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miércoles, 15 de enero de 2014

Entresemana Michoacán y el general Naranjo Moisés Sánchez Limón

En la crisis de seguridad que impera en Michoacán, vasta es la corriente de opiniones, críticas, reclamos, propuestas de solución y, por supuesto, la demagogia de quienes ofrecen sacrificarse y suceder al gobernador Fausto Vallejo, quien recurre a la figura retórica de matiz juarista para  instalar el asiento de los poderes estatales --transitoriamente, por supuesto-- en el corazón del conflicto, en este caso Apatzingán.
En la paráfrasis de la reflexión de Campoamor, diríase que en este gravísimo problema provocado por desatinos gubernamentales, disputas partidistas por el control político, desaseo y olvido tanto como el dejar hacer dejar pasar, en el escenario michoacano “(…) nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”.
Por eso, más allá de buscar culpables del crecimiento y desarrollo del crimen organizado en aquella entidad, en el gobierno de Enrique Peña Nieto se atendió el tema con la prioridad requerida mas no con la impronta de quedar bien ante el mundo, pero sobre todo, con la sociedad mexicana harta de atestiguar cotidianamente una especie de top ten del crimen organizado con el número de ejecutados.
Hay trabajo de inteligencia militar y civil, sí, con sus etcéteras y sin resultados estridentes.
Pero, cómo atender a este foco que ha escandalizado a la sociedad mexicana y sorprendido a la internacional, pero sobre todo mantiene en zozobra a los michoacanos que en poco más de una década pasaron de sufrir embates de la delincuencia común a la que les cobra el derecho de piso y el derecho a vivir.
Silvano Aureoles Conejo, coordinador de los diputados federales perredistas, ex candidato al gobierno de Michoacán, ex alcalde de Zitácuaro y amigo de la familia Cárdenas Batel, incluso miembro del gabinete del entonces gobernador Lázaro Cárdenas Batel, ha cuestionado a la forma en que el gobierno priista de Fausto Vallejo ha enfrentado la crisis de seguridad en la entidad.
Y se ha significado por posturas contradictorias que lo instalan más en la mecánica de querer acarrear agua a sus aspiraciones de ser gobernador de Michoacán. Firmante de un acuerdo para atender la problemática michoacana, apenas unos meses atrás cuando gobernaba interinamente Jesús Reyna, ayer Aureoles declaró:
“(…) de acuerdo a lo que comenta la ciudadanía, el tratamiento que debe darse a la acción de los grupos denominados de autodefensa, tiene que partir de una revisión minuciosa de la circunstancia en que ha surgido, para buscar de manera adecuada reencauzar su participación en las tareas que corresponde exclusivamente a las autoridades de gobierno”.
Empero, poco antes dijo que la inconformidad de los michoacanos es que la estrategia para combatir la inseguridad “solamente se ha centrado en la contención del avance de grupos de autodefensa”.
Seguramente Silvano está desinformado o quiere estarlo, porque no se enteró que el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, deslizó ese reconocimiento a la tarea de los grupos de autodefensa y que la atención brindada al doctor José Manuel Mireles Valverde no es gratuita.
El desliz de Osorio Chong fue la confirmación de lo comentado por un político priista que en el sexenio de Vicente Fox, tendió puentes entre la administración del mandatario panista con el naciente gobierno de Hugo Chávez Frías, y es uno de los más enterados de pormenores de la guerra declarada entre el gobierno colombiano contra las FARC. Sabe cómo operaron las Autodefensas Unidas de Colombia y qué designios siguieron con carácter, incluso, paramilitar.
Por cierto: ¿Alguien ha visto recientemente en público al general en retiro y ex director de la Policía Nacional de Colombia, Óscar Adolfo Naranjo Trujillo, asesor en asuntos de seguridad del presidente Enrique Peña Nieto?
Bueno, el general Naranjo tiene las respuestas de interrogantes y conjeturas que se hacen políticos como Aureoles Conejo y la pléyade que presume tener la solución a la crisis michoacana, o que cuestiona la ausencia del gobierno federal en esa tarea.
¿Cómo atacar al crimen organizado sin involucrar a las Fuerzas Armadas, porque entonces sí se hablaría de una verdadera guerra que aterraría y ahuyentaría a las inversiones que se espera crezcan a partir de este año como consecuencia de las llamadas reformas de gran calado que sólo esperan apisonar terreno con reformas a leyes secundarias? Simple, con un ejército vestido de civil, o civiles armados por el gobierno y bautizados como integrantes del Consejo General de Autodefensa de Comunitarios.
El general Naranjo tiene esa responsabilidad, cuenta el político priista aludido. Y, bueno, sólo basta observar el armamento que portan los autodefensas, sus chalecos blindados y, sobre todo, la libertad con que se han movido sin ser molestados por los militares, pero sí atacados por sedicentes ciudadanos que detestan su presencia en zonas de control templario.
Para que la cuña apriete debe ser del mismo palo. Y la cuña apareció en el escenario a partir de abril del año pasado. ¿Alguien lo recuerda? ¿Por qué no se frenó al doctor  Mireles cuando comenzó a hacerse famoso en las redes? Conste.




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