MOISÉS SÁNCHEZ LIMÓN |
Desde aquellos días en los
que Manuel Camacho Solís, entonces jefe del Departamento del Distrito Federal,
inyectaba recursos económicos al que en esos tiempos del salinismo se
denominaba Partido Verde Ecologista, pese a haber perdido el registro en los
comicios intermedios de 1991, el coto familiar de los González se acomodaba
como partido satélite con el mejor postor.
No, no era asunto de
ideologías, porque al paso del tiempo el que hoy se conoce como Partido Verde
Ecologista de México –una vez que recuperó el registro en las vísperas de la
sucesión presidencial, en 1993—ya había sumado su membresía en la cruzada de
los ex priistas Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Porfirio Muñoz Ledo, Rodolfo
González Guevara e Ifigenia Martínez, por ganar la Presidencia de la República,
con el denominado Frente Democrático Nacional.
¿Será que la nueva
generación propietaria del PVEM pretende reciclar a la historia sumándose hoy
al Frente Amplio Opositor que encabeza el PRD? O de plano, en esto de los
filibusteros de la política, echarse a los brazos de Morena y apoyar a Andrés
Manuel López Obrador en esta que, sin duda, es la última intentona del
tabasqueño para asumir la Presidencia de México.
Y mire usted, en esto no
hay rubores ni juramentos de hermandad, el poder es el poder, las millonarias
prerrogativas son un botín de estos sedicentes demócratas, de quienes no se
conoce una sólida tarea de gobierno, de no ser las campañas de evidente interés
de grupo y/o personal.
Porque, si en su momento
el entonces PVM, encabezado por su fundador Jorge González Torres, se alió al
FDN y, engallado, pretendió caminar solo en 1991 cuando perdió el registro, se
prendió al financiamiento que le aportaba Manuel Camacho Solís en evidente
jugada para sumar voluntades en la frustrada carrera presidencial, pero poco
después cambió de bandera y se trepó a la causa de Vicente Fox en el año 2000.
Los acuerdos con el
Partido Acción Nacional, ya con Vicente Fox en la Presidencia, empero no se consolidaron
en los espacios aspirados por el Verde, cuya dirigencia heredó Jorge González
Torre, el llamado Tucán Mayor, a su hijo Jorge Emilio González Martínez, el
famoso “Niño Verde”, que resultó un excelente empresario de la política como un
símil del presidente del consejo de administración del PVEM, S.A., cuyo
crecimiento en el Congreso de la Unión e incluso la obtención de la gubernatura
de Chiapas, fue a partir de su alianza con el Partido Revolucionario
Institucional.
Divorciado del PAN porque
no se le cumplieron los acuerdos, el PVEM propiedad de la familia González,
comenzó a crecer a partir de esa ruptura en los comicios intermedios de 2003,
ya aliado con el PRI, aunque su membresía se fue a las nubes cuando Enrique
Peña Nieto contendió por la gubernatura del Estado de México. En su campaña, el
mexiquense era acompañado por el Niño Verde Jorge Emilio y el entonces diputado
federal y supuesto dirigente del PVEM, Jorge Kawagi. Y al Verde se le abrió la
fortuna política y económica.
Se recuerda cómo hizo el
papelazo en la elección presidencial de 2006, cuando llevó como candidato a
Bernardo de la Garza, quien finalmente “declinó” para sumarse a la campaña de
Roberto Madrazo Pintado, candidato perdedor del PRI. Bernardo recibió un premio
de consolación, pero no del PRI, de parte de Felipe Calderón quien lo hizo
presidente (por lo menos logró ese nivel) de la Comisión Nacional del Deporte.
¡Sopas!
Bueno, en 2012 registró a
Enrique Peña Nieto como su candidato presidencial y, desde esos días, al Verde
la cambió la vida. Consiguió lo que deseaba y, hoy, está en la vía de buscar
nuevos horizontes.
Los coqueteos con el
Frente Amplio Opositor e incluso con personajes vinculados a Andrés Manuel
López Obrador, lo instalan en su justa dimensión y para desencanto, sin duda,
de sus militantes que no aceptarían que el Verde sea llamado partido satélite,
comparsa o bisagra, una sociedad anónima cuya presidencia y consejo de
administración está en poder de un grupo que se ha enriquecido sin rubor.
¿Le creemos al senador Pablo
Escudero Morales su decisión de “destapar” a su compañero de bancada, el
zacatecano Carlos Alberto Puente Salas, como una decisión personal?
¿Le creemos al coordinador
de los diputados federales verdes, Jesús Sesma Suárez, que su vocero nacional
–el senador Puente-- es uno de los integrantes de sus filas más activos y
destacados, que “tiene la experiencia y el conocimiento de la problemática
nacional necesarios para hacer un buen papel en tan importante encomienda”.
Esta postura del Verde
tiene todos los elementos del oportunismo reciclado, para ubicarse al lado del
poder. ¿Distanciamiento con Peña Nieto? No, no ha habido un pronunciamiento que
descalifique alguna de las reformas, por ejemplo, impulsadas por el Presidente.
¿Será que el Verde engaña con la verdad y sirve al interés de atomizar el voto?
Con estos demócratas todo puede ser. Todo. Conste.
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