Mi estancia en la Montaña me motivó a
releer de nuevo la obra de Castaneda. Creo que valió la pena, ahora veo el
mundo con otros ojos.
Yo soy Juan Matus le respondió a Castaneda
cuando los presentaron en la terminal de autobuses. A partir de ese encuentro,
nunca olvidaría sus ojos ni la forma en que lo miró: habían brillado literalmente,
lo cual fue un evento sin precedente en su vida: había quedado atrapado. ¿El
maestro encontró al discípulo, fue al revés o ambos se encontraron?
El occidental que fue en busca de las
plantas alucinógenas ve trastocado su mundo, sus verdades, su razonamiento.
Encuentra un mundo brutalmente diferente, una filosofía construida desde otro
marco referencial, una forma de hacer y estar en otro mundo. La primera lección
se la sorraja a bocajarro: piensas demasiado en ti y eso te da una fatiga
extraña que te hace cerrarte al mundo que te rodea y agarrarte al mundo de tus
razones. Sentirse importante, lo hace a uno pesado, rudo y vanidoso. Yo me he
salido de todos mis problemas, le dijo, soy liviano y fluido. A partir de ahí,
inicia su aprendizaje o su transformación en hombre de conocimiento con la
ayuda de mescalito y del humito. El aprendizaje es arduo y largo, porque hay
que reducir al mínimo lo superfluo de la vida, y ese es el primer reto que hay
que superar, le sentenció. Para ir al conocimiento, hay que ir como a la
guerra, con miedo, con respeto y con absoluta confianza.
Las cosas no cambian, le decía, uno cambia
la forma de verlas, eso es todo. Y ahí estaba el meollo de las cosas, ambos
veían el mundo desde dos pistas diferentes: uno como brujo y el otro como
humano occidentalizado. La ventaja de don Juan, era que podía ver en los dos
mundos, y poco a poco fue trasladando a Castaneda al mundo de los brujos. No
trates de explicar el mundo desde tu mundo, le decía, puede que solamente sea
tu percepción.
La idea de la muerte es lo único que templa
nuestro espíritu, y nunca descansa, solamente apaga sus luces momentáneamente.
La muerte nos iguala a todos, por eso no somos ni más ni menos que un
escarabajo.
Para mí ya nada importa le decía don Juan;
a estas alturas, un hombre vive de actuar no de pensar en actuar, ni de pensar
qué pasará cuando deje de actuar. Por eso un hombre de conocimiento elige un
camino con corazón y lo sigue: y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y
sabe. Sabe que su vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él,
así como todos los demás, no va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es
más importante que lo demás. Ser victorioso y ser derrotado es lo mismo, al
final, la muerte acecha a todos tarde o temprano.
Interesantes lecturas para estos días
aciagos en donde parece que ya no hay camino a seguir. Busquemos y sigamos un
camino con corazón.
Diciembre
de 2014. La víspera.
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