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jueves, 1 de octubre de 2015

MIRADA INTERIOR Relatos de luz y sombras Por: Isaías Alanís

ISAIAS ALANIS TRUJILLO
Incapaz de estar informado de lo que acontece con el caos creado en Chilpancingo por el paro de los burócratas del estado de Guerrero, en pleno proceso de transición gubernamental; debido a una operación en el ojo derecho que me impide acercarme a mi ordenador por prescripción médica, dictó estas no tan aladas palabras relacionadas con la producción literaria de mi amigo, José Francisco García que cosa curiosa para cuando salga esta Mirada, estará cumpliendo años.

Antes de entrar a detalle en el libro de José Francisco, se me antoja hacer una ojeada, no a vuela ojo, porque no veo con claridad, pero si lo más sintéticamente imposible.
De Altamirano a la fecha, un autor nacional que describe a la provincia mexicana desde el ojo del naturalismo muy en boga, es podríamos decir, el principio de la prosa suriana. Altamirano es oriundo de Tixtla aunque se instruyó en el Estado de México, la capital y en otros países.
A él le siguen dos de los más representantes escritores de Guerrero; José Agustín y Luis Zapata. Dos narradores que desde diversas miradas y estilos entran de lleno en el ámbito de la literatura nacional y su obra es lectura obligada.

Entre los autores, -de en medio- cabe destacar a Julian Hebert, Roberto Ramírez Bravo, Noé Blancas, Iris García y Paul Medrano. Hebert es el que los aventaja en oficio. Su prosa es intensa aunque a veces se cae al final de sus trabajos esa intensidad cegadora. En los relatos de Ramírez Bravo, todavía campea la guerrilla, el medio rural como escenario. Iris García y Paul Medrano han incursionado en la narco novela con relativo éxito y van jalando pa’delante.

En los últimos meses, he leído y editado tres mil cuartillas de crónicas, cuentos, relatos, “poesía”, textos históricos y de humor blanco para publicar esos trabajos que quizá nunca salgan a la luz pública. En todos ellos predomina el terruño. Ese amor-odio a la barranca, cueva, pueblo, ranchería, puerto, barra, costa pico de montaña que los vio nacer. El Guerrerense tiene dos obsesiones, el apego a la tierra y salir sin salir de ella. En los años que he trabajado como editor en Guerrero, conozco el trabajo de muchos autores que van jalando, como Jesús Bartolo en poesía. Y un titipuchal que mejor no los nombro porque es cuento de nunca acabar.
En esas tres mil cuartilla a las que hice mención, esta el sello exacto de hombres y mujeres apegados a la tierra, a su tierra: su escritura intensa y rural. ¿La podríamos llamar literatura popular?

Es un concepto que despertará muchas ámpulas, sin embargo, entre todas y todos los “escritores” que conozco, doña Cuca Massieu, que parió una tragedia en algunos de sus hijos, es la escritora que mayor se acerca a lo que podríamos llamar una literatura popular clásica. María del Refugio Helguera (1917-2003), escribió entre otros libros; Guerrerismos; Costa bronca; La mujer que no aprendió a vivir, entre otros. Y dos de sus novelas fueron llevadas al cine;  Monte de piedad; y, Legítima defensa. De hecho Cuquita, como se le conocía en el puerto, planchó una tragedia mexicana familiar mientras impulsaba colegios y escribía sus libros. Es una narradora nata. Pulcra en la prosa y el uso del habla popular. Cuquita, a diferencia de muchas y muchos le otorga una espiración vital al habla regional de Guerrero. La detalla, busca el hueco y la flor en el habla. No se deja llevar por la simpleza de la locución; la vierte, la subvierte y la proclama con un sello distintivo que hay que leer con atención. Sus cuentos son simples, evocadores y denuncian la realidad social de Guerrero sin el abuso de las onomatopeyas diletantes y revolucionarias de algunos autores. Ella escribe como vive y vive lo que escribe.

Haberme detenido en doña Cuca Massieu es para entrar en materia en el libro “Relatos de luz y sombras” de mi amigo José Francisco. Hace muchos años en la ciudad de México, hablé con algunos impulsores de la revista Tierra Adentro, excelente medio de territorialidad y transversalidad de la literatura para promover a los jóvenes de México, y aún antes de que saliera la colección de narrativa, poesía, cuento y demás, reflexionando les dije que esa extensión de Tierra Adentro, sólo serviría para la gestación de poetas municipalistas; eternos becarios que terminarían de funcionarios o que desde el cargo de funcionario de cultura habrían de favorecerse ellos mismos, a sus consortes, amantes y cuates. Y que beca no da talento. Y que los verdaderos poetas no iban a salir de esa cantera nacional pagada con nuestros impuestos. Todos irónicos y preocupados se rieron de mi. Hoy el tiempo no se si me ha dado la razón.

Pero el caso de José Francisco, nacido en el corazón de la Tierra Caliente devastada por la tragedia y el narcotráfico, es otro; nunca ha sido becario, tampoco ha participado en talleres de creación. Es un economista y ex militante del sol azteca que se enfrentó a la mafia en el poder del PRD y levantó la voz contra Zeferino Torreblanca cuando todas y todos los perredensos se hincaron ante el representante de la derecha y del “costera power”. García Gonzáles, cabalgando en su utopía ha permanecido al margen de sus amigos que pese a la desventura del PRD, todavía intentan sacarlo del hoyo de donde nadie lo va a sacar, y mucho menos si son los mismos los que tratan de impulsar la propuesta de sentar a un académico que la neta, de las corrientes y como se las gasta la “militancia” y los cabecillas de grupos que esquilman al PRD en este país, sabe lo que yo de astro física. ¿En plena debacle, cómo es posible que Sebastián de la Rosa, sea diputado y coordinador de la fracción parlamentaria en el congreso de Guerrero? ¡Eso es no tener vergüenza¡

Con este antecedente de su vida, García Gonzales es un  solitario en medio de su soledad. Un hombre que aparenta rudeza, pero que es capaz de llorar y enterrar a sus perros y gatos a los que recoge de las calles y cuida y cura. Un hombre de una sensibilidad escondida en su rebeldía existencial que narra desde que fue estudiante y marchas, mítines y desvelos y mentadas al gobierno fueron su alimento.

Sus relatos tienen esa cualidad. Son como son. Escribe lo que siente y como lo siente lo escribe. A veces carecen de estructura, pero en ocasiones están llenos de párrafos y metáforas que ya las quisiera un escritor reconocido de Guerrero. Él no busca, encuentra la palabra clave justa o bien se pierde en una ramificación de elementos narrativos que ausentan al lector del texto. Es lúdico y naturalista. Usa y abusa del habla popular, no porque así lo quiera en cada relato, sino porque es su habla, es su universo.  A diferencia de Cuquita, José Francisco así habla. Cuquita con el habla construía su escritura. Dos espejos convexos de una misma marea.
Relatos de Luz y sombras es un libro que leí al inicio de su edición accidentada y descuidada. Los márgenes interiores y exteriores no coinciden y las páginas están disparejas. Lástima porque con esa prosa bronca como el surco y la guadaña para jimar el agave, se pudo haber hecho un mejor trabajo editorial y dejar muy en claro, que en Guerrero, la prosa basada en el habla coloquial regional tiene para rato y que José Francisco es un hombre que sin falsas poses, con su trabajo, podría alcanzar un oficio de narrador nato muy lejano de los poetas municipalistas de presunción y gola. Ojo, no de cuentero, sino de un narrador que templado en la Tierra Caliente relate las vivencias y la vida de los hombres y mujeres que pese al desarrollo de México, viven como hace cincuenta años, en el abandono sin luz y en las sombras.

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