En medio de la
contingencia sanitaria por el Covid-19 y ante un escenario político no tan
alentador a nivel nacional, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) cumplió
este 5 de mayo un aniversario más de su fundación: el número 31.
Después del PRI y del PAN,
es el tercer instituto político con mayor antigüedad en el país.
Recientemente
(4 de marzo), el tricolor cumplió 91 años, mientras que el blanquiazul cumplirá
81 el próximo 16 de septiembre. O sea, el Sol Azteca, como también se le conoce
al PRD, está chavo ante el “PRIAN”.
Antes de las elecciones de
2018 hubo quienes apostaron que desaparecería del mapa político y que perdería
su registro ante el Instituto Nacional Electoral (INE). Y, ¡sorpresa! No se les
concedió ese deseo a sus malquerientes.
El PRD sigue vivo,
especialmente en los estados del sur, como es el caso de Guerrero.
Los que le desearon su
extinción política fueron algunos personajillos que antes militaron en sus
filas y que ahora están en Morena. Sí, aquellos que se beneficiaron con
importantes cargos públicos y candidaturas en los mejores tiempos del Sol
Azteca, y que se bajaron como ratas cuando el barco empezó a hundirse.
Es cierto, nació dividido
como instituto político, tal y como lo está ahora Morena, con bastantes tribus
o grupos políticos.
El 5 de mayo de 1989 y luego de la amarga experiencia de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano en las
elecciones presidenciales de 1988 y de la unión de varias fuerzas de izquierda
y de un sector progresista del PRI, surge el PRD con una ideología política de
izquierda.
En
sus primeros años, a los perredistas les costó bastante esfuerzo, sangre y
persecución política por parte del Estado mexicano para consolidarse ante la
opinión pública y ante el electorado.
En los años 90s y a
principios del siglo XXI, el PRD fue una
fuerza política radical que bloqueaba carreteras y tomaba edificios públicos y pozos petroleros; y que adoptó una postura contestataria y un
discurso antisistémico. A tal grado que el priista José Francisco Ruiz Massieu, gobernador de Guerrero en el sexenio
1987-1993, lo llamó el partido de la
sangre y la violencia.
La mayoría de sus
dirigentes y legisladores estaban en contra de todo y a favor de nada, como fue
el caso de Andrés Manuel López Obrador,
quien se atrevió mandar al diablo a las instituciones en 2006, tomar pozos petroleros en 1994 y
bloquear carreteras y el Paseo de la Reforma.
Poco a poco, algunos
personajes del PRD entendieron que ése no era el camino para llegar a la cima
del poder, sino a través del diálogo, la construcción de acuerdos y el respeto
a las instituciones.
Y, a pesar de todos sus
errores, al PRD hay que reconocerle su contribución a la vida democrática del
país y a la creación de instituciones autónomas, tales como el Instituto
Federal Electoral (hoy Instituto Nacional Electoral/INE) y la Comisión Nacional
de los Derechos Humanos (CNDH). También se le reconoce su participación en la
aprobación de importantes leyes que han beneficiado a los mexicanos.
En
Guerrero, el PRD está más vivo que nunca.
En
2018 no fue sepultado electoralmente. Dio batalla y sin alianza ganó en 24
municipios, y en alianza con el PAN y MC ganó en nueve. Mientras que Morena y
el Partido Encuentro Social (PES) ganaron 16 presidencias municipales.
Por primera vez le
arrebató al PRI la Alcaldía de Chilpancingo con su candidato Antonio Gaspar Beltrán; retuvo
Teloloapan (su bastión desde 1990) con Efrén
Romero Sotelo, Tixtla de Guerrero con Erika
Alcaraz Sosa, Eduardo Neri
(Zumpango) con Natividad López González,
Florencio Villareal (Cruz Grande) con Wilber
García Trujillo y Tlapehuala con Anabel
Balbuena Lara, y recuperó Tecpan de Galeana con Jesús Yasir Deloya Díaz y Atoyac de Álvarez con Yanelly Hernández Martínez.
En Acapulco fue donde tuvo
pésimos resultados en las urnas con su candidato Joaquín Badillo Escamilla, quien quedó en un lejano tercer lugar.
Aunque éste atribuye su fracaso al ex alcalde Evodio Velázquez Aguirre.
En la elección de
senadores y diputados federales y sin que sus candidatos hicieran una campaña a
ras de piso, Morena se alzó con el triunfo gracias al efecto AMLO. El único
distrito donde Morena mordió polvo
fue en el 06 con sede en Chilapa. El perredista Raymundo García Gutiérrez ganó en las urnas con amplio margen.
Incluso, fue de los pocos candidatos opositores a Morena que ganó uno de los
300 distritos electorales federales en disputa. O sea, el efecto AMLO le hizo lo que
el viento a Juárez. ¡Zas!
Lo
que el PRD requiere urgentemente es lograr la unidad para enfrentar la
desmedida soberbia de los dirigentes de Morena y al silencioso PRI que también
se prepara para dar la batalla en 2021.
Tal vez la caballada en el Sol Azteca esté flaca
–Rubén Figueroa Figueroa dixit–, pero eso no quiere decir que sus dirigentes
estén echados en la hamaca.
De entrada, tiene dos
prospectos visibles a la gubernatura. Uno de ellos es Carlos Reyes Torres, uno fundadores en el municipio de la Unión,
donde fue alcalde en el trienio 2002-2005, y comisario de su natal Petacalco,
allá por los años 90s.
Reyes Torres también ha
sido dirigente estatal del PRD (2011-2014) y diputado local en dos ocasiones
(LVIII y LXI Legislatura), presidente de la Comisión de Gobierno del Congreso
local. Y desde hace unos meses se mueve en todo el estado para escuchar y
recibir propuestas para enriquecer el proyecto que él denomina “Guerrero necesita un plan”.
Luego
entonces, más que festejar sus 31 años, el PRD requiere reinventarse para la
elección que viene, que tampoco será fácil como el 2018, pero tampoco imposible
para salir adelante.
Además, el balance de sus militantes y dirigentes
debe ser sobrio, autocritico, responsable y pensando siempre en la unidad.
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