La trajo el viento de la
mañanita y el deseo de pasarse un día y una noche al lado de sus familiares,
amigos y todavía aleteando en su pecho como una descarga de siempre vivas
húmedas el juramento que le hiciera Él hace dos años de que hoy regresaría del
norte para casarse con ella.
Se conocieron hace tres
meses durante la noche del baile popular realizado en el zócalo. Se juntaron sus cuerpos y se reconocieron entre
cadera y muslo durante todo el baile como si fueran uno mismo. Cuerpo contra
cuerpo y libres del cuerpo a cuerpo le metieron candela a la cumbia y
reggaetón. Al amanecer del otro día Él ya estaría a miles de kilómetros de
Ella.
Si acaso se tocaron las
manos y un roce casi invisible de labio contra labio selló su romance con el
sudor tradicional del trópico y el hierro candente de las promesas de Él para
Ella.
No hay nada extraño en
esto y mucho menos se podría prestar a una novela rosa. Se enamoraron y punto.
Su romance resistió el
cruce de la frontera, la ambición de polleros y sicarios, las balas de Rangers, y Minutemen y el peligro de caer abatido y lo menos grave, embodegado
a una cárcel del condado y después de investigarlo y marcarlo con hierro
candente en los diez dedos de la mano y el iris de sus ojos, enviado por
humanidad a un call center para
hablar con su familia que a estas alturas ya ha sido extorsionada por los
mismos que los cruzan la frontera.
En estas condiciones se asemilló su romance si
es que a esto se le pude llamar así.
Lo bueno es que desde las
cumbres de los cerros, el lecho del río o la arena del desierto en medio de
víboras, cactus y el peligro de helicópteros, grupo motorizado y de a caballo
de la border, su romance no se
detuvo, se volvió eterno por intermediación del feis y las fotos que subía al
cruzar un barranco o el retrato que se tomó frente a una cascabel descuartizada
a pedradas.
Ya en la ciudad continuó
por Skipe y wasap esta saga romántica de
los tiempos modernos. Todo se lo contaban.
Semanas después, Él se
acomodó en un trabajo y desde el mostrador de un restaurante de comida mexicana
a donde había entrado a trabajar como cajero por haber estudiado la
preparatoria y hablar más o menos inglés, el dueño le encomendó esa tarea y por
ser familiar de un compadre oriundo del Paraíso y que hace poco fue ejecutado
por un par de sicarios tras confundirlo con uno de sus enemigos en el negocio
de la “mercancia”.
-Lo dejaron como harnero
para cernir maíz, pobre de mi compadre, tan bueno que era. Fue lo primero que
le dijo el patrón tras recibirlo y darle el trabajo-
Desde que decidió irse a
probar fortuna -como se dice vulgarmente- por no encontrar en su pueblo
posibilidades de trabajo, Ella se convirtió no solo en su confidente, sino en
su guía espiritual.
Se hablaban a diario. Su
ciber romance transitó en menos de mil nano segundos que tarda un mensaje en
llegar de un móvil a otro. El mismo tiempo que dura una ensoñación y un
orgasmo.
Ella llegó a la comunidad
minutos antes de las nueve de la mañana.
Iba vestida para tal
ocasión con un conjunto verde y rojo.
Como a eso de las once
treinta Él, se apareció por la entrada del pueblo en un taxi que lo llevó
directo del Aeropuerto de Acapulco a la comunidad cafetalera de la Pintada.
En medio de un cielo
brillante y oscuro que algo tramaba, se besaron largamente.
Al llegar a su casa,
saludar y abrazar a su futura suegra y familiares de Ella que ya lo esperaban
con ansia, abrió una de sus maletas y comenzó a sacar regalos para todos.
Pero el regalo de Él para
Ella fue tan especial que les pidió salieran de la habitación de adobe y techo
de teja para dárselo en la intimidad.
Él abrió un cofrecito que
semejaba madera de nogal. El ejercicio mágico de botar los cerrojos de la tapa
lo hizo sin dejar de mirarla a los ojos. Una luz de astracán rojo salto del
interior del joyero. El arca perdida en un sueño, apareció, no sobre el Monte
Ararat, sino entre las manos de Él que una vez bien abierto, con la otra mano
sacó una sortija de oro coronada con un brillante en forma de flor. En el interior del anillo se podían leerse
sus nombres enlazados por un corazón.
Ella se quedó absorta.
Es para el día de nuestra
boda, amor. Te amo.
No se lo digas a nadie,
será una sorpresa para hoy en la noche después de la cena.
Acordaron guardar el
secreto.
Pidieron a los familiares
que entraran.
Y entre risas y bromas
todos les hacían preguntas
-Apoco el rapidín fue tan
rápido
-Ensénennos la foto
-Ya cuando nacerá el
chamaco
Una vez que trascurrió el
tiempo y sentados a la mesa escuchaban las historias de Él en los Estados
Unidos, y el cielo tronaba como si se hubieran disparado todos los cañones del
mundo, se dispusieron a comer bajo una lluvia intensa y enérgica.
-Al rato para, así es,
llueve porque hoy vamos a dar el grito de independencia bien mojados-
Dijo su madre mientras
servía en copitas de cristal con forma de barril mezcal de Vallecitos de
Zaragoza.
Ella, apenas si mojó con
sus labios el mezcal y en el corredor de la casa bajo la lluvia infernal se
besaron sin formulismo. Fue un beso
frugal y de olvido.
La familia de Ella hacia
bromas y recogían los platos de la comida, retiraron la mesa de madera de cedro
rojo y como afuera llovía y las cadenas de papel de china verde, blanco y rojo
yacían revueltas con el lodo en el piso de tierra del patio decidieron hacer el
baile dentro de la casa.
De pronto se oyó un ruido
infernal, justo en el instante en que Él y Ella rompieron el baile y seguros de
su amor se trenzaron en largo beso pre nupcial, luego de que Él hiciera público
el compromiso y Ella mostrara el anillo en el arca abierta que no fue la de Noé
sino un cofrecito de fabricación china semejante a madera de cedro y forrado de
astracán por dentro como ya se dijo.
El USB introducido en la
compu estaba repleto de cumbia colombiana. Sonaba a todo volumen.
De lo otro, del alud,
nadie escucho nada. Es más, los novios menos así como estaban de obnubilados
con su romántico festejo.
El cerro se partió en dos
y tres y cuatro tramos.
Un cortina oscura de lodo
cubrió la casa y la sepultó.
No quedó nada, tampoco
del pueblo.
Sólo una banderita
tricolor tirada sobre una cumbre de lodo y manchada de agua de albañal ondeaba
con el viento y la lluvia que caía a madres y padres.
De Ella y Él, ni un
rastro. Nada.
Así es el amor de
invisible. Igual que la tragedia.
Veinte días después la
madre de Él consiguió dinero para pagarle a los topos para que buscaran el
cuerpo de su hijo porque del gobierno no llegó la ayuda prometida.
Nunca los encontraron,
según el censo oficial fueron cinco los muertos en esa casa.
Para la mamá de Él, fueron
trece los fallecidos, asegura que además de la familia de la novia de su hijo,
Él le comentó por MSN que invitaría a unos amigos, que estaría bien, que no se
preocupara.
Si llegaron tardecito o
no, eso nadie lo sabrá porque tampoco nadie sabe los nombres de los amigos de
Él que había invitado al convivio que la
familia de Ella le preparó como bienvenida y para sellar su romance con próxima
boda.
Y lo que rompe cualquier historia de amor, es
que salvo la madre de Él que vive en shock y perdió para siempre la memoria y
con ella el rastro de su hijo nadie sabe o conoce los nombres de Ella y Él
porque el lodo y agua borró para siempre un romance sin concluir y sus cuerpos
enlazados nunca han sido encontrados, como tampoco la sortija de matrimonio
donde supuestamente están grabados con letra gótica sus nombres.
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