CARLOS REYES ROMERO |
Ya
era hora. Por fin Rogelio Ortega Martínez, actual
gobernador de Guerrero, hizo lo que debió haber hecho desde que asumió el
cargo: dialogar con los padres de los 43 normalistas desaparecidos y sumarse físicamente
a sus demandas de justicia y presentación con vida de sus hijos.
Ciertamente, fue sólo con una parte de
ellos, pero es un mensaje muy revelador que de continuar puede llevar a que el gobernador
sea factor relevante para remontar la crisis de incredulidad y desconfianza
hacia todos los poderes públicos que vive la sociedad mexicana.
Bien dice el Presbítero Baltasar Vega
Ramos: un solo acto bien intencionado puede redimir muchos errores. Y ese es el
punto a favor de Rogelio Ortega.
No es fácil y declaraciones como la que
vino a hacer el presidente Peña Nieto a Acapulco, acerca de que hay que empezar
a remontar y olvidar la barbarie, no ayudan en nada antes bien atizan el fuego.
Ojalá Rogelio Ortega vuelva los ojos
más frecuentemente a su pasado, a los ideales democráticos y se comprometa más
con la sociedad guerrerense y no sólo con quienes lo postularon para su actual
responsabilidad.
Es menos de un año lo que le resta al
frente del Ejecutivo, pero es más que suficiente para demostrar que puede ser
un buen gobernante o… el peor.
Cirugía
mayor. El presidente Peña Nieto sigue
entrampado en querer minimizar la barbarie de Iguala y dejarla en un simple
ajuste de cuentas con el grupo criminal “Guerreros Unidos” y el ex edil de
Iguala José Luis Abarca, sin tocar a ningún otro funcionario estatal o federal,
a pesar de que existen serias evidencias de que hubo solapamiento,
encubrimiento y obstrucción de la justicia, no sólo en cuanto a lo que sucedía
en el Ayuntamiento de Iguala, la policía municipal y entre los mandos del 27
Batallón del Ejército que deliberadamente se hicieron de la vista gorda, sino
que varios funcionarios de primer nivel federal y estatal sabían lo que estaba
pasando y no actuaron a tiempo para impedir la tragedia que conmociona al país
y al mundo.
Por ese camino se está conduciendo al
estado y al país hacia una crispación social que adquiere niveles de
ingobernabilidad más riesgosos, mientras las acciones represivas generan mayores
y más contundentes rechazos.
Peña Nieto se niega a aceptar que lo
grave de la situación requiere de una cirugía mayor. El contubernio entre autoridades,
policías, juzgadores y delincuentes, es objeto de señalamientos, críticas y
denuncias ascendentes sin que el gobierno federal haga algo serio para erradicarlo.
El gobernador de Morelos ya adelanto
algo respecto de las drogas, pero la verdad es que para acabar con la violencia
que ensangrienta al país, habría que tomar cuando menos tres medidas urgentes.
La primera, sería legalizar y
reglamentar adecuadamente la plantación, exportación y consumo de mariguana y
orientarla fundamentalmente hacia los mercados estadounidense y europeo.
Convendría también valorar la posibilidad de hacer lo propio con los plantíos
de amapola. Ellos necesitan la droga; nosotros necesitamos seguridad pública y
paz social.
La segunda, es más drástica y
consistiría en decretar un indulto general, al que pudieran acogerse todos aquellos
que dentro y fuera de los poderes públicos están coludidos con los secuestros,
el cobro de piso, la trata de blancas y el tráfico ilícito de órganos. Son
tantos los empresarios, funcionarios y juzgadores que tienen vela en el
entierro que nadie se atreve a actuar para que no le pisen la cola. Pueden
establecerse varias modalidades al respecto, pero lo fundamental está en
aplicar una política de borrón y cuenta nueva.
La tercera medida, sería ejercer
acciones efectivas para llevar ante la ley a quienes continúen delinquiendo, haciendo
caso omiso del indulto mencionado. Lo cual tendría que ser acompañado, como ya
lo hemos dicho, de un acuerdo de todas las fuerzas políticas y de un Consejo de Estado, que garanticen
honestidad pública, cero tolerancia al delito y a la impunidad, fin a la
colusión gubernamental y policíaca con el crimen organizado, alto a la
prevaricación de la justicia y blindaje y limpieza efectiva del sistema
electoral.
¿Se irán, igual que llegaron? El pasado 3 de diciembre se puso en marcha el operativo
especial de seguridad Tierra Caliente, con el que la Secretaría de la Defensa Nacional
asume el control de la seguridad en 36 municipios de Guerrero, Michoacán, el
Estado de México y Morelos; operativo que en Guerrero abarcara 22 municipios,
12 de la región Norte, los nueve de la región Tierra Caliente, y Eduardo Neri
(Zumpango) de la región Centro, participando efectivos de la Policía Federal y
su división de Gendarmería, la PGR, la Marina, el Ejército y el Cisen.
Sin embargo, tan necesario e importante
operativo corre el riesgo de quedar en nada, como ha sucedido con otras
intervenciones federales en el estado.
¿Quién no recuerda que durante los
gobiernos de Zeferino Torreblanca y Ángel Aguirre, los federales se limitaban a
perseguir la piratería de películas y música, ubicar autos robados, detener a
consumidores de drogas y amedrentar a sexoservidoras? Pero eso sí, jamás
tocaban a los Beltrán Leyva y al Chapo Guzmán, que todos sabían que operaban libremente
en el estado, ni a Rogaciano Alba quien era protegido de Zeferino Torreblanca
con pleno conocimiento de la PGR. Otro botón de muestra: desde principios de
este año, luego del atentado al líder empresarial Pioquinto Damián Huato, los
federales llegaron a Chilpancingo y sin embargo el crimen sigue operando a sus
anchas.
El Presidente Peña Nieto, Gobernación, las
fuerzas armadas, el Cisen, la PGR y el gobierno del estado conocen la gravedad
de lo que acontece en la Tierra Caliente, virtualmente bajo el control de la
delincuencia organizada. Saben también que los delincuentes traen a un grupo de
secuestrados sembrando enervantes en la Sierra, entre ellos muchos jóvenes
levantados en Chilpancingo y otras ciudades de la entidad ˗lo cual ha
denunciado varias veces en tribuna el diputado local Rubén Figueroa Smutny˗, saben bien quiénes son y cuál es su estructura y ramificaciones. No
vienen a ciegas.
La pregunta obligada es: ¿Van a actuar
efectiva y eficazmente contra ellos o nada más vienen a gastar en gasolina,
viáticos, hospedaje y a cobrar horas extras y estímulos? Lo cual sería muy
grave porque aumentaría la creciente y ya desbocada incredulidad ciudadana
hacia las instituciones.
El mando del operativo está a cargo del
general brigadier, diplomado de Estado Mayor, Enrique Dena Salgado.
Esta es la primera vez en el país que
el Ejército asume oficialmente el mando único. De ahí la enorme responsabilidad
que la institución tiene por sus resultados. Ojalá cumpla.
Diciembre 7 de 2014.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Nota: sólo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.