sábado, 8 de noviembre de 2014

MIRADA DEL DOMINGO Al Estado: se le reventó el barzón Por: Isaías Alanís

La gratuidad de este concepto desvalido, tiene en estos momentos una gran relevancia dadas la condiciones en las que se encuentra el Estado mexicano, y cuyas principales atribuciones se han visto suprimidas o manipuladas por entes oscuros. Desde los viejos conceptos aristotélicos a estado moderno tal y como lo consideró Maquiavelo, éste ha tenido por función garantizar la vida de los ciudadanos, Norberto Bobbio afirma que en el contexto histórico social de cambios que vivió Maquiavelo, la palabra Estado se transformaba dialécticamente y ese concepto tenía un significado de peso social y organizativo, se trataba de: “la máxima organización de un grupo de individuos sobre un territorio en virtud de un poder
 de mando”. Digamos que durante los siglos catorce a diez y seis se usaba el concepto civitas, para nombrar al gobierno y sus instituciones exclusivamente en naciones-estado. Cuando las conquistas y el crecimiento urbano-rural se expandieron y surgieron nuevos territorios más allá de los límites de la ciudad, surge un nuevo concepto que rebasa al de civitas que es el de Estado. “De esta idea primaria se puede resaltar la principal característica de un Estado: el territorio, los habitantes y los órdenes políticos…”. pensador Max Weber sostiene que el Estado es “definido mediante dos elementos… la función de ocuparse de la prestación de los servicios públicos y del monopolio legitimo de la fuerza”. Visto bajo esta ligera reflexión el estado tiene que cumplir a cabalidad con lo que las leyes lo demanden de acuerdo a un entramado de contratos sociales entre sociedad y gobierno, hoy preestablecidos por las leyes de mercado y la libre empresa que ha trastocado las funciones primordiales del Estado y otros adláteres menores como el surgimiento, gracias a la permisión complicada y cómplice del estado de grupos de poder dentro del poder que van de los empresarios sin fronteras y los poderes que manejan trafican, producen y distribuyen las drogas, entre otros.
Es en este contexto que México es un estado fallido. Ser un país de leyes cuesta y los principales promotores de éstas las infringen con la mano en la constitución. Vean el caso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que esta al servicio del Estado en vez de estar al servicio de la justicia de la ciudadanía.
Y en cuanto a que el estado garantice la seguridad y sea el único que utiliza la fuerza con fines que encarnan el respeto a la soberanía y no la represión a los ciudadanos, hoy es una utopía. Poderes meta estatales, tienen hoy la función de salvaguardar regiones que controlan bajo su égida y donde hay un Estado dentro de otro. Ejemplos sobran: Tamaulipas, Sinaloa, Sonora, Chihuahua, Veracruz, Michoacán y Guerrero, para pormenorizar este terrible asunto.
En estas regiones el Estado no salvaguarda a la ciudadanía, y el “uso de la fuerza” del que hablaba Maquiavelo ya no se constriñe a las instancias oficiales que el estado mantiene y que los ciudadanos pagamos. No. Ahora, han surgido soldadescas bien pertrechadas y entrenadas que han instaurado el terror en los territorios conquistados, en ocasiones con la anuencia de la autoridades formales: gobernadores, presidentes municipales bajo la mirada cómplice de autoridades del orden en los tres niveles de gobierno.
Aunque el Estado este constreñido al territorio, uso de la fuerza pública como lo define Bobbio, aquí es donde se le revienta el barzón al Estado mexicano, porque su fin es hacer valer las leyes y crear instituciones que permiten gobernar. Y eso no está pasando en México.
Los territorios son ocupados por mercenarios al servicio de los barones de las drogas. Mediante la política institucionalizada en México del terror, imponen sus leyes: secuestran, cobran impuestos emergentes a empresarios y pequeños comerciantes, se han introducido en el transporte publico, cuentan con una multitud de taxistas que les sirven como halcones y como burreros motorizados. Corrompen a las policías y las compran, lo que les permite cometer cualquier acto de terror u homicidios sabiendo que tienen total impunidad y que incluso son sacados con facilidad de cárceles municipales, estatales o federales. Casos hay muchos.
Y la respuesta social a la  negativa del Estado para garantizar orden, paz y tranquilidad republicana y la cuadyuvancia real, en muchos casos y el binomio delincuentes-policías que operan muy campantes y bien protegidos por el Estado, los ciudadanos han tomado la decisión de armarse y defenderse creando las famosas auto defensas que muchas veces están infiltradas y pagadas por el propio poder tras el poder real y simbólico que debería representar el Estado. Lo que en buen español mexicano se dice que al Estado, “se le reventó el barzón, y sigue la yunta andando…”.
Y mientras México deje de ser un país sin leyes que no se apliquen con solvencia y legitimidad, el deterioro de las instituciones va ir degradando la plataforma en la que se sostiene el Estado. Y a mayor degradación, mayor caos, y a mayor caos, mayor será la inequidad de las instituciones y mayor la degradación de la vida social, política y económica de la nación.
En los hechos de Iguala, es ampliamente percibido que el Estado ha perdido simbólicamente y en los hechos, sus funciones. Ha perdido dominio territorial. Las instituciones no han protegido a la sociedad civil como lo prueban testimonios de la gente de Iguala y los jóvenes de la fatídica noche del 26 de septiembre, en donde la Policía Federal, el Ejercito no actuó como debió de haberlo hecho al prestar atención a los perseguidos y heridos. La función del Estado fue en esos momentos, ir en la defensa de los violentados por fuerzas delincuenciales o policiacas de Iguala, y no lo hizo.
Han transcurrido días y más días y la noche de Iguala, es una muestra de cómo en México el Estado ha perdido su fuerza rectora. La PGR, afirma que los “cuerpos de los estudiantes fueron asesinados y quemados”, pero como no hay cuerpos, siguen desaparecidos, mayor juego diabólico ante un acto de lesa humanidad no corresponde decirlo en esa forma dubitativa, atropellada, mentirosa y reiterada al Estado.
Por  estas y muchas causas, al Estado se le reventó el barzón por omisión, complicidad o  porque ya no da para más y requiere que los mexicanos hagamos una reflexión para cambiar lo que se tenga que cambiar y mantener aquello que todavía le da cierta esperanza a los mexicanos… Y que siga la yunta andando…

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