miércoles, 13 de junio de 2012

INVADIDOS POR LA POLITIQUERÍA Por Baltasar Hernández Gómez.





“Cuando ya no exista legitimidad, legalidad ni noción de equilibrio.
Cuando ya no haya justicia ni aspiraciones para el desarrollo.
Cuando no haya una naturaleza que explotar para vivir y reproducirnos.
Hasta ese día comprenderemos el enorme mal producido por el engaño de los poderosos”.
B.H.G
Escena 1.
Abrir la puerta de la casa significaba ver el portón de las casas colindantes o los árboles y arbustos de la calle, pero los regímenes políticos del último cuarto del siglo XX cambiaron el panorama vecinal en una jungla de propaganda impresa. Caras desconocidas recubiertas de trazos amorfos y colores que replican el espectro partidocrático se han apoderado de la polis posmoderna, tratando de apoderarse de la psique societal. En una sociedad cada vez menos reflexiva y crítica -producto del videns propiciado por la estructura educativa/cultural y medios de comunicación- los flashes visuales son erigidos como componentes cardinales para que los sujetos en masa definan preferencias y posturas frente a las opciones políticas colocadas en escaparate. El engaño mayor estriba en que dichas iniciativas transformadas en candidaturas no parten de la base, sino que son previamente filtradas por las élites partidistas, para responder a los intereses de la clase dominante. El objetivo es colocar a los políticos en los puestos de elección popular que quedan vacantes cada tres y seis años.

Desde las primeras horas de la mañana niños, jóvenes, maduros y personas de la tercera edad desayunan altas dosis de mercadotecnia política, llevándose en la mente la impresión de vivir en “el país del nunca jamás”, que finalmente se transforma en sentimiento de burla. Burla porque los candidatos que prestan, rentan o venden su integridad, disimulada en rostros y frases prefabricadas, son personas desconocidas y ajenas. Burla porque es absurdo e infame que se desperdicien millones de pesos en material propagandístico que, pasada la efervescencia electoral, será vertido en tiraderos a cielo abierto. Burla porque en tiempos de crisis económica los recursos de todos no son utilizados para promover desarrollo productivo, servicios públicos o programas culturales y educativos. Burla porque ante la incertidumbre y desconfianza hacia las instituciones públicas, partidos y aspirantes, persisten las estrategias de engaño por medio de la distribución de slogans, promesas vacías, gorras, camisetas, matracas, refrigerios y despensas a la ciudadanía que está ávida de soluciones reales a sus múltiples problemas.
 
Con tanta propaganda hasta el hambre se quita por las mañanas al salir de casa y en la tarde al regreso a la comida. Ya en la noche ante tanto bombardeo lo único que se quiere es cenar y estar con la familia, aunque esto suena fantasioso, porque la verdad es que ahora cada integrante se dedica a lo suyo (unos en la internet, otros en la televisión y otros más simplemente adormilados). Mientras el enojo amaina por el hartazgo propagandístico, afuera, en forma silenciosa, pero no por ello infructuosa, permanecen los postes, bardas, árboles, automóviles, ventanas, cables de electricidad y de telefonía tapizados de materiales visuales hechos en cartón, papel o vinil.

Escena 2.
Sentados en autos particulares, o bien, en unidades del transporte público, amas de casa, niños, jóvenes y adultos de todas las edades, son espectadores del caleidoscopio publicitario que hostiga con anuncios, grandes, medianos y pequeños, a través de los cuales partidos y candidatos se presentan como los productos a consumir. Durante tres meses (en el caso de elecciones federales) y mes y medio (en lo que concierne a procesos locales) los ciudadanos padecen el vía crucis del siglo XXI al ser incluidos en un entorno existencial invadido por espectaculares, pendones, pintas en casas, carteles, calcomanías, flyers y dípticos tirados en las calles.

Caras de remasterizadas, gestos de siempre, caras de nuevo cuño, lemas repetidos, promesas sin sustento, guiños fingidos o “fotochopeados” y la mentira reflejada en el compromiso para trabajar por siempre y para siempre por la ciudad, estado y país, son el pan nuestro de cada día. Los adultos acostumbrados decidimos si volteamos o no a leer la propaganda, pero ¿Qué culpa tiene la niñez y juventud de heredar modelos caducos y engañosos para hacer política?

La respuesta es simple: las nuevas generaciones no tienen por qué estar saturadas por preceptos equivocados que quieren hacerse pasar como principios universales del quehacer político. La actividad sine qua non de la política, que debe estar centrada en el bienestar común es suplantada por el juego procedimental donde lo más importante es la conservación de los controles socioeconómicos, es decir, el poder, a través del posicionamiento y reposicionamiento de los partidos y sus hombres en los tres poderes de la Unión (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), a costa de la libertad y la sanidad social.

Y si los ojos son taladrados por la propaganda impresa (estática y móvil), los oídos no se quedan atrás, toda vez que al sintonizar estaciones radiofónicas, penetran spots y entrevistas que buscan la atención a fuerza de repetición tras repetición. Melodías exitosas son convertidas en jingles de campaña que, por la sistematización en su transmisión, se vuelven pegajosas, pero aún más, peligrosamente contagiosas y hasta de uso común. Cargados de colores, ofertas, voces y música, los niños y jóvenes llegan a sus escuelas como autómatas. Los demás enajenados, llegamos a los centros laborales o de convivencia social, creyendo ser políticos por comentar lo que hizo o dijo un candidato, cuando en la realidad la crisis material y espiritual se profundiza y nos hace más esclavos de las posesiones mundanas que sentimos nos pertenecen momentáneamente, pero que en realidad son mercancías que nos poseen.

Lo más insultante es que mientras la partidocracia se mofa porque la gran mayoría de ciudadanos hasta se confronta con los otros por escoger de la vitrina a los productos previamente seleccionados por las cúpulas, la política es subsumida en el autoritarismo que ha convertido a millones de mexicanos en simples depositarios de sufragios un domingo cada tres o seis años.

La cultura política autorizada establece que somos buenos hombres y mujeres sí sólo sí votamos y punto. Sin embargo, la creencia a ciegas de lo ya establecido se está desmoronando, poco a poco, pero con solidez. En la actualidad las líneas horizontales de hacer política no transitan por los formatos arcaicos del siglo XX, sino ahora las rutas son más sentidas, porque van desde el hogar, vecindario y colonia hasta la ciudad, estado, país, y por qué no, el mundo entero. Cada vez más se arraiga la concepción de que el género humano es político por naturaleza y que en esto radica la solución verdadera a los problemas que aquejan a sus sociedades. Asimilación y luego trabajo permanente de manera horizontal es lo que proveerá de nuevos canales democráticos para edificar una vida mejor.……………………B.H.G.

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