Al anunciar el secretario de educación Aurelio Nuño que sería el fin de
impunidad al cesar a maestros paristas, el reprobado fue él. Esta declaración
es una afrenta al estado de derecho y a las libertades gremiales de los
trabajadores en general.
Esa declaración
imperial, se da en el momento en que el peso cayó ante el dólar y se cotiza en
19 baritos, hay revueltas en Michoacán, Chiapas y Guerrero, donde la disidencia
magisterial arrió banderas de lucha en medio de operativos de miles de policías
y la gendarmería listos con sus cahiporras para silenciar las protestas. La
olla de los tamales está en alta presión y se podría quemar la tamalera
No amigo Aurelio, la
cosa no es por ahí, eso se llama autoritarismo y pasar por sobre los derechos
laborales. Si no hay diálogo, tampoco habrán ganas de sentarse a negociar.
Tengan o no la razón, primero está la negociación que la represión. Y cierto es que los maestros no son una perita
en dulce, pero con estos actos le apuesta el gobierno de EPN, a mayor
descrédito en materia de desapariciones, derechos humanos y la pesada loza de
los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, se le irá metiendo en la espalda como una
carga muy difícil de borrar de aquí a que termine su gobierno y posterior a él,
ya que los agraviados piensan recurrir a tribunales internacionales para
enjuiciarlo.
Aurelio Nuño afirmó
tajante que se cesaría a 3 mil 119 maestros. Y que ya tiene 26 mil para
suplirlos. O sea Nuño, no sabes sumar. No le cuadran las cuentas al hombre del
presidente. Aurelio, le estas echando gasolina al fuego. Se preparan actos en
Michoacán, donde fracasó la reforma educativa. En Oaxaca, Chiapas y Guerrero,
se tomaron casetas de peaje y se realizan plantones y están armando una
estrategia defensiva ante el garrote del que no sabe sumar, como el desalojo de
los paristas en la CdMex realizado apenas el viernes 20 de mayo.
Si reprimiendo a
los maestros a gran escala se pretende
dar fin a la impunidad, me da pena volvértelo a decir, Aurelio. Estas mal. La
impunidad existe en todo México y represión no es legalidad. Represión no es
hacer v aler la ley. La represión
lleva a un mayor grado de resistencia y de violencia. Reprimir lo que la ley
protege, como son los derechos de los trabajadores, es infringir la ley. Y eso
se llama autoritarismo, para eso están la instancias respectivas, y solo
demuestra la desesperación de un estado ante el fracaso, no solo de las
reformas, sino de todo el aparato gubernamental cuestionado, en economía,
generación de empleos, agro, derechos humanos y combate al narcotráfico.
Reprimir a los maestros
disidentes, es una ofensa al estado de derecho. Ni en los peores momentos
represivos de la historia de México, un secretario de educación se había
abrogado ser juez y parte, ministerio público y granadero.
Que mal estamos, que
mal, Aurelio. Tu pagarás las consecuencias de lo que pueda suceder, y con esto
no le ayudas a tu amigo el presidente.
Nos regresas a un
pasado enterrado. A la matanzas de 1968, ordenada por Gustavo Día Ordaz,
represión a estudiantes y médicos, el nacimiento de la guerrilla en Chihuahua,
Guerrero y Chiapas, al que le siguió una ola de represión en todos los frentes. Hasta que llegó el año de
1988, proceso que parte al país y crea una sociedad más informada y
participativa y a la intentona de proceso democratizador de la nación que
durante décadas lo había comandado un solo partido de estado que comenzó a
minarse en las elecciones tan controvertidas de 1988 cuando a todas luces el
candidato del Frente Democrático Nacional, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, ganó
las elecciones a Carlos Salinas de Gortari.
Y tras de ese bochornoso
acto de suprimir la voluntad popular expesada en las urnas, le siguió una ola
de atentados, desapariciones y muertes. Más de quinientos militantes del
entonces poderoso Sol Azteca, fueron asesinados durante los seis años que
gobernó Salinas.
La represión en Guerrero y la continuación de la guerra
sucia dejó una estela de viudas, hermanos y hermanas sin padre o madre. La
matanza de Acteal, en Chiapas a manos de paramilitares auspiciados por una ala
del gobierno fue espantosa durante el mandato de Ernesto Zedillo. A ese crimen
de lesa humanidad le siguió Aguas Blancas, dos hechos absurdos que enlutaron al
país. Posteriormente el Charco, otra matanza inútil. Y el 26 de septiembre la
desaparición y muerte de 43 estudiantes y jóvenes deportistas y la escalada de
violencia sembrada en Guerrero, Michoacán, Oaxaca, Tamaulipas, Sinaloa,
Chihuahua, y a este caldo flamígero le agregamos los asesinatos de Tlatlaya,
los miles de desparecidos, las fosas clandestinas que se cuentan por cientos y
tal vez miles no son elementos de cohesión y mucho menos ejemplos para
convertir al país en una llamarada y no en una tierra fértil donde sembrar y
cosechar.
En esa olla exprés la tozudez del secretario de educación
es mas que absurda. El descrédito del presidente se irá a la alza, pese a los
distractores y tanques de oxigeno envenenado como los matrimonios entre seres
del mismo sexo, la legalización de la marihuana y los secretos hormonales del
filósofo de Cuahuchiles.
Este gobierno necesita, le urge, credibilidad y con el
sable en las manos del tercer mosquetero de palacio, el futuro se ve incierto.
¿Sería mucho pedir que ambas facciones, la del gobierno y
la de los maestros disidentes se sentarán a dialogar y encontraran las rutas
para salir de este embrollo?
DE REOJO
Las malas lenguas aseguran que el ex Gobernador de
Guerrero, Zeferino Torreblanca, apurado, recorre los OXXOS del puerto ante la
llegada de miles de motociclistas. Como buen asesor comercial y alcohólico
anónimo, les indica a los administradores que deben de incrementar el
inventario de chelas y bebidas con taurinina para no fallarle al turismo
rodante y se vayan a comprar al tendajón de la esquina.
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