jueves, 31 de julio de 2014

LA VIDA Y LEYENDA DE NICOLÁS PAGANINI


Niccolò Paganini nació un 27 de octubre de 1782 en Génova, fue un revolucionario violinista y compositor italiano que se convirtió en uno de los pilares de la técnica moderna del violín.
Paganini no tuvo una infancia como la mayoría de los niños, además de que su padre Antonio Paganini lo trató con mano dura recurriendo a la crueldad al persistir con Niccolò en las actividades musicales y castigándolo severamente con cada equivocación, el pequeño tuvo que enfrentar un fuerte ataque se sarampión que lo dejó muy enfermo, tanto, que lo llegaron a dar por muerto, fue envuelto en una mortaja y casi enterrado prematuramente. Y esa enfermedad dejaría a Paganini enfermo por el resto de su vida…
Como su genialidad musical surgió a una edad muy temprana, alcanzó las mieles de éxito muy joven, pero con ese éxito vino una vida plagada por el desorden y los abusos. Paganini, con tan sólo 16 años, llegó a perder tanto dinero que en varias ocasiones llegó a dejar empeñado su violín para poder cubrir sus deudas de juego. Pero al final, terminó librándose del vicio y nunca más se acercó a una mesa de apuestas.
Niccolò Paganini tocaba con brillantez. Embrujaba a los músicos y compositores más experimentados con su estilo virtuoso. Llegó a ser un músico fuera de toda norma, ahí precisamente nace su leyenda.
Paganini era capaz de tocar a la espectacular velocidad de doce notas por segundo. Ese es el tiempo que la mayoría de los músicos tardan en leer doce notas. También innovó con sus técnicas de memorización; antes de él, todos los violinistas iban acompañados del programa que debía ser tocado. Paganini, a su vez, acostumbraba simplemente a subirse al palco con su instrumento, sacudiendo su larga cabellera y poniéndose a tocar. Todo el programa estaba en su memoria.
Con todo ese talento extraordinario, el virtuoso violinista se convirtió en leyenda. Asociada a la increíble velocidad que alcanzaba cuando tocaba, estaba su apariencia cadavérica, que causaba cierto terror en las personas que tenían miedo de asistir a sus presentaciones. Según una descripción de Castil-Blaze en 1831, Paganini medía 1.65 metros de alto, era muy delgado, tanto que su cuerpo y extremidades asemejaban a líneas largas y sinuosas, de cara muy pálida y rasgos marcados, ojos de águila (oscuros y penetrantes), nariz puntiaguda, cabellera larga ondulada que caía sobre sus delgados hombros. No era de extrañar, el hombre vivió toda su vida luchando contra una enfermedad severa que le exigía una dieta rigurosa y muchas horas de sueño. En la época, sin embargo, muchos creían que Paganini había vendido su alma al diablo a cambio de su perfección musical.
Cierta vez, durante una presentación en Bélgica, el hombre fue abucheado. Más tarde se descubrió que la causa del rechazo había sido la leyenda sobre su sociedad demoniaca.
El propio Paganini relató en una carta que en cierta ocasión, al tocar las variaciones tituladas ‘le Streghe‘ (las Brujas), un individuo afirmó que no vio nada de sorprendente en su desempeño, pues con toda claridad había visto, mientras Paganini tocaba sus variaciones, al diablo sosteniendo su codo, dirigiendo su brazo y guiando el arco, incluso describió que este supuesto diablo vestido de rojo, tenía cuernos entre la cabeza y un rabo entre las piernas. Después de esto, muchos creyeron que aquel individuo había descubierto los secretos de las maravillosas virtudes del violinista. Paganini, en esta carta, parece comprender todas esas leyendas, diciendo: “Mi parecido con él era una prueba de mi origen”. Es decir, su apariencia cadavérica era una prueba que era el hijo del diablo. (Una semejanza con la historia del Fantasma de la Opera)
Así, su rostro pálido y largo con las mejillas hundidas (por haber perdido los dientes debido a la enfermedad), los labios delgados y una sonrisa sarcástica, la expresión penetrante de sus ojos que parecían carbones al rojo vivo, le dieron una apariencia diabólica que llevó a muchos de sus admiradores a circular el rumor de que él, era el hijo de un demonio. Las personas a menudo se desmayaban si llegaban a ser tocada por el músico. Una vez, Paganini se vio obligado a publicar cartas de su madre para demostrar que había tenido padres humanos. De cualquier forma, despertaba terror y temor donde quiera que iba. En Paris lo llamaron Cagliostro, en Praga le dieron el mote del judío errante original, en Irlanda circuló el rumor de que había llegado hasta esas tierras en el Holandés Errante.
Fue entonces que Paganini decidió encarnar a la leyenda en que lo habían convertido, siempre usaba trajes negros y desalineados para complementar su imagen desdeñada. Y sus presentaciones realmente sorprendían. A los cuarenta años el violinista comenzó a viajar por Europa, y sus excentricidades se hicieron aún más grandes. Llegaba a los conciertos cubierto por un largo manto negro, en un carruaje tirado por cuatro caballos también negros – y, en ocasiones, demoraba para entrar al escenario, para después de largos minutos surgir de repente y mirar fijamente al público. Los escenarios de sus presentaciones eran siempre lúgubres y con poca luz. En Londres, frecuentemente las personas pinchaban con palos a Paganini para ver si estaba hecho de carne y huesos.
Muchos pagaron precios ridículamente altos para asistir a las presentaciones de aquel músico flaco y misterioso. Los comerciantes colocaban el nombre del ídolo en productos tan diversos como perfumes y calzado. Las giras incluían a las ciudades más importantes de Europa, especialmente Viena, Milán, Hamburgo, Paris y Londres, donde las ganancias fueron lo suficientemente jugosas como para que el artista se hiciera millonario. Sin duda, el italiano Niccolò Paganini fue una especie de Lady Gaga del pasado. Las presentaciones de Paganini se resumían casi siempre en composiciones propias, sonidos mágicos que arrancaba del violín. El rostro escuálido se contorsionaba, los cabellos negros y ondulados se agitaban, el arco del violín hacia movimientos inigualables por la mayoría de los músicos de la época. Algunas veces, por el simple placer de asustar, Paganini sacaba un par de tijeras y cortaba tres cuerdas del violín, siguiendo el concierto solamente con una, la cuerda sol (G).
 “Paganini en Prisión”, de Louis Boulanger, 1831. Cortesía de la Stanford University Libraries, fotografía por Michael Marrinan
Como músico, innovó y desafió a los mediocres, como un auténtico rebelde. Innovó empleando armónicos, así como resucitando el arte olvidada de la scordatura, es decir, afinaciones múltiples, utilizadas en el violín por primera vez. Es posible que Paganini fuera el Jimi Hendrix del violín, doscientos años antes, arrancando sonidos inimaginables hasta entonces con aquel instrumento. Además, vestía pantalones apretados y pelo bien largo, dejaba a las mujeres locas de pasión y a los hombres locos de envidia. Pero sobre todo, Paganini tocaba su instrumento de una forma que estaba a años luz de sus contemporáneos.

Las leyendas relacionadas con Paganini no hacían más que aumentar. No suficiente con divulgar que tenía un pacto con el demonio para poder tocar de aquella forma, también se especulaba que las cuerdas de su violín estaban confeccionadas con los propios cabellos del diablo. Otra historia decía que su habilidad venía de años de práctica en la prisión, condenada por el asesinato de su amante. En esta versión, las cuerdas del violín habían sido confeccionadas a partir de los intestinos de su desafortunada víctima.

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