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sábado, 13 de abril de 2013

Entre la verdad y la ficción Entre Freire y Atila Por Jorge Luis Falcón Arévalo*


“La letra con sangre entra”, embrollo popular entre el viejo magisterio

Señala el periodista Mauro Campuzano, en su artículo “CETEG: solución final”, éste concepto de una visión fría, amplia y afanosa con datos claros periodísticamente; razón por lo cual retomo, lo que cercanamente dice: “Aguirre pondera el extremo diálogo, no cae en la provocación lo que en política en muchas ocasiones se percibe como debilidad pues la élite se instaló en el sabotaje permanente y la fragilidad radica en no caer en los lacerantes caprichos de un dirigente magisterial y su camarilla”.

Expongo, la vertiente de la serpiente, cuyos huevos salieron puques o deformados por una genética política mal concebida. Aguirre mal o deformada la información que se le prodiga; tal vez, analizada por la óptica de quienes no toman las decisiones, sino pésimos concejales en pretender aparecer como Richelieu. Una parte de la manzana de la discordia, devela Mauro; y, con ello, muestra la herida abierta que en vez de ser sanada por quienes dicen amar a Guerrero, solo atizan  la contusión con grillera barata. Pues las peticiones de la Ceteg, no son las de ser formadores de educandos, sino de profanadores de presupuestos, detentadores de plazas y más que negociar, buscan el trueque, cual beduinos, para su satisfacción personal.
El “grueso” de los maestros, son invocados a las marchas, obstrucciones, paros y demás afectaciones por rencillas que mantienen con la cúpula de la Secretaría de Educación en Gurrero, cuyas demandas no les han sido resueltas. Porque ha pesado más en acto del vandalismo, que discutir con propiedad, método y decencia desde sus aulas o las trincheras pacíficas soluciones concretas, sin afectar la enseñanza a los menores o jóvenes, que de por si por sus acciones pedagógicas, faltas ortográficas, deambular por sitios de diversión o distracción en horas de clases, nos muestran el reflejo de un magisterio fofo, gandul, pillastre e iletrado.
Pues mantiene una “lucha” disgregada, dispersa, inconstante, maniática y antojadiza; la cual se muestra, se palpa, se observa, se escribe al lesionar la existencia y el dinero de terceros al bloquear durante más de 15 horas o más en la suma de sus bloqueos, causando con ello pérdidas millonarias, no tan solo a empresarios, sino comerciantes de minucias artesanales y ciudadanos que transitan en plan de negocios para el puerto de Acapulco. Sabedores como los cuatreros, cierran calles y avenidas de la ciudad capital Chilpancingo, para abalanzarse contra el enemigo, sea quien sea. No importa la edad. Hay incompetencia para el razonamiento, cuando esa debe ser una premisa del mentor, luego entonces, puede ser llamado ¿educando?, cuando está cometiendo tropelías.
Mal concebida la frase, lema o destello de himno pasajero “marcando también de educa” y/o “Peleando también se educa”. Valgan los términos en la esencia de la algarabía son válidas, pero no como una pedagogía para demostrar que su lucha-marcha-destrozo, es una forma de validar sus demandas. No, por supuesto que no. La forma es fondo, también. Los maestros han caído en el descrédito de los curas, presbíteros o sacerdotes. Pregonan palabras de amor y se ensañan barbáricamente con niños. No es lo mismo ser bueno que hacer el bien.
La lucha de los maestros distorsionada, viciada, busca los reflectores de la sociedad; pero esta ya conoce los artilugios, la perspicacia de los mentores, en sus procedimientos de la enseñanza.  La manipulación sobre los educandos.
No hemos visto una generación de jóvenes que hayan cambiado sus propios sistemas de hacer cultura, sus patrones de conducta, su música, sus vestimentas. Vemos jóvenes con comportamientos -válgase y tómese en cuenta el respeto debido- de autistas. Cuasi mensos, ignotos comportamientos, erráticas conductas. Mozalbetes quejumbrosos.
El ventanal nos muestra que los educandos no tienen buenos ejemplos. Y no faltará quien salga con la idiotez de manifestar que ellos -los maestros- están para enseñar a leer y a escribir. No, no, los patrones de conducta educacionales y académico de la pedagogía se muestran en las aulas. Un buen maestro, enseña a pensar.  Lo hace por la formación que le caracteriza, porque tienen esa vocación. “maestro” que no enseña, simple y llanamente, no es maestro, es carterista, vendedor ambulante, pasajero existencial (vago), o un simple ciudadano que pretende un buen salario sin hacer nada por el mundo que le rodea.
Pero eso sí, con este magisterio, es como tenerlos en la correccional o en  cualquier penal.

*sin.marca@gmail.com

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