El regaño a Pablo Amílcar,
el “gobernadorcito”…
SI NO SE QUEDA, LE VAMOS
HACER UN DESMADRE en la visita del presidente, le advirtieron, y sólo así, sólo
así, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros, el que sueña con ser gobernador del
estado, se quedó en Casa Guerrero, en la sesión del Consejo Guerrerense para el
Desarrollo Rural Sustentable. Y es que “el gobernadorcito”, como le dicen, se
retiraba de la reunión para preparar, según dijo, la visita que tiene este viernes Andrés
Manuel López Obrador en Acapulco, principalmente con los banqueros.
Es decir, el delegado
único en Guerrero del Gobierno federal, Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros,
prácticamente fue obligado a quedarse a la sesión, en donde además fue objeto
de reclamos por parte de los dirigentes de las organizaciones campesinas allí
reunidas. El motivo, porque hasta la fecha no se ve su trabajo por ningún lado.
Y es que, en efecto, quién
sabe qué diablos hace el tal Pablo Amílcar como delegado único en el estado,
aunque cobra más que el gobernador Héctor Astudillo Flores, pues a nadie
recibe, pese a solicitudes de reunión sobre los programas y acciones que se
supone van a realizarse en Guerrero. “Usted no ata ni desata”, le gritaron en
esa reunión.
“Quédese”, le exigió,
entre otros Rigoberto Acosta González, presidente del Consejo Regional de la Sierra
de Guerrero, en tanto que Marco Antonio Reyes Ocampo, de la Unión Nacional de
Trabajadores Agrícolas, cuestionó su desempeño en el cargo, mientras que
Sebastián de la Rosa Peláez, de la Coduc, y Reyes Ventura Urióstegui, dirigente
de los mangueros en el estado, evidenciaron su falta de trabajo en favor de los
guerrerenses.
Y no es para menos. Desde
que entró en funciones el nuevo gobierno, el de AMLO, el que en campaña decía
que “primero los pobres”, nada se sabe de lo que se hace en Guerrero, pues ni
siquiera llegan los apoyos a los discapacitados, y eso que el presidente lo
anunció hace dos meses en Tlapa, aunque eso sí, han desaparecido las estancias
infantiles en el estado, lo mismo que los comedores comunitarios, entre otros
programas sociales en favor de los que menos tienen.
Le gritaron: “ponte a
trabajar”. Y alguien más dijo: “quiere llorar, quiere llorar”. Alguno más dijo:
“denle un clínex”, mientras el súper delegado, el vicegobernador, o el
gobernadorcito, se removía en la silla.
Y es que nunca lo habían obligado a quedarse a una reunión, a escuchar
reclamos, y en suma, a ser regañado. Y es que, de acuerdo a los dirigentes de
las organizaciones campesinas y miembros del Consejo Guerrerense para el
Desarrollo Rural Sustentable, el tiempo ya está encima y ni siquiera los del
Gobierno federal, el cual representa Pablo Amílcar en Guerrero, han tenido la
capacidad de informar las reglas de operación para el programa del
fertilizante.
Por supuesto, dudo que el
incidente termine así. Es decir, como si nada. Como si el regaño, y la
humillación para el representante en el estado del
señor-presidente-de-la-república, nunca hubiera pasado. Dicen los que lo
conocen que Pablo Amílcar Sandoval Ballesteros es como Andrés Manuel López
Obrador: perdona pero no olvida. Es rencoroso, pues.
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