MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
En ámbitos del quehacer
legislativo suelen proponerse iniciativas de diverso calibre, en alcance e
importancia. Igual se asumen decisiones que tienen humores de impunidad y hasta
desdén frente a demandas de justicia.
Esta semana, por ejemplo,
la Subcomisión de Examen Previo de la Cámara de Diputados, por unanimidad
desechó 58 expedientes de juicio político. Y vea usted las causas. De ellos, 49
fue porque las denuncias no son contra funcionarios públicos --¿quién asesoró a
los demandantes y quién las recibió porque les tomó el pelo porque debió haber
sido un legislador que conocía del procedimiento? Y, bueno, 9 por la muerte de
los señalados.
Mercedes del Carmen
Guillén Vicente, diputada federal
copresidenta de la Subcomisión, dijo que hubo un examen minucioso de los
expedientes de juicio político y se identificó a aquellos que son notoriamente
improcedentes porque la persona acusada no es sujeta de juicio, ya que no se
encuentra entre los servidores públicos que contempla el artículo 110
constitucional.
Y puntualizó que “el
acuerdo es que en aquellos casos que se solicite información de dependencias se
girarán los oficios para que llegue la información lo más pronto posible, es
ponerse al día de un rezago de diez años”.
De acuerdo con la
legisladora priistas, se está dando cumplimiento al desahogo de las solicitudes
rezagadas de las legislaturas anteriores y se resolvió la mayoría de los
pendientes de la LIX Legislatura --¡de hace casi doce años!--, de cuyo cúmulo
restan sólo seis expedientes que requieren mayor atención.
Y bueno, refirió que se ha
dado respuesta a más de la mitad de las denuncias de la LX Legislatura –de hace
nueve años--, con lo que su desahogo ha quedado casi satisfecho y permitirá
abordar con atención las que así lo ameriten.
Pero, mire usted, el otro
copresidente de la Subcomisión, el diputado Álvaro Ibarra Hinojosa, aseguró que
se ha avanzado casi en 45 por ciento de las peticiones de juicio político
resueltas, que hace casi 13 años no se atendían. ¡Sopas!
Y el diputado perredista
Rafael Hernández Soriano aclara que los expedientes desechados se refieren solo
a los sujetos de juicio que señala el artículo 110 constitucional, es decir,
alguno de los que tienen un cargo federal o quienes sin tener cargo federal,
pero sí local, hayan cometido faltas graves a la Constitución o, bien, un
desvío de recursos públicos de carácter federal.
“Es importante decirlo
–acotó-- porque en estos casos lo que atendemos son los cargos; sin embargo,
alguno de los señalados pudiera ser sancionado en otra instancia a nivel
municipal, local o en otra materia”.
Además, explica que la
Subcomisión no prejuzga el fondo, revisa una de las hipótesis que marca la ley
de que si son o no sujetos de juicio político. Como no se cubre el supuesto del
110, se indica que no puede haber procedimiento. “No es nuestro fin
adelantarnos a juicios, sino revisar formas”.
Sin duda los actuales
diputados tienen razón fundada en el procedimiento, pero a toro pasado han
incurrido en omisiones, porque llevan más de un año en el ejercicio del cargo
y, como ha ocurrido en otras legislaturas, de pronto desechan denuncias que
debieron ser atendidas con la prioridad correspondiente.
Y es que, dejar en la
congeladora las demandas de juicio político, tiene mucho de complicidad y
encubrimiento. Es decir, lo de siempre, el burocratismo que implica impunidad.
EN OTRO ESCENARIO, está la
propuesta de la bancada de Nueva Alianza en la Cámara baja, para reducir el
número de diputados y senadores en el Congreso de la Unión. El objetivo es
crear un sistema unicameral.
El coordinador de fracción
neoaliancista, Luis Alfredo Valles Mendoza, considera que se debe contar con
una autentica representatividad, con inclusión, pluralidad política y respeto a
los derechos políticos de las minorías, mediante un sistema unicameral de 500
legisladores.
Argumenta que los
objetivos de esta propuesta son eficientar al Poder Legislativo, fortalecerlo
mediante un sistema que permita agilizar los trámites, erradicar la duplicidad
de funciones y generar un ahorro en época de austeridad.
Convertir al Congreso de
la Unión en un sistema unicameral, aduce, generaría un ahorro de casi cinco mil
millones de pesos anuales, más un adicional que representa cada seis años el
proceso de elección.
Con ello, sostiene Valles,
también se propiciarían mejores consensos políticos y se fortalecería el
pluralismo y la representatividad.
De hecho se trata de
comenzar de cero, crear un cuerpo legislativo único, con 500 integrantes de
mayoría relativa y de representación proporcional, en el que todos y cada uno
de los ciudadanos se sientan realmente representados, de acuerdo con Valles
Mendoza.
Aseguró que el trabajo de
los legisladores atraviesa por una crisis de credibilidad, derivada de un
desprestigio ante la ciudadanía, principalmente por la falta de productividad,
de consensos o la tardanza para aprobar iniciativas en el Congreso de la Unión
y de los altos costos que representa la burocracia legislativa.
Incluso, el presidente
nacional de Nueva Alianza, Luis Castro Obregón, recordó que esta propuesta del
unicameralismo es una forma que ya se tuvo en la Constitución de 1857 y, al
fusionar las atribuciones en un solo Congreso, se evitan duplicidades, retrasos
y congelamientos.
Tienen razón Valles
Mendoza y el maestro Castro Obregón. Pero remar a contracorriente con los
intereses creados en esta pluralidad en la que las decisiones obedecen a las
mayorías partidistas, difícilmente se aterrizaría en ese unicameralismo, cuando
el tema de la reducción de plurinominales no ha superado ni siquiera las
primeras discusiones para adelgazar a las Cámaras de Diputados y de Senadores.
Y menos en estos tiempos preelectorales y de sucesión presidencial, nadie se
atreverá siquiera a abonar en el tema. ¿Para qué?, preguntarían, si como están
funcionan. Conste.
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