El entramado de intereses
políticos, económicos y criminales en el que finalmente se debatió el caso
Iguala-Ayotzinapa, con severos diferendos entre el llamado Grupo
Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y la representación del
gobierno de Enrique Peña Nieto, es decir, la Procuraduría General de la
República y la Secretaría de Gobernación, ha dejado dos cabos sueltos, uno de
ellos en calidad de testigo y/o corresponsable protegido.
MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
Las diferencias entre la
verdad del GIEI y la del Gobierno de México –fíjese usted con qué facilidad
escurrieron el bulto los dueños del PRD y de Morena--, al final no citaron el
status de tres testigos que son sustancialmente corresponsables de lo ocurrido
la noche del 26 de septiembre de 2014 en los municipios de Iguala, Cocula y
Huitzuco, cuyos policías municipales no se mandan solos, porque en esos pueblos
todo el mundo sabe de qué está hecho cada cual y de qué tamaño y riesgo son sus
relaciones.
Públicamente se desconoce,
por lo menos, la declaración ministerial del matrimonio formado por José Luis
Abarca Velázquez --entonces presidente municipal de Iguala, cuya riqueza
insultante no fue producto de su actividad como comerciante—y María de los
Ángeles Pineda Villa, cuyos vínculos con el crimen organizado han sido
vastamente documentados, incluso con quienes han sido señalados responsables de
desaparecer a los 43 normalistas de Ayotzinapa.
Y, bueno, el principal
responsable de lo que ocurría en esos tiempos en el estado de Guerrero, porque
se desempeñaba como gobernador de la entidad, Ángel Heladio Aguirre Rivero,
cuya más reciente aparición fue en un encuentro con diputados federales
integrantes de la comisión legislativa encargada del seguimiento del caso
Ayotzinapa, a quienes dio atole con el dedo y fanfarroneó su presunta
inocencia.
¿Aguirre Rivero desconocía
las relaciones peligrosas del matrimonio Abarca-Pineda? ¿Estaba desinformado de
todo lo que ocurría en Guerrero? ¿Es inocente? Ofende al sentido común
considerar, siquiera considerar, que Ángel Heladio no sabía qué ocurría en el
estado al que gobernaba.
Sin duda es el primer
gobernador con status de testigo protegido relacionado con un crimen que ha
minado, aún más, la credibilidad del gobierno de Enrique Peña Nieto y abonado
en el status de impunidad. ¿Qué sabe Ángel Heladio que no se le ha detenido e
inculpado, por lo menos por haber incurrido en el delito de omisión como
gobernador del estado de Guerrero?
Y qué hay del matrimonio
imperial que está recluido en penales de alta seguridad. En las conclusiones del
GIEI no hay una sola línea enunciada públicamente que los involucre. Pareciera
que la idea es llevar a picota al gobierno de Enrique Peña Nieto y al
Presidente mismo de la mano de la procuradora Arely Gómez, heredera de una papa
caliente, amasijo de contradicciones documentales avaladas por su antecesor
Jesús Murillo Karam. Por cierto, ¿y los comunicadores oficiales? El PRD, Los
Chuchos y Andrés Manuel López Obrador les ganaron la partida, de responsables
pasaron a acusadores.
Así, las cosas, hoy la
situación que priva en el estado de Guerrero tienen encendidas las luces rojas
de alarma plena en el gobierno federal. La crisis de inseguridad impactó a la
economía del estado a partir del polvorín en el que Acapulco se ha convertido.
El principal dinamo generador
de divisas, dineros derramados por el turismo nacional y extranjero que
sostiene prácticamente a las finanzas estatales, no puede ser indefinidamente
campo de batalla del crimen organizado ni sus empresarios, ciudadanos y
prestadores de servicios turísticos vivir bajo la amenaza de muerte y el cobro
de piso por vivir y ganarse la manutención.
Hace unos días, en una de
esas reuniones y conferencias programadas con participantes en el Tianguis
Turístico celebrado en Guadalajara,
Jalisco, el CEO de una trasnacional hotelera advirtió abiertamente que
su empresa y otras de alto nivel que prestan servicios al turismo
internacional, no participarían en la edición 42 que se realizará en Acapulco.
¿La causa? Inseguridad.
Por supuesto, el gobierno
federal, es decir, el Presidente de la República y su secretario de Turismo,
junto con el gobernador de Guerrero, no permitieron que esa versión se
impusiera como pauta que cambiara planes, planes que implican cientos de
millones de pesos. Un tianguis del tamaño del que se ha manejado desde hace más
de cuatro décadas en el ramo del turismo, no es cualquier cosa.
Indudablemente la ola de
ejecuciones que genera zozobra y terror, sí, terror, entre los habitantes de
Acapulco, también crece en el interior del estado y, entonces, Guerrero se
torna una tierra bajo control del crimen organizado y de libre operación de
delincuentes comunes. Y si a ello se suma la permanente presión, montada en
actos de vandalismo que igual entrañan fuente de temor, dado el carácter de las
movilizaciones por el caso de los normalistas de Ayotzinapa, entonces ahuyentar
al turismo es elemental consecuencia.
Por ello la importancia de
esta reunión del gabinete de seguridad que el lunes último encabezó, en
Acapulco, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, con
autoridades del estado de Guerrero. Previamente hubo un encuentro con 400
empresarios y representantes de organizaciones civiles de la entidad.
¿Sabe usted cuál fue el
acuerdo? ¡Trabajar juntos! ¿Qué no hubo ese acuerdo en reuniones pasadas?
Bueno, pues ayer, de
acuerdo con la información oficial, los integrantes del gabinete de seguridad
del gobierno federal, con autoridades estatales y municipales fue “para evaluar
las acciones en materia de seguridad que se realizan conjuntamente por parte de
los tres órdenes de gobierno en todo el territorio guerrerense”. Y Osorio Chong
llamó “a fortalecer los esquemas de coordinación para alcanzar los resultados
que reclaman los habitantes de la entidad”.
Y, siempre de acuerdo con
la versión oficial, “los integrantes del Gabinete de Seguridad, junto a las
autoridades locales, revisaron las estrategias puestas en marcha encaminadas a
abatir la inseguridad y disminuir los índices de delincuencia en la entidad en
general y en Acapulco en particular”.
Hace poco, Osorio Chong
emplazó a los mismos personajes con los que se reunió, a que denunciaran
delitos pero igual ponderaran las acciones y no dejaran que, quienes atentan
contra la seguridad de los guerrerenses ganaran espacios victimizándose. El
lunes aseguró “que en el combate a la delincuencia se podrá avanzar solo con la
firme determinación de las autoridades en los tres niveles de gobierno y así
alcanzar los resultados que la sociedad guerrerense demanda”.
Bien por los discursos y
las pretensiones, el reparto de responsabilidades. Bien que Guerrero sea
atendido y que Acapulco sea asunto de prioridad del Estado mexicano. Pero ese
ha sido el mensaje recurrente y el Puerto hoy está en el top ten de las
ciudades más violentas e inseguras de México y el mundo. ¿Hasta cuándo se
protegerá a quienes saben quién y quiénes tienen al estado y al puerto en vilo?
Digo.
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@msanchezlimon
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