O los fantasmas de Andrés Manuel podría haber titulado este artículo.
Y es que el licenciado presidente miente todos
los días, se pelea con el pasado, le endilga todos los males del país a sus
antecesores y a quienes llama “los de antes”.
Igual blofea de lunes a viernes en las
mañaneras y usa la televisión pública que, en conjunto, se significa con amplia
penetración entre eso que se llama opinión pública y le acarrea multitud de
seguidores, simpatizantes que se regodean con los calificativos, insultos en
realidad, con los que alude a sus opositores, lo mismo políticos que
periodistas y dueños de medios de comunicación que de plano le caen mal; no
oculta sus estados de ánimo el inquilino de Palacio.
Pero, bueno, el tema en este momento, amén de
haberse alzado defensor de la libertad del bachiller Donald Trump para decir
barbaridades y convocar al asalto al Capitolio, es el de la supuesta censura
que dice le quiere aplicar Lorenzo Córdova Vianello, consejero presidente del
Instituto Nacional Electoral.
Falaz, mentiroso sin duda alguna, hábil en el
doble lenguaje, maestro de la propaganda y la mecánica de victimizarse y
aparecer en vivo y a todo color como el mártir de la democracia, con la
machacona referencia de que es el presidente (éste con minúsculas) más
criticado y atacado en la historia patria, cuando olvida, por ejemplo, que
Gustavo Díaz Ordaz como Presidente de México solía burlase de sí mismo y
mandaba recoger la crítica y caricaturización que de él se hacía profusamente y
en especial en la capital del país.
Pero, vaya, hoy el licenciado López Obrador
asegura que tiene el apoyo de todo el pueblo y, por tanto, prácticamente el
aval para enfrentar a sus opositores con el poder de la palabra que llama al
linchamiento, que descalifica y estigmatiza, insulta y acorrala.
¿Quién con más poder que el jefe del Ejecutivo
Federal, guste o no? Es una lucha desigual.
A los periodistas nos calificó con el mismo
rasero como fifís y chayoteros, golpistas, perros que muerden la mano, en un
nivel de escarnio y en aras del linchamiento público, al grado de que en
aquellos primeros días de su gestión, al término de las mañaneras había
simpatizantes de él y de la 4T que insultaban e incluso llegaron a lanzar
objetos a los periodistas –los de verdad, no los mercenarios que hoy reciben
como paga candidaturas y atención especial con recursos públicos que por
supuesto no son transparentes--.
Y han sido dos años en los que el inquilino de
Palacio se pelea con los fantasmas, pero en una singular mecánica que entraña
la manipulación de la idea, del concepto, del ataque y la explicación no pedida
respecto de sus decisiones que suelen ser una barbaridad.
¿Alguien de sus seguidores ha tenido el cuidado
de estudiar las condiciones del terreno donde se comenzó a construir el nuevo
aeropuerto internacional de la Ciudad de México? Recientemente aparecieron
fotografías de zonas inundadas en esa obra abandonada y se le achacó a las
lluvias, pero en realidad se inundó a propósito para demostrar que aquella
terminal aérea se hundiría e inundaría.
¿Qué ha pasado con los opositores al Tren
Maya? ¿Qué ocurrió con los morelenses que se oponían a la construcción de la
termoeléctrica de Huexca? Huelga hacer más preguntas porque para el licenciado
López Obrador todo tiene una explicación y ésta orbita en el ámbito de sus
opositores, de quienes, neoliberales y conservadores, están molestos porque
perdieron canonjías, porque robaban y vivían como reyes y eran los amos del
país y corruptos. Acusa.
En ese tenor, vale reiterar la pregunta:
¿Dónde están los corruptos? Blofea, engaña, miente, amenaza y, lo que es peor,
cumple sus amenazas con ese ánimo de venganza, cobro de facturas acumuladas
durante toda su carrera política en la que nunca ha dado golpe porque ha vivido
de la industria del reclamo y la sociedad con el poder que supuestamente
detestaba.
Manuel Camacho Solís lo conoció en su amplia
ambición política; Marcelo Ebrard le acercó recursos como en su momento lo hizo
Rosario Robles Berlanga para apuntalarlo en el ascenso a la jefatura de
Gobierno del entonces Distrito Federal; Alejandro Encinas lo tiene bien
estudiado y le sirve en ese camino que lo ha llevado a la Presidencia de
México.
¿Tiene todo el apoyo popular?
Insisto: blofea. Hoy tiene una amplia
aceptación, pero no la de los 30 millones que votaron por él en la presidencial
de 2018. Transita, sí, entre la impunidad y se ha hecho del respaldo de las
Fuerzas Armadas, a cuyos generales y almirantes ha entregado obra pública y
vastas responsabilidades que entrañan acuerdos bajo cuerda, porque sólo así se
explica el cambio de opinión que tenía de éstas, cuando declaró que, si por él
fuera, las desaparecía.
Se blinda, verdad de Perogrullo. Y en ese
blindaje caminan los llamados “siervos de la nación” que ganan más que los
médicos y personal que lucha contra el Covid-19, “siervos” que reparten dinero
y operan en la opacidad con el levantamiento del censo paralelo que habrá de
servir para los próximos comicios intermedios de junio de este año y la
preparación del terreno de la reelección que se avista en 2024, si antes la
oposición no se aplica como tal.
Por eso la reiterada embestida contra los
organismos autónomos, éstos que son contrapeso, quiérase que no, del poder
público. Como el Instituto Nacional Electoral que desde su génesis arrebató el
control comicial a la Secretaría de Gobernación, y el Instituto Nacional de
Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI)
que ha funcionado contra la galopante opacidad que implica corrupción e
impunidad en la administración pública federal.
¿Por qué cuando fue jefe de Gobierno del
entonces Distrito Federal, Andrés Manuel se opuso a la creación del (INFOCDMX) Instituto de Transparencia, Acceso a la Información Pública,
Protección de Datos Personales y Rendición de Cuentas de la Ciudad de México?
Opacidad ha sido la mecánica del gobernar de López Obrador. Por eso sus
fantasmas. No admite que el INAI instruya a su gobierno rendir cuentas,
entregar información que mandan sus colaboradores a la secrecía con el
argumento de que son de seguridad nacional.
¿Por qué descalificar a Lorenzo Córdova? Miente el licenciado López Obrador, lo que hace en las mañaneras, es
propaganda. Ni siquiera publicidad; ¿olvido su mensaje del martes 28 de
mayo de 2019 cuando el INE le instruyó no difundir sus conferencias en semanas
previas al proceso electoral en seis entidades? Andrés Manuel aceptó y hasta
presumió su disposición democrática. ¿Entonces sí, pero hoy no?
Bueno, bueno, no es lo mismo un proceso electoral en dos entidades que
en todo el país y menos cuando están en juego 15 gubernaturas y la renovación
de 500 diputados federales, éstos que habrán de votar iniciativas de suyo
torales para apisonar el terreno de la 4T.
¿No hace propaganda? Pasó de noche por la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales de la UNAM, entre cuyas materias impartidas en esos años de la
década de los 70 eran publicidad y propaganda. Sus definiciones a modo –con sus
datos—riñen con las académicas, la reales.
Definiciones vigentes, refieren lo siguiente:
¿Qué es la
publicidad?
La publicidad tiene fines comerciales, busca
promover productos y servicios con el objetivo de atraer a potenciales clientes
o compradores y moverlos a adquirir aquello que determinada marca vende u
ofrece.
Se vale de distintos métodos y canales para
divulgar sus anuncios. Por lo general, intenta crear anuncios llamativos para
impactar al público, y utiliza los medios de comunicación, tanto digitales como
tradicionales, entre otras estrategias de promoción.
¿Qué es la
propaganda?
La propaganda, en cambio, no tiene fines comerciales. Su mensaje busca promover,
fundamentalmente, campañas de corte ideológico, político, doctrinario, religioso,
educativo, de concientización, etcétera, que generen un impacto en el público y
modifiquen su conducta u opinión en relación con determinado tema. Su finalidad
real es atraer adeptos y seguidores para una causa, doctrina, creencia u
opinión.
“Las
propagandas pueden tratar, por ejemplo, sobre educación sexual, ambiental,
pueden ser de concientización contra el consumo de drogas, alcohol o tabaco;
pueden hablar sobre el tema de la discriminación racial, étnica o sexual; o
también ser campañas de tipo político, etcétera.
“La
propaganda es un método de comunicación cuyo objetivo es dar a conocer una
información con la intención de influir en el público para que actúe de una
manera determinada o utilice un determinado servicio o producto.
“Difusión
o divulgación de información, ideas u opiniones de carácter político,
religioso, comercial, etcétera, con la intención de que alguien actúe de una
determinada manera, piense según unas ideas o adquiera un determinado producto”.
¿Se hace o no propaganda en las
mañaneras? La mentira nuestra de cada día, dicha desde el púlpito de Palacio.
Conste.
@msanchezlimon
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