Durante la Segunda Guerra Mundial, el Ejército Imperial Japonés desarrolló un programa encubierto de investigación de armas biológicas y llevó a cabo infames experimentos sobre varias poblaciones chinas, en especial, sobre Manchuria y Pekín.
Poco después, los
japoneses bombardearon Pearl Harbor y recién ahí los estadounidenses se dieron
cuenta de que el riesgo era real, de que su territorio podía ser atacado no
solo con armas convencionales, sino también, con armas químicas como las que se
utilizaron sobre China.
Precautelando la seguridad
nacional, el gobierno de los Estados Unidos distribuyó máscaras de gas a la
población de Hawái, pero estas máscaras estaban hechas como para un adulto y no
sólo que no se ajustan a las facciones de los niños, sino que eran dispositivos
que causaban pánico entre los pequeños, lo que hacía aún más difícil que un
niño se la ponga. La solución no tardó en llegar: se aprovechó la simpatía que
los niños sentían por Mickey Mouse y se elaboraron mascaras de gases infantiles,
con el rostro del icónico ratón.
Imagen
del Bishop Museum Archives: Niños de Honolulú utilizando máscaras de gas
La producción de las
máscaras de gas infantiles comenzó en 1942, un mes después de que el Japón
bombardeara Hawái. El mismo Walter Disney se encargó personalmente del diseño.
La máscara fue diseñada para adaptarse cómodamente a niños de uno a cuatro años
de edad. Su función básica era la de ser una máscara, un juguete como cualquier
otro, pero que a la vez tuviese una aplicación práctica. Se suponía que los
niños la tenían que llevar puesta a todas partes y usarla "como parte de
sus juegos" con la finalidad de que la máscara sea emocionalmente cómoda,
y en lo posible, lograr que ellos mismos activen el equipo de protección rápida
cuando sea necesario.
Walt
Disney mostrando el boceto al General William Porter, el 8 de enero de 1942
Niña jugando con la máscara de gas de Mickey Mouse |
Para las primeras pruebas
se mandó a hacer mil máscaras infantiles, que dicho sea de paso y por suerte,
nunca llegaron a utilizarse, ya que gracias a los correctivos tomados en el sistema
de radares de las islas y sus intensos patrullajes navales, las mantuvieron a
salvo durante el resto de la Segunda Guerra Mundial.
Como se hizo solamente ese
pequeño tiraje para pruebas, ahora es casi imposible encontrar una de aquellas
máscaras. Después de la guerra, el ejército las repartió casi todas en calidad
de souvenirs para los más altos funcionarios, civiles y militares de la época.
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