: @efiglesias
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