jueves, 26 de febrero de 2015

Las putas de la Calle Love Ilka Oliva Corado*/CRÓNICAS DE UNA INQUILINA/EU.

Ilka Oliva Corado* A las niñas y adolescentes las visten de colegialas: faldas cortas con paletones, calcetas blancas hasta las rodillas, la zapatilla la cambian por zapato de tacón alto. Blusa blanca de tres botones. No usan sostén y siempre les mojan el área de los pezones para que sobresalgan en la tela. Una moña les sujeta el cabello.
Son las más codiciadas y hacen ganar fuertes sumas de dinero a sus dueños cuando las anuncian como vírgenes y las hacen desfilar ante los clientes que las manosean y escogen como mercancía. Dejaron de ser personas  y  las convirtieron en objetos desde que las secuestraron para llevarlas  a trabajar a  la Calle Love. Un bar  atemporal donde se vende alcohol, drogas y sexo. 
Visitado por gente de gobierno, artistas, deportistas y  empresarios. Un bar que se llena de gente común, que lo visita el hombre que conduce el autobús, el bombero, el plomero. El docente de universidad, el recolector de basura, el agente del seguro, el estudiante universitario, el jardinero, el tierno padre de familia.  
En la Calle Love hay mujeres para todos los estratos sociales, gustos y tamaño de billeteras. 
Tienen asiáticas, europeas, latinoamericanas y africanas. En la Calle Love se celebran despedidas de soltero, cumpleaños, graduaciones, ascensos laborales, contratos millonarios. El manjar son las mujeres que aprenden a gemir y a inventar orgasmos explosivos, que se vuelven gatitas o fieras salvajes para que el cliente se sienta el macho más potente del mundo, las que se dejan golpear, cortar, las que se dejan sodomizar porque si dicen no, la paliza que les espera las dejará en cama una semana y al servicio de los guaruras del lugar, las violaciones grupales son el aperitivo.
Las  inservibles tienen treinta años  y por la edad ya no generan ganancias en igual cantidad que las niñas y adolescentes, las sacan a las calles y se apuestan en las esquinas bajo la vigilancia de un padrote que les mide el tiempo.
Han aprendido a contener las lágrimas, ya no gritan cuando las golpean, han aprendido a moverse estrictamente para provocar el placer de los clientes. Han perdido el número de los hombres que las han abusado, no reciben dinero, solo dos platos de comida al día y la pastilla diaria de ketamina que las mantiene sedadas. De ser una inyección diaria de heroína que las vuelve adictas, pasa a ser un premio para la que tenga más clientes en la noche. 
A las niñas y adolescentes les dan pequeñas dosis de jombina que las mantiene excitadas y dispuestas,  para aguantar a 40  clientes al día, 19 horas diarias los 7 días de la semana. Les dan ketamina para dormir. Las esterilizan recién llegando al infierno en el que se convertirán sus vidas.
Pasan las semanas que se vuelven meses que terminan en años encerradas en el mismo lugar, recibiendo golpe tras golpe, tumbándose de espaldas, abriéndose de piernas, han perdido hasta la memoria con tanta droga.  A las que han intentado escapar las torturan durante semanas hasta que les borran el ímpetu de sobrevivencia y entran  en un estado de sumisión permanente.
Las putas de la Calle Love tuvieron sueños, alegrías, sonrieron y amaron. Las han convertido en jirones humanos que aprendieron a seguir  órdenes para evitar las torturas.  A gemir para que los clientes no se quejen y las castiguen. A repetir que les gusta que les den por el culo porque eso excita al  cliente. A gritar que le gustan los miembros grandes  porque son los únicos que las dejan satisfechas. A atragantarse chupando falos. A pretender no estar ahí e imaginarse en otro lugar donde la vida duela menos y los deseos de suicidio no sean la alarma constante. 
Las niñas, adolescentes y mujeres de la Calle Love se encuentran en cualquier lugar del mundo, a todas horas. Son nuestras hermanas, hijas, amigas, conocidas, las extrañas con las que no nos une ningún lazo sanguíneo pero sí el humano que es más poderoso.
Si usted es hombre, ¿iría a pagar por placer a la Calle Love? ¿Si usted es mujer se atrevería a persignarse y a señalarlas como las mujeres de la mala vida? ¿Qué es lo que corresponde hacer como humanidad con estos miles de bares donde se secuestra, tortura, explota y asesina a nuestras mujeres? ¿Qué espera para actuar, que le toquen la sangre? El cliente de la Calle Love siempre está más cerca de lo que imaginamos.
@ilkaolivacorado

*Escritora y poetisa guatemalteca. Inmigrante con maestría en discriminación y racismo. 

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