Teresa Gil/ Nadie sabe para quien trabaja y a lo mejor muchos grandes escritores ignoraban
las polémicas que iban a causar sus obras en manos de sus herederos. La FIL
jalisciense tuvo que cambiarle el nombre a su principal premio literario, Juan
Rulfo, porque los herederos se molestaron que se le diera a Tomás Segovia,
quien en vida había criticado al autor de Pedro Páramo. Marie José Paz,
la viuda de Octavio Paz hizo un escándalo contra la Fundación Octavio Paz
que dirigía el escritor Guillermo Sheridan en el 2001, porque según ella no le
pagaba las regalías por poemas publicados en internet. La viuda nunca presentó
la cláusula del testamento que la acreditaba como heredera universal y albacea,
según lo publicó entonces el diario
Reforma. Recientemente hubo otro problema con la señora Marie José, en el que
estaban involucrados varios escritores, porque según ella y su gente allegada,
lucraban con la obra del poeta. Uno de los mencionados era el excelente poeta
Eduardo Langagne, Premio Casa de las Américas por su obra Donde habita el cangrejo.
El poeta de origen sonorense, no respondió. A nivel internacional fue muy
debatida la herencia que el premio Nobel Camilo José Cela le dejó a su esposa
Marina Cataño, lo que ocasionó una demanda que se litigó durante casi quince
años y que recientemente ganó el hijo
del escritor, al recibir las dos
terceras partes de la herencia. El hijo, del mismo nombre que el Nobel, siempre
alegó que esa fortuna se había amasado con el apoyo y el trabajo de su madre
esposa por muchos años del escritor español, a la que dejó para casarse
con Cataño, varias décadas menor. Ahora, ella ha quedado desposeída de gran
parte de la fortuna y del título que ostentaba el escritor. Todo esto para
llegar al gran escándalo actual, con la polémica viuda de Jorge Luis Borges -no
José Luis como dijo un señor guanajuatense que ni siquiera había leído tres
libros- María Kodama, por la demanda que acaba de ganar en contra del escritor
Pablo Katchdjian por haber plagiado según ella, el famoso cuento de Borges El
Aleph, agregándole 5 mil 600 palabras lo que lo convirtió en un Aleph “gordo”.
Frente a esa demanda se han alzado voces de importantes escritores argentinos
para defender a Katchdjian señalando la esencia de la recreación o la
reescritura de una obra, que en realidad
no ha sido alterada, porque la obra original aparece completa, comas
incluidas. La señora Kodama era una joven que ayudaba a Borges en sus últimos
años, lo que llevó a ambos al matrimonio. Fue muy censurado que la obra quedara
fuera de Argentina y en manos de una mujer que es criticada por la forma como
la usa. Ante esos lamentables
oportunismos que impiden que las obras de grandes escritores lleguen a un
público masivo a través de ediciones baratas que permitan su permanencia y
divulgación, los que salimos perdiendo en todo caso, somos el gran público cercenado de obras que deberían perpetuarse.
Existen por fortunas otro tipo de herederas, viudas como la de Saramago, Pilar
del Río. por ejemplo, que enaltece la obra del portugués, o la esposa de
Roberto Bolaño Carolina López, incluso su última compañera Carmen Pérez de la
Vega y otras mujeres similares que no se aferran a los interese monetarios,
sino que buscan que lo que crearon sus esposos se siga promoviendo, como ellos
querían. Otro ejemplo es el de Eva Gabrielsson, viuda de Stieg Larson, que
tiene en preparación - ella fue ayudante cercana del escritor sueco mientras
escribía su famosa Trilogía Milenium- y a punto de publicar la
cuarta parte de la extraordinaria serie. La esperaremos con ansiedad.
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