domingo, 8 de marzo de 2015

Enseño, pero poquito Rogelio Faz/CARTAS DESDE CHICAGO.


 En México persiste la idea de que formando comisiones en el Congreso, elaborando leyes minuciosas, copiarlas de donde sí funcionan, nombramientos del Ejecutivo para enfrentar crisis y conflictos, hasta Secretarías, van a resolver los problemas del país. Cuando lo que ha permeado por generaciones en el ánimo de los mexicanos, en gran número, es la cultura de eludir leyes elementales del sentido común para el bien común. Empezando por los representantes públicos, pero no los únicos.
México es un país con muchas leyes pero con pocas intenciones de respetarlas. No es gratuito que generación tras generación se señale el mal, y los que venimos detrás hacemos lo mismo, de otra manera cómo se explica. Elaborar una lista de casos que describan las historias de la “sospecha y duda” en México, a la que se refería el presidente Enrique Peña Nieto durante su visita a Londres, seria infructuoso.
Pero podríamos empezar por hacernos un examen de conciencia cada uno de nosotros, incluidos los que estamos en el extranjero, que además de haber huido del país para buscar una mejor alternativa de vida, lo hicimos escapando de nuestra realidad.
Nos llenamos la boca para presumir y exigir democracia, al grado que hasta cabareteras de celuloide, futbolistas orina porterías o payasos sin gracia, se sienten capaces de remediar este mal representando al pueblo por la vía política. 
Lo dicho por Peña Nieto al Financial Times de Londres, de que “México está plagado de incredulidad y desconfianza”, es una verdad total. Y confirma que los mexicanos podemos conocer nuestras mentiras y continuar como si fueran verdades.
Alan Riding refería en su libro “A Portrait of the Mexicans” (Un Retrato de los Mexicanos) que cuando un mexicano dice que sí, pude ser un no, o lo contrario. Es cuestión de tacto percibir la intención. Y sostiene que los mexicanos pueden estar comprometiéndose muy seriamente en algo que de antemano saben no tienen la intención de cumplir, en cosas tan simples como acudir a una cita. Riding fue reportero en México para The Financial Times, The Economist y The New York Times.
Según Riding, es un acto de autodefensa, resultado del sometimiento español durante la Colonia. El indígena ocultaba su vulnerabilidad con mentiras para evitar ser reprimido, y aprendiendo el autoritarismo corrupto del conquistador, resultado: el mexicano de hoy. Que solo embriagado o por infantilismos le sale la verdad de sus complejos.
EPN en el lapsus de sinceridad al diario londinense, probablemente después de unos tragos de “wisqui”, nos hizo recordar la ‘casa blanca’ de 7 millones de dólares disque de su esposa Angélica Rivera, comprado con dinero de cuando ella era “jimadora”. De Televisa pues.
Esta actitud desde el Presidente de la Republica y hasta un alcalde de pueblo, que se impone la sociedad por gusto, pueden decir sir rubor: “sí, robé, pero poquito” o mucho, y siguen en el puesto. El mismo edil del “pero poquito”, que en su fiesta de cumpleaños presidencial levantó el vestido a una jovencita en público, de seguro habrá pensado por qué tanto escándalo: “si enseñó, pero poquito”.
Típico bufón de tugurio de mala muerte, un “sexy men” de redilas que gusta exhibir pelo en pecho y ombligo en entrevistas por televisión (a las de radio dice no estar interesado).  
Esos “privilegios” de abusos incluyen pisotear la dignidad de los demás y ofenden la inteligencia del más despistado. Visto desde la tribuna del extranjero se percibe el porqué estamos donde estamos.
Si esto hubiera sucedido en Estados Unidos, de seguro se iniciaría una investigación por “sexual harassment”, más aún, si la joven es menor de edad de lo que poco o nada se informa. Pero no, nuestro “despechado” lo utiliza para proyectar su imagen sexy y causar gracia. A lo más que se ha llegado es a un rechazo por un grupo de mujeres el Día Internacional de la Mujer que exige su renuncia. Y una advertencia del nuevo presidente de la Comisión de los Derechos Humanos en la Cámara de Diputados, Heriberto Galindo Quiñones (ex cónsul de Chicago).    
Esa desfachatez de los representantes de pueblo, en la práctica es una amenaza a la seguridad nacional. Pues aplican la mentira piadosa y la verdad cruel.
Un vómito de esa indigestión es el caso del múltiple delincuente “La Tuta”. Que se justifica diciéndose protector del pueblo como respuesta a los malos servidores públicos y al sistema. Por lo que aplicó la ley a como la concibe. Otra muestra de la deformación de valores son los Zetas, que del crimen infame viven en la ostentosidad.
Los criminales de la A a la Z, condenan a la sociedad a la cultura de la mentira como verdad a sabiendas que nadie les cree, pero lo siguen haciendo porque entre mexicanos nos podemos mentir y hacer como que es verdad, o chiste. Con el disimulo ‘pueque’ nos toque una cucharada de ese vómito. Quienes lo solapan al no abrir la boca se les escurre por los lados.
La corrupción siempre ha existido y no tiene fronteras, solo que en México es una verdad institucionalizada y una mentira funcional. Cualquier charlatán con pistola en mano o cínico, aplica su “verdad” como lo haría cualquier funcionario público o político.
Incoherencias sobran, como las del alcalde de Saltillo, Coahuila. Isidro López Villarreal, que festejó su cumpleaños 59 como si fueran sus quince en la municipalidad. Eso solo lo hacen los dictadores de pacotilla para ganarse afecto postizo. 
Pero si se trata de robar, que tanto es poquito, si el pueblo así lo entiende y lo acepta, se le recompensa según la benevolencia del “Roben” Hood en turno. Claro, siempre y cuando cumpla la condición de tolerancia. Solo es cuestión de estar cerca del chingón en el momento preciso.
En México a los líderes se les llaman “el bueno” o el chingón. Y adquieren un aura casi santoral.  Son un “Ala” con autoridad para manipular a sus fieles y si se requiere enviarlos a una “guerra santa” contra sus enemigos. No respetan a la sociedad y hablan del Estado de derecho.
La posible salida a este problema crónico es que la misma sociedad por si sola aplique el sentido común para el bien común. No importando que tan cerca o comprometido se esté a estos falsos de la sinceridad. Que nos exhiben a todos como fanáticos o enajenados.
Si no reaccionamos continuaremos como dice Santiago Ramírez en su libro El Mexicano, Psicología de sus Motivaciones: riéndonos de nuestras desgracias. (entresemana.mx)


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