LA ASAMBLEA NACIONAL DEL
PRI, la que acaba de pasar, no solo puso de manifiesto un priísmo cohesionado,
y unido, sino que marcó la ruta de ese partido rumbo a la jornada electoral del
2018; y más allá de su candidato a la presidencia de la República, puso énfasis
en el discurso que habrá de llevar a cabo. Es decir, la construcción del futuro
del país, contra el regreso al pasado.
En suma, el Partido
Revolucionario Institucional (PRI) está preparado para lo que viene, y en lo
que para muchos es su última oportunidad para gobernar el país. Es decir, los
priístas librarán la madre de todas las batallas, como soldados de su partido,
encabezados por el “primer priísta” del país como general del ejército
tricolor.
Es indudable que el otro
partido único, e invencible, de manera paulatina viene perdiendo votos, como
los cinco millones en los últimos cinco años. El desgaste político, como parte
del ejercicio del poder, que tiene que ver con promesas incumplidas y los actos
de corrupción de quienes han encabezado los gobiernos priístas, han generado
cada vez una oposición más fuerte que día a día gana terreno entre los
mexicanos, de tal forma que, hay quienes creen que el PRI está ante su última
elección.
Hay que decirlo. La
solución de los grandes problemas del país no son cuestión de partidos, sino de
gobiernos. Son éstos, hay que decirlos, quienes han fallado en el ejercicio del
poder. El PRI, como partido que más ha gobernado, tiene la mayor parte de culpa
de ello, pero lo mismo puede decirse del Partido Acción Nacional (PAN), y por
supuesto del Partido de la Revolución Democrática (PRD), que si bien no ha
gobernado desde la presidencia de la República, sí lo ha hecho desde los
estados.
No extraña pues que el
Partido de Andrés Manuel López Obrador, el PAMLO, y su candidato, el propio
Andrés Manuel, tenga hoy por hoy un número creciente de seguidores pese a su
reciente formación. Su discurso en favor de los pobres y contra la ineficiencia
y corrupción del PRI, PAN y PRD, no solo lo hace atractivo para aquellos mexicanos
que prácticamente no tienen nada, sino que es su principal oferta electoral
contra gobiernos que, además de corruptos, son insensibles a las demandas
populares.
Éstos, y la promesa de un
gobierno benefactor, de entregarle la riqueza a quienes no la tienen, propio de
un modelo de los años 70 y 80, o lo que es lo mismo, de vuelta al pasado, es lo
que propone López Obrador. Y contra éste fue el discurso que delineó el
presidente Enrique Peña Nieto en la Asamblea Nacional del PRI, realizada el
sábado pasado. Trabajar por el futuro del país, para evitar el populismo.
Queda en el aire si el
PRI, con su estructura y desde la presidencia de la República volverá a
convencer a los mexicanos que, hay que decirlo, ya están cansados de las
promesas de los gobiernos priístas, caracterizados las más de las veces de ser
corruptos, sinvergüenzas y traidores al país. Contra esos va el priísmo, y con
la consigna de que ahora sí van a cumplirle a los mexicanos.
Es cierto. “Defender los
logros obtenidos y a salvaguardar el proyecto de país que estamos
construyendo”, es un buen discurso, contra la propuesta de la vuelta al pasado
que propone el principal partido de oposición, personificado en el PAMLO. La
pregunta es si los mexicanos, la gran mayoría, agraviados por la pobreza y la
marginación, volverán a creer a quienes, si bien es cierto que han construido
las instituciones, se han enriquecido a costa del país.
El PRI, hay que decirlo,
es aún el partido de las mayorías, o mejor dicho, de los que votan en las
elecciones, pero es muy cierto que la gran mayoría de los mexicanos están
desencantados de sus logros. La corrupción, el robo y el saqueo de los recursos
públicos, así como la falta de resultados para acabar con los grandes problemas
del país, son sus principales enemigos en la elección del 2018.
La batalla, pues, como lo
dijo Peña Nieto, será decisiva. Habrá que convencer a la inmensa mayoría de
mexicanos con eso de que “México gana cuando gana el PRI”.
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