domingo, 8 de marzo de 2015

Entresemana Y quién habla de ellas Moisés Sánchez Limón

En memoria de Ofelia Aguirre…
Hablemos de reporteras. No recuerdo cuándo, pero de pronto las fuentes informativas cumplieron con creces la equidad de género en eso de la cobertura periodística. ¿El sexo débil?
Ofelia Aguirre, quien se nos adelantó a la conferencia de prensa, a la que estamos convocados quienes nos dedicamos a este oficio del periodismo, cubría la fuente presidencial en el sexenio de José López Portillo.
Eran, entonces, pocas las mujeres reporteras asignadas a dicha misión de seguir la actividad presidencial y la cobertura de otras fuentes, entre ellas Isabel Zamorano, Ada Hernández y Estela Vaylón, Emma Galván, Perla Xóchitl Orozco y Nidia Marín, Isabel Morales, Ana Cristina Peláez y María Cristina Espinosa, Sara Lovera, Elena Gallegos, Concepción Badillo, Micaela Albarrán, Rosaura Ruz, Dora Jordá, Tere Gil y Beatriz Alfaro --Rocío Castellanos, Paty Torres y Carolina Navarrete llegaron un poquito después junto con Martha Elba Torres--, y varias más cuyos nombres pierdo entre los papeles que Alz, el alemán, Heimer, me revuelve.
Una extraordinaria generación. Reporteras, como las que hoy llenan las redacciones, que se negaron a ser destinadas a la sección de sociales, en la guardia y enclaustradas para recibir información. Y es que, entonces, eso de las lap top y los celulares eran ciencia ficción y las notas eran dictadas o enviadas por télex, poco después llegó el fax…
No recuerdo, entonces, reporteras en la fuente de policía y juzgados. La compañera Carmen Alicia Espinoza, sonorense y echada para adelante, fue premio nacional de periodismo por un reportaje en el que abordó el tema de la prostitución y la sociedad oscura entre policías, jefes policiacos y cinturitas, padrotes o tratantes de blancas.
Carmen Alicia fue protagonista, personaje central de su reportaje; vivió físicamente el tormento de la explotación y la violación en una delegación del Distrito Federal. Le aplaudimos y reconocimos, sin atavismos ni tabúes oscurantistas, su trabajo.
Hubo otras colegas que, en las redacciones de los contados diarios de esos tiempos, se midieron de tú a tú con las vacas sagradas y los colegas que pintaban para la primera plana.
Rocío Galván junto con otra colega, redactaba una columna que se llamaba Mole de Gente y, por ende, se ganaron el mote de Las Moleras. Norma Padilla formaba parte de ese equipo que también trabajó para El Universal, cuya batuta estaba en manos del subdirector General Ariel Ramos Guzmán, fallecido el año pasado.
Y vinieron otras generaciones, producto del boom de las llamadas ciencias de la comunicación. Ser reportero y hasta periodista se puso de moda. Cualquier aspirante a estrella de la televisión presumía estudios en ciencias de la comunicación, mas hablaban –hablan—hasta con faltas de ortografía.
Pero, en la medida en que crecieron y se crearon nuevos periódicos, revistas, noticiarios en la tele y en la radio, en esa medida se olvidó que las mujeres reporteras tienen otras necesidades que los varones suelen olvidar.
Son madres y en muchos casos cabeza de familia. Un reducido número de periodistas mujeres ha logrado ascender a cargos públicos en el área de comunicación; otras tienen trabajos bien remunerados, las menos con salarios que les permiten sortear necesidades, pero las más tienen salarios miserables que las obligan a trabajar tiempos extra y dedicarse a tareas ajenas a lo que estudiaron.
La inmensa mayoría de las reporteras son licenciadas en periodismo, o ciencias de la comunicación; tienen estudios profesionales, son mujeres preparadas que, ¡vaya con esta equidad!, igual que los varones enfrentan el severo problema de los bajos salarios. ¿Y qué de los dueños de los medios de comunicación? ¿Y qué de las y los legisladores encargados de aprobar leyes que hagan posible el salario constitucional, digno?
¿Hay un salario digno para las reporteras, las periodistas, pues, que alimentan de información a los medios de comunicación de todo el país?
Y es que, mire usted, cuando una colega aparece en la tele o en la radio con la crónica de una actividad pública, la nota informativa, el televidente y el radioescucha pensarán que son mujeres privilegiadas que se codean con el poder y que ganan muy bien.
Y qué decir de quienes al leer una nota en el diario se fijan en la firma y creen que esa colega se pasea por el mundo, en el avión presidencial, y gana cientos de miles de pesos. Es el espejismo, es la vida prestada, sin embargo, la que viven la inmensa mayoría de las reporteras.
Sin duda, reitero, hay periodistas o comunicadoras, reporteras o cronistas especializadas, conductoras y funcionarias que han ascendido en esta carrera del oficio de ser periodista. Pero la mayoría suman sus salarios a los del compañero, al ingreso familiar, para vivir.
Y, ¿sabe usted que hay diputados y diputadas como la señora Malú Micher que han prometido, por ejemplo, recuperar las guarderías para hijos o hijas de reporteras, que desapareció Vicente Fox, pero han concluido o están por concluir su gestión sin cumplir su palabra?
No, no se trata de lograr privilegios. Sí, como dijo Gabriel García Márquez, el del periodismo es el oficio más bello del mundo. Pero igual, el más ingrato. Un día una reportera puede ser Premio Nacional de Periodismo y al día siguiente despedida porque se le fue una nota pitera.
Un día Rebeca Lizárraga entró en el bar Las Américas, de la ciudad de México, y los parroquianos dejaron de repartir mentadas de madre y se portaron serios y respetuosos. Ese día, principios de la década de los años 80, entraba en vigor la ley que permitía a las mujeres ingresar a las cantinas. Rebeca iba a realizar un reportaje con ese tema para el diario El Universal.
Hace 40 años la Organización de las Naciones Unidas comenzó a celebrar, el 8 de marzo, el Día Internacional de la Mujer, con una reunión en la Ciudad de México. Hablemos de reporteras que, en esto de la equidad de género, son más y mejores, sin duda. Un recuerdo a las que se nos adelantaron. Así es esto del oficio más bello e ingrato del mundo, pero ¡ah!, cómo lo disfrutamos. Conste.
LUNES. ¿Marcelo un pobre diablo? Es una ofensa al sentido común su declaración de que no tiene trabajo pero gana más de 150 mil pesos mensuales y paga 80 mil pesos de renta por una casota en la colonia Roma. ¿Por qué no lo quisieron en Morena? Ni hablar, Movimiento Ciudadano tiene un problema de credibilidad. Digo.

@msanchezlimon

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