¿Qué
sigue? La izquierda en su encrucijada.
Rafael
García Tinejero Pérez
Para nadie ha sido una sorpresa el anuncio que hizo Andrés
Manuel López Obrador el pasado 9 de septiembre
en el sentido de desvincularse de los partidos políticos bajo cuyas siglas
contendió en el recientemente concluido proceso electoral federal.
Era una decisión
esperada desde hacía ya algunos años y si no se había materializado era porque
tanto las burocracias de los partidos, sobre todo la del PRD, como AMLO
comprendían que, como en esos matrimonios mal avenidos pero con muchos
intereses en disputa, era necesario permanecer formalmente unidos en tanto no
se dieran condiciones para que la ruptura fuese lo menos lastimosa posible y en
la que cada una de las partes preservara en cierta medida lo que más conviniese
a su interés.
Finalmente, una vez
validada por el TRIFE la elección presidencial a pesar de las múltiples
evidencias de violaciones al marco constitucional, y al darse el carácter de
Presidente Electo a Enrique Peña Nieto, la fuerzas que conformaron el
Movimiento Progresista, las tribus dentro del PRD y Andrés Manuel, su equipo
cercano y MORENA, estuvieron en condiciones de hacer corte de caja y asumir el
futuro.
El PT y MC tienen
seguro su registro y prerrogativas por
tres años más; el PRD lo mismo, además
de una fracción parlamentaria nada despreciable, dos gubernaturas, la Jefatura
de Gobierno del D.F., sus delegaciones y la mayoría en la Asamblea de
Representantes; cada tribu del PRD su parte proporcional en el reparto de
cuotas; Andrés Manuel la consolidación
de un liderazgo que en condiciones más que adversas, cuando muchos le auguraban
una derrota estrepitosa, logro llevar a
las urnas casi 16 millones de votos, forjar un movimiento social con varios
millones de adherentes en todo el país y, por supuesto, una fuerza que aunque
pequeña será importante en el congreso.
Lo siguiente para cada
cual era entonces definir no solo su táctica y estrategia de cara al futuro
próximo y mediato sino también quienes serian sus posibles aliados y
adversarios y si valía la pena, pero sobre todo si era posible, seguir el
camino unidos. Era evidente que habría diferencias irresolubles sobre todo en
un punto toral reconocer o no la legitimidad de Peña Nieto como Presidente, la
ruptura era inminente y alguien debería anunciarla, finalmente fue AMLO quién
dio el paso al fijar su posición respecto a EPN y llamar a la fundación de un
nuevo partido político.
¿Qué sigue? ¿Qué hacer?
Son las preguntas que muchos de los que militamos en el PRD nos hacemos ahora.
Es algo complejo de responder, sobre todo si en nuestro proyecto de vida esta
seguir militando en la izquierda y participando de alguna forma en política, al
menos en aquella que se hace a través de un partido, de allí surge una tercera
pregunta ¿Donde cabemos los que no somos
incondicionales de AMLO o de algún jefe de tribu del PRD, tenemos acaso futuro
en MORENA o el PRD?
Respecto al PRD, yo
respondería que desgraciadamente sigue una inercia hacia la degradación y que
seguirá sin definirse en lo ideológico, sin claridad programática, sin vida
orgánica, con mala imagen pública y con prácticas internas que contradicen los
principios éticos de la izquierda, pero lo más grave es que dentro de sus filas se ha forjado una oligarquía formada por los
dirigentes de tribus que concibe al partido no como un medio sino como un fin
en sí mismo, que busca por encima de todo garantizar su propia supervivencia y
que utiliza las estructuras del partido para conseguir ese objetivo por encima
de cualquier otro. La conclusión es clara, el que no sea perrunamente fiel a
esas corrientes jamás será tomado en cuenta, no tiene futuro en el PRD.
Respecto a MORENA, hay
que darle el beneficio de la duda, pero de acuerdo a los proyectos de
Documentos Básicos que ya circulan es fácil concluir que ni una definición
ideológica ni una claridad programática sólida serán sus fuertes, además todo
pinta para pensar que cualquier militante tendrá abiertas todas las
posibilidades y vías de participación
siempre y cuando asuma que el partido tiene dueño, que ese es AMLO y que el
siempre tendrá la última palabra. De cualquier forma seria interesante
participar en la formación de esta nueva fuerza electoral y en el camino saber
si estos resquemores son o no reales.
Creo que, a final de
cuentas, la respuesta podría ser una tercera vía, muy difícil por cierto, la de
la conformación de un partido político de corte socialista o socialdemócrata,
cuya finalidad en el mediano plazo sea la instauración de un estado social de derecho,
con un perfil ideológico muy bien definido, con un programa claro y congruente
con su ideología, con leyes internas que sean cumplidas escrupulosamente, que
empate ética y política a través de la congruencia, cuya vida interna sea
ejemplo palpable del tipo de sociedad a la que aspira y por ello genere
confianza, votos y así llegue a gobernar, que sea un instrumento útil para
transformar radicalmente una realidad que no podemos aceptar como nuestro
presente y el futuro de nuestros hijos.
Si desde la izquierda,
en cualquiera de sus vertientes, no podemos lograr esto preparémonos para la
extinción, al menos como opción electoral y pacífica y demos la bienvenida al
bipartidismo de derecha que quizás perdurará por generaciones.
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