1. Acuso a la industria
farmacéutica de haber convertido todos los procesos naturales de la mujer en
enfermedades tremendamente rentables: menstruación, anticoncepción, embarazo,
parto, lactancia, crianza y menopausia.
2. Acuso a la píldora
anticonceptiva (y todos los productos hormonales en general en mujeres sanas)
de haber alterado totalmente nuestro delicado equilibrio endocrino y de
robarnos los mensajes intuitivos que llegan del inconsciente con las diferentes
fases del ciclo menstrual femenino, por la relación entre ovarios, determinadas
hormonas y actividades de hemisferios cerebrales. Este es uno de lo problemas
de base sorprendentemente ocultado. Las mujeres no se desconectan en el parto
de sí mismas por primera vez, sino que llevan años desvinculadas de la
sabiduría femenina ancestral y más unidas a un laboratorio que a su propio
cuerpo.
3. Acuso al negocio de la
fecundación artificial de aprovecharse de las mujeres desesperadas por concebir
y someterlas a dolorosos, caros y largos procesos, en vez de analizar las
causas verdaderas (y subsanables) del fracaso en los embarazos, y que nos
obligarían a replantearnos el ritmo y el estilo de vida que llevamos a todos
los niveles.
4. Acuso a la industria de
la alimentación de su macabra y eficaz estrategia para convencer a medio siglo
de mujeres y conseguir que la leche de un animal (cuyo cerebro es mucho menor
que el humano) tratada químicamente, suministrada en plástico, y por manos
frías, muchas veces, haya suplido al calor, amor y el milagro de una teta blandita.
Este triunfo económico ha significado una condena a muerte a millones de niños
en países poco desarrollados, y alto riesgo de enfermedades, menos nivel
cognitivo y desapego en los países ricos. Ausencia de lactancia significa
ausencia de oxitocina y menos enamoramiento madre-hijo, y a partir de aquí una
larga cadena de conductas artificiales.
5. Acuso al sistema
obstétrico de haber convertido la normalidad del parto en patología, de haberlo
medicalizado hasta el delirio de 50% de cesáreas en algunos países, de no haber
respetado la extrema fragilidad del recién nacido y de haber convertido el sagrado
acto del nacimiento en una mera extracción y manipulación de bebés.
6. Acuso a los pediatras
de haber confundido sus creencias y prejuicios con la verdadera ciencia, de
haber frustrado millones de potenciales lactancias exitosas con falsas normas, de
haber convertido en enfermedad una pauta de sueño mamífera y de anteponer sus
criterios a las recomendaciones de la OMS.
7. Acuso a los neurólogos
y psiquiatras de sobre-diagnosticar la hiperactividad, y de drogar y anular a
una generación de niños (a pesar de los constatados y denunciados efectos
secundarios) con Ritaline/Rubifren: la cocaína pediátrica
8. Acuso a los psicólogos
de medrar a costa de todos los errores del sistema en crianza, de no hacer
honor a su nombre (psiqué=alma), de crear teorías que han justificado la
continua domesticación de los niños anulando el leve instinto materno que
quedaba (sobreprotección, falta de límites, permisividad por consentir
demasiado, malcriar, etc.), y de haber inventado una falsa socialización
temprana que no existe hasta mucho más tarde ( 6-7 años cuando queda
establecida la lateralidad cerebral).
9. Acuso a los falsos
gurús de crianza: Spock/Ferber/Valman/Estivill y secuaces conductistas de hacer
apología de métodos de socio-tortura y vender insensibilidad, crueldad y falta
de respeto hacia los niños. Si hubiese un Tribunal de la Haya Emocional, todos
estos personajes habrían sido condenados por sufrimiento a la Humanidad.
10. Acuso a las feministas
clásicas de haber mutilado a las mujeres humillando nuestra feminidad y
maternidad, y de haber vendido a nuestros hijos por una falsa liberación que
simplemente fue un cambio de lugar de opresión, y que perpetuó y potenció el
sistema y los valores dominantes: masculinidad, competencia, depredación,
jerarquía. Nunca hubo ninguna revolución social, sino un continuismo con otra
cara. Sí es compatible el trabajo y la crianza, pero para eso hay que
transformar el sistema y no abducirnos a nosotras y abandonar a las criaturas.
11. Acuso a las revistas
femeninas de fomentar modelos de mujeres descerebradas, consumistas,
siliconadas, hipersexuales que cuando tienen hijos se convierten en madres
virtuales que atienden por control remoto a sus criaturas a golpe de Visa y
continúan con su estresante vida sin inmutarse ni un tacón.
12. Acuso al sistema
educativo de precocidad, de tener planes obsoletos que no responden a las
verdaderas necesidades de aprendizaje a través del juego y la libertad de
expresión, de fomentar la sumisión y obediencia e impedir los procesos de pensamiento
independiente y creativos que permiten encontrar el propio camino en la vida .
13. Acuso a toda la
sociedad de ser adultocentrista y haber excluido a los bebés y niños de la vida
diaria, de infravalorar la maternidad y crianza considerándolo una pérdida del
talento de la mujer pero sí valorar a ésta como productora dentro del sistema
económico (ni como reproductora ni como cuidadora).
14. Acuso al estado de
Bienestar de haber secuestrado la vida de los bebés encerrándolos en guarderías
tempranas que se convierten así en una especie de “orfanatos de día” bien
decorados, mientras obliga a sus dos padres a trabajar lejos de casa para
subsistir en un modelo de vida asfixiante, de haber pasado del concepto de “se
necesita una aldea para criar un niño” a la soledad y el desamparo de 8 bebés
por cuidadora, de tener unas políticas de conciliación familiar-laboral
miserables, de ausencia de ayudas familiares decentes, y evidentemente de haber
creado una sociedad del malestar en la que según la OMS en el 2020 la depresión
será la segunda enfermedad.
15. Y por supuesto, acuso
a las mujeres de no escuchar su corazón ni su instinto, de haber sacrificado a
sus hijos para que el sistema los devore (porque ellas ya lo estaban), de
acceder a la maternidad y parto con muy poca información y por tanto con una
actitud de niñas dóciles que delegan su papel en los demás, de no luchar o
exiliarse de este injusto modelo económico ni siquiera dentro del hogar, sino
de dirigir la rabia y frustración (consciente o no) contra sus hijos,
insensibilizándose ante su llanto y llamadas nocturnas, de obsesionarse por el
adiestramiento y las normas (que en el fondo les ayudan a ellas a tener una
estructura y orden y a desculpabilizarse de su abandono real), y de centrar
todas sus fuerzas en aspectos externos al hogar.
texto: Maria del Mar
Jimenez Redal
foto: autorretrato 2012
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