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lunes, 15 de abril de 2019

CAÍDA DEL FILTRADOR SIN FRONTERAS Por Joseba Elola.



Julian Assange llevaba años diciendo que Estados Unidos quería extraditarlo. Que había una causa secreta en marcha contra él por revelar los secretos de la diplomacia y el espionaje estadounidenses. Que tras Chelsea Manning, la analista de inteligencia que le proporcionó la documentación con la que inició una serie de filtraciones que pasarán a la historia, el objetivo era derribarle a él. Por eso se mantenía refugiado en condiciones físicas precarias, tras casi siete años sin apenas ver la luz, en una embajada en la que, cada día más, era un okupa no deseado. Sus peores temores se confirmaron este jueves. Ya ha sido evacuado por la fuerza de la sede diplomática que le daba cobijo desde junio de 2012. Ecuador levantó la protección que le daba. Y la policía metropolitana británica confirma que, en parte, ha sido detenido por una petición de extradición de Estados Unidos. La aventura del filtrador por antonomasia entra en una fase que no le augura grandes alegrías. 
Con larga barba blanca, desmejorado, transportado como un cordero, gritando. La imagen que el mundo recibió este jueves del controvertido editor, a sus 47 años, poco tiene que ver con la de aquel activista carismático y glamuroso que en el año 2010 desafiaba a la gran superpotencia desde la portada de la revista Time, que lo elegía como hombre del año./ Las cosas, el mundo, mudan rápido la piel. Hace apenas dos años, el sol parecía empezar a lucir para el fundador de WikiLeaks, web de filtraciones responsable de casos tan sonados como el Cablegate en 2010, donde expuso los secretos de la diplomacia estadounidense, o las filtraciones que pusieron en apuros a la candidata demócrata Hillary Clinton en la campaña electoral en la que se impuso Donald Trump: la analista Chelsea Manning había sido indultada por Barack Obama y recorría el mundo pregonando las bondades de la transparencia informativa; y las autoridades suecas habían desestimado la investigación de las acusaciones de violación que sobre él pesaban en Suecia. Hoy, Chelsea Manning está de nuevo en la cárcel por no colaborar en la investigación que un jurado norteamericano lleva en torno a WikiLeaks. Y Assange ha retornado al calabozo.
Llevaba muchos años buscándole las cosquillas a instituciones y personajes con poder, así que difícilmente iba a irse de rositas. Creó WikiLeaks en el año 2006 con la intención de utilizar las potencialidades que ofrece la tecnología y la Red para denunciar y exponer las conductas de los corruptos. Su éxito consistió en, con su notable pasado de hacker, construir una plataforma en la que los denunciantes pudieran filtrar documentos de manera anónima sin que se les pudiera seguir el rastro. La emisión en abril de 2010 de una filmación en la que se veía a un helicóptero Apache estadounidense disparando a un grupo de civiles situó a su web en el radar informativo. Y la publicación de Los Papeles de Irak, Los Papeles de Afganistán y Los Papeles del Departamento de Estado (o Cablegate), a lo largo de ese año, convirtieron a WikiLeaks en la marca global del nuevo periodismo de denuncia con ADN digital. 

También fue en ese año, clave en su trayectoria profesional y vital, cuando salió de una visita a Estocolmo, en el mes de agosto, con cuatro acusaciones de delitos sexuales (una de ellas, de violación) por su comportamiento con dos mujeres. La instrucción de estos procedimientos de la judicatura sueca se ha ido extinguiendo a lo largo de estos últimos años por haber prescrito el plazo para interrogarle o porque las autoridades suecas decidían abandonar la investigación (en mayo de 2017). 

Siempre fue un hombre controvertido, tan admirado como detestado. Dotado de un evidente carisma y de una inteligencia notable, acusado también de despotismo y egolatría, fue un niño superdotado y apuntó maneras desde bien pronto. Criado en una familia inconformista, con la que vivió una infancia itinerante por territorio australiano, encontró refugio en el mundo de los ordenadores, donde se formó como programador demostrando un precoz talento. A los 16 años, con el seudónimo de Mendax, formó su primer grupo de hackers con dos amigos y poco tardó en descerrajar el sistema informático de la compañía canadiense de telefonía Nortel. Su vocación por desestabilizar sistemas ya le llevó ante los tribunales en su país natal cuando era un joven con coleta y gafas de John Lennon. Egocéntrico, con un alto concepto de sí mismo, consiguió granjearse todo tiempo de enemistades a lo largo de su recorrido en WikiLeaks y muchos de los que le acompañaron en los primeros compases de la aventura informativa le abandonaron o fueron expulsados, como ocurrió con el que fue su mano derecha en los años fundamentales de la plataforma, el informático Daniel Domscheit-Berg, o con la activista islandesa Birgitta Jónsdóttir.
Tras perder su pulso con la justicia británica, que aprobó su extradición a Suecia por cuatro acusaciones de delitos sexuales y violación, optó por refugiarse en la Embajada de Ecuador en junio de 2012 para escapar a un procedimiento mediante el cual, decía, lo que en realidad querían era enviarlo a Estados Unidos para juzgarlo por exponer material clasificado. Desde este jueves, esa posibilidad está un poco más cerca.

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