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miércoles, 6 de mayo de 2020

CONTEXTO POLÍTICO Por Efraín Flores Iglesias El gran reto del Sol Azteca para el 2021


En medio de la contingencia sanitaria por el Covid-19 y ante un escenario político no tan alentador a nivel nacional, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) cumplió este 5 de mayo un aniversario más de su fundación: el número 31.

Después del PRI y del PAN, es el tercer instituto político con mayor antigüedad en el país.

Recientemente (4 de marzo), el tricolor cumplió 91 años, mientras que el blanquiazul cumplirá 81 el próximo 16 de septiembre. O sea, el Sol Azteca, como también se le conoce al PRD, está chavo ante el “PRIAN”.
Antes de las elecciones de 2018 hubo quienes apostaron que desaparecería del mapa político y que perdería su registro ante el Instituto Nacional Electoral (INE). Y, ¡sorpresa! No se les concedió ese deseo a sus malquerientes.
El PRD sigue vivo, especialmente en los estados del sur, como es el caso de Guerrero.

Los que le desearon su extinción política fueron algunos personajillos que antes militaron en sus filas y que ahora están en Morena. Sí, aquellos que se beneficiaron con importantes cargos públicos y candidaturas en los mejores tiempos del Sol Azteca, y que se bajaron como ratas cuando el barco empezó a hundirse.

Es cierto, nació dividido como instituto político, tal y como lo está ahora Morena, con bastantes tribus o grupos políticos.

El 5 de mayo de 1989 y luego de la amarga experiencia de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en las elecciones presidenciales de 1988 y de la unión de varias fuerzas de izquierda y de un sector progresista del PRI, surge el PRD con una ideología política de izquierda.

En sus primeros años, a los perredistas les costó bastante esfuerzo, sangre y persecución política por parte del Estado mexicano para consolidarse ante la opinión pública y ante el electorado.

En los años 90s y a principios del siglo XXI, el PRD fue una fuerza política radical que bloqueaba carreteras y tomaba edificios públicos y pozos petroleros; y que adoptó una postura contestataria y un discurso antisistémico. A tal grado que el priista José Francisco Ruiz Massieu, gobernador de Guerrero en el sexenio 1987-1993, lo llamó el partido de la sangre y la violencia.

La mayoría de sus dirigentes y legisladores estaban en contra de todo y a favor de nada, como fue el caso de Andrés Manuel López Obrador, quien se atrevió mandar al diablo a las instituciones en 2006, tomar pozos petroleros en 1994 y bloquear carreteras y el Paseo de la Reforma.

Poco a poco, algunos personajes del PRD entendieron que ése no era el camino para llegar a la cima del poder, sino a través del diálogo, la construcción de acuerdos y el respeto a las instituciones.

Y, a pesar de todos sus errores, al PRD hay que reconocerle su contribución a la vida democrática del país y a la creación de instituciones autónomas, tales como el Instituto Federal Electoral (hoy Instituto Nacional Electoral/INE) y la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). También se le reconoce su participación en la aprobación de importantes leyes que han beneficiado a los mexicanos.

En Guerrero, el PRD está más vivo que nunca.
En 2018 no fue sepultado electoralmente. Dio batalla y sin alianza ganó en 24 municipios, y en alianza con el PAN y MC ganó en nueve. Mientras que Morena y el Partido Encuentro Social (PES) ganaron 16 presidencias municipales.

Por primera vez le arrebató al PRI la Alcaldía de Chilpancingo con su candidato Antonio Gaspar Beltrán; retuvo Teloloapan (su bastión desde 1990) con Efrén Romero Sotelo, Tixtla de Guerrero con Erika Alcaraz Sosa, Eduardo Neri (Zumpango) con Natividad López González, Florencio Villareal (Cruz Grande) con Wilber García Trujillo y Tlapehuala con Anabel Balbuena Lara, y recuperó Tecpan de Galeana con Jesús Yasir Deloya Díaz y Atoyac de Álvarez con Yanelly Hernández Martínez.

En Acapulco fue donde tuvo pésimos resultados en las urnas con su candidato Joaquín Badillo Escamilla, quien quedó en un lejano tercer lugar. Aunque éste atribuye su fracaso al ex alcalde Evodio Velázquez Aguirre.

En la elección de senadores y diputados federales y sin que sus candidatos hicieran una campaña a ras de piso, Morena se alzó con el triunfo gracias al efecto AMLO. El único distrito donde Morena mordió polvo fue en el 06 con sede en Chilapa. El perredista Raymundo García Gutiérrez ganó en las urnas con amplio margen. Incluso, fue de los pocos candidatos opositores a Morena que ganó uno de los 300 distritos electorales federales en disputa. O sea, el efecto AMLO le hizo lo que el viento a Juárez. ¡Zas!

Lo que el PRD requiere urgentemente es lograr la unidad para enfrentar la desmedida soberbia de los dirigentes de Morena y al silencioso PRI que también se prepara para dar la batalla en 2021.

Tal vez la caballada en el Sol Azteca esté flaca –Rubén Figueroa Figueroa dixit–, pero eso no quiere decir que sus dirigentes estén echados en la hamaca.
De entrada, tiene dos prospectos visibles a la gubernatura. Uno de ellos es Carlos Reyes Torres, uno fundadores en el municipio de la Unión, donde fue alcalde en el trienio 2002-2005, y comisario de su natal Petacalco, allá por los años 90s.

Reyes Torres también ha sido dirigente estatal del PRD (2011-2014) y diputado local en dos ocasiones (LVIII y LXI Legislatura), presidente de la Comisión de Gobierno del Congreso local. Y desde hace unos meses se mueve en todo el estado para escuchar y recibir propuestas para enriquecer el proyecto que él denomina “Guerrero necesita un plan”.

Luego entonces, más que festejar sus 31 años, el PRD requiere reinventarse para la elección que viene, que tampoco será fácil como el 2018, pero tampoco imposible para salir adelante.

Además, el balance de sus militantes y dirigentes debe ser sobrio, autocritico, responsable y pensando siempre en la unidad.

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E-mail: efrain_flores_iglesias@hotmail.com
Twitter: @efiglesias


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